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En un local de la ciudad de Burgos, de forma discreta y sin opulencias, un grupo de unos 20 voluntarios realizan una labor de escucha, acompañamiento y ayuda a sus vecinos que pasan por un momento vital de duelo.
Se trata de los voluntarios que, ... desde hace dos años, mantienen el Centro de Escucha Diocesano de Burgos, amparado por los Religiosos Camilos. Se trata de un lugar de encuentro y de acogida en clave de relación de ayuda. Consiste en el acompañamiento y atención personalizada mediante sesiones de escucha para afrontar situaciones difíciles y de conflicto. Allí, los voluntarios que reciben al que necesita ser escuchado están formados y el servicio es gratuito.
Rosana Tapia, una de las voluntarias explica que, a lo que se dedica este centro de escucha es a «atender a personas que, en un momento dado, tienen un problema en su vida, un percance, un duelo. Eso desajusta. Nuestra labor es ayudar con la escucha y el acompañamiento. Ayudar a esa persona a buscar las habilidades que ya tiene para poder salir de esa situación. Si la persona no toma la iniciativa, la ayuda no serviría de nada».
Crisis existenciales, episodios de duelo, apoyo emocional. Estos son los casos para los que el centro de escucha está disponible. Víctor Román, otro de los voluntarios y el que está al frente del centro, señala que pueden ser «temas muy básicos, pero también derivaciones del centro de salud o de los asistentes sociales. Por ejemplo, una persona que ha somatizado un problema, pero físicamente no lo tiene. Hemos tenido casos de jóvenes con pensamientos de suicidio, de desengaño amoroso», explica.
JOSÉ LUIS CASTRO
Los casos son tan diversos como las personas. «También hemos escuchado a personas con problemas muy complicados y que, después de terapia psicológica, necesitan más escucha», explica Víctor Román. «Hay casos de personas que han sufrido la pérdida de un ser querido por suicidio y, en otros casos, hemos tenido que ponernos en contacto con Apresuic, la asociación de Apoyo a la Prevención del Suicidio de Burgos», explica.
Pérdida de trabajo, estrés, alguna enfermedad, duelo por fallecimiento de un ser querido, por el final de una relación, casos de soledad, dificultad para crear vínculos sociales, cuidadores de enfermos, conflictos… Los casos son variados, pero se delimitan a estos supuestos. Los voluntarios están formados y saben hasta dónde pueden llegar, además de que se rigen por un protocolo.
«La psicología es terapia y nosotros no hacemos terapia. De hecho, tenemos un protocolo de derivación, si nos encontramos con personas que necesitan terapia, los derivamos», explica Rosana Tapia.
De media el centro de escucha tiene unas 60 intervenciones al año, pero las primeras llamadas pueden llegar hasta las 70. «Hay llamadas que no llegan a confluir en nada», explica Víctor Román.
VÍCTOR ROMÁN
Lo que sí aprecian es que hay temporadas con más peticiones de escucha que otras. «Primavera y otoño son los periodos con más llamadas. Anímicamente son los momentos de cambio del tiempo y esto afecta a las personas», aseguran. Por ejemplo, actualmente llevan como un mes sin llamadas. La explicación, como comenta Víctor, es sencilla, «llegamos de las navidades, la gente ha salido, ha tenido un ambiente sano, social. Pero de septiembre a noviembre fue continuo, tuvimos llamadas todas las semanas», añade.
«En este momento no estamos saturados, pero hay que hacer una criba en cuanto a los casos a los que nos tenemos que delimitar», explica Óscar Moriana, otro de los voluntarios. Además, la escucha se delimita a 20 sesiones. «A lo largo de estas se hace un itinerario de acompañamiento, pero no queremos que la gente asuma dependencia. Esto es para un momento puntual», explica Moriana.
A veces las personas no tienen redes de apoyo en su entorno, otras necesitan salir de ello y confrontar con personas ajenas. Estas 20 sesiones ayudan a que la escucha no se perpetue. «En muchos casos son situaciones cronificadas. Nosotros les intentamos capacitar. Pero, a veces, sí nos hemos planteado hacer grupos de ayuda, porque en algunos casos las crisis van a perdurar», añade Moriana.
El grupo de escucha empezó con unas diez o doce personas y ahora ya son una veintena. Veinte personas que ceden su tiempo, su dedicación, sus sentimientos y que cada año hacen un curso de formación, además de los dos cursos que reciben antes de entrar a formar parte como voluntarios del centro de escucha.
YOLANDA TAPIA
Porque para ser 'escucha' se necesita pasar por dos cursos de formación, pero también disponer de ciertas habilidades. «Algunas se obtienen con la formación, otras son intrínsecas de las personas y otras se ganan con la experiencia», explica José Luis.
Además de para acompañar a las personas, estos voluntarios también necesitan prepararse para su estabilidad emocional. Están en contacto con personas que les transmiten sus problemas y hay que saber encontrar el punto. «Son crisis leves, pero escuchas testimonios duros. Siempre hay que tomar distancia. Lo bueno de nuestro método es que está muy apoyado en las posibilidades de las personas que son escuchadas. Intervenimos poco. Sostenemos, escuchamos, en algún momento confrontamos, pero nuestra intervención es mínima, lo que se intenta es que la persona descubra su capacidad para salir adelante», explica Óscar Moriana.
«Entras en la vida de las personas, pero es su problema, no el tuyo. Es la persona la que lo tiene que resolver. En la propia formación nos preparan para mantener esta distancia», añade Rosana Tapia. «Además es que no tenemos más vinculación con la persona escuchada que en el centro y el resto de voluntarios, lo que no son sus escuchas, tampoco debe saber nada de esa persona», matiza Óscar.
Para evitar descontroles y garantizar una buena atención, el protocolo está claro y estandarizado en todos los aspectos. Para el primer contacto existe un número de teléfono y un correo electrónico. La persona que coordina el centro de escucha, Víctor Román, atiende este primer contacto. Él conoce al grupo de voluntarios, sus características. Por ello, realiza una primera sesión telefónica para asignarle un escucha. Siempre que perciba que la ayuda es necesaria y será útil.
ÓSCAR MORIANA
Los voluntarios son personas de todo tipo, características, habilidades y profesiones, hay pedagogos, profesiones e, incluso, una psicóloga.
Después de la primera atención, se hace una entrevista presencial. Ahí se asume ya un compromiso por ambas partes, tanto escucha como escuchado quedan vinculados a estas 20 sesiones como máximo.
«Una de las claves y lo que hay que tener claro es que no somos solucionadores de casos. Hacemos que la persona se sienta escuchada, acompañada, que no se sienta rechazada. A veces, en el ámbito cercano, con la mejor intención, se relativizan o minimizan nuestros problemas y eso no ayuda», explica José Luis Castro.
El centro de escucha de Burgos surgió de un germen de voluntarios de otros ámbitos de la Diócesis, como el Centro de Orientación Familiar o Cáritas. «Decidimos hacer un reciclaje porque había aspectos que mejorar y tuvimos un primer curso básico. Hay surgieron las ganas, la idea de algo como esto. En el curso 2018-2019 se preparó una formación más profunda sobre la técnica del counseling», recuerda Víctor Román.
Esta técnica pone en práctica la consigna de ayudar a ayudarse. Se pretende que sea el propio individuo el encargado de analizar su situación problemática y sea proactiva en su propio cambio facilitándole las habilidades para ello. «Seguimos una línea de trabajo que obedece a la línea del psicólogo Carl Rogers, iniciador del enfoque humanista en psicología», explica José Luis Castro.
Tras una formación específica de tres meses, «con gente muy preparada y también de otros centros de escucha de España», se continuó profundizando en la creación del centro. «Se fue filtrando la gente, algunos no encajaban y a otros no les encajaba. Seguimos formándonos en el tema de ayuda y así ya llegamos a dar forma a lo que es el centro de escucha. En ese momento de puesta en marcha llegó la pandemia y nos recluyó en casa, pero entre los que teníamos deseo e intención de continuar con el proyecto, seguimos dándole forma», recuerda Víctor Román. Y en marzo de 2021 el centro de escucha se convirtió en una realidad.
Se trata este de un proyecto abalado y apoyado por la orden San Camilo. «Tenemos sesiones con ellos online todos los meses para contrastar. Hablamos con los centros de escucha de toda España, ponemos casos en común, siempre preservando el anonimato, así nos retroalimentamos y nos aconsejamos», explica Víctor Román.
«Al ser un proyecto de la Diócesis esta es quien nos abala económicamente y nos presta el local. Pero se trata de un espacio abierto a todo el mundo, acogemos incondicionalmente», explica Óscar Moriana.
Como la formación de estos voluntarios es constante, el 10 de marzo, aprovechando el segundo aniversario del Centro de Escucha Diocesano de San Camilo, se ha organizado una mesa redonda que versará sobre la preservación de la vida desde los orígenes: antropología, psicología y teología, en la Facultad de Teología a las 19.30 hroas.
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