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Sergio y Víctor son dos personas completamente diferentes. Distintas edades y apariencias que confluyen en un hecho que les ha marcado para siempre. El juego les arruinó la vida. Sergio y Víctor son la parte visible y protagonista de una «pandemia oculta» en crecimiento que ... ellos superan día a día e intentan que, tras contar su experiencia, ayuden a alguien más.
Su llegada a ABAJ y su encuentro con el psicólogo de la asoicación, David Burgos, supuso un antes y un después en sus vidas. Un nuevo comienzo tras derribar los antiguos cimientos de una existencia derruida por la ludopatía.
Sergio no recuerda con certeza el momento exacto en el que su vida comenzó a truncarse, en el que inició su trayectoria como jugador de máquinas tragaperras, solo su trabajo de comercial, el cuál le dejaba mucho tiempo libre. «Al principio lo hacía como una especie de entretenimiento o vicio hasta que empecé a ganar y me empezó a gustar. Me fui enganchando sin darme cuenta», explica.
Así, inició un descenso a los infiernos que a punto estuvo de costarle la vida. De 2013 a 2021, acudió a ABAJ por primera vez a instancias de su padre, pero desistió tras «dos o tres terapias».
Ludopatía en Burgos
Alejandro Rodríguez
Alejandro Rodríguez
«Utilicé el desconocimiento de mi padre y mi hermano para volver a mentir, manipular y engañar para no seguir la terapia», relata. Su determinación en ese momento fue «no hacer nada» y, pese a recurrir a ayuda profesional de psicólogos, recayó. «Al final el juego terminaba reapareciendo en mi vida y no poco, sino que iba a más«, asegura.
Enero de 2017 supuso un punto de inflexión en su vida. Con muchas deudas y ocultamiento, falleció su padre, con el que convivía. «Sobre su tumba, mi hermano me hizo prometer que iba a cambiar», recuerda.
Pero del 2017 a abril de 2021, fue una caída absoluta a los infiernos. «Dilapidé parte de la herencia de mi padre en el juego y la nómina no me llegaba casi ni para comer. Tenía 400 euros en la cartilla y, en menos de una hora, se fundieron en la máquina tragaperras. Sabía que en el momento que echase esa moneda iba a ser la perdición», asevera.
SERgio, exjugador de máquinas tragaperras
Por aquel entonces, se ocultaba tras una máscara con su misma cara. «Tee aislas en ti mismo, te dejas llevar, te odias y buscas ocultarte. Había dos Sergio, el que estaba en casa reconcomiéndose por dentro porque sabía que tenía una enfermedad de la que no era capaz de salir, y el que salía, una especie de actor que ponía buena cara para aparentar y no tener que mentir», expone.
Totalmente ahogado por las deudas y aislado, sin querer ver a gente, Sergio tocó fondo. «La madrugada del Domingo de Resurrección de 2021 estaba totalmente destrozado y alejado de amigos y familia. Solo veía dos salidas: el suicidio o pedir ayuda a mi hermano. Le envié un mensaje a altas horas de la madrugada en plena pandemia. Por segunda vez me tendió la mano, pero con una condición: que me pusiera en rehabilitación», recuerda sobre el momento donde todo cambió tras muchas horas de esfuerzo y sacrificio para superar su adicción.
Víctor también está en el proceso de recuperar su vida. Lleva seis meses en terapia tras casi perderlo todo a causa del juego online, un tipo de ludopatía que se está incrementando de manera importante actualmente.
A sus 38 años, tiene una hija de cuatro y un pequeño de apenas un año. También esta casado, aunque todo eso pudo haberse esfumado el 7 de julio de 2021. Ese día, su mujer descubrió una adicción oculta al Blackjack y las apuestas deportivas a la que se enganchó de manera casual junto a sus amigos del trabajo que posee en una fábrica de automoción en Burgos.
Pero llego un momento en que todo esto se agravo. «Después de la pandemia todo explotó. Aumentó el dinero que gastábamos, teníamos el juego 24 horas en la cabeza. Vivíamos para ello, en el trabajo y en casa. Llegue a jugarme hasta 15.000 euros en un año», expone.
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Dejar el móvil boca abajo o visitar el baño eran algunas de las formas en las que Víctor se escondía para jugar y, al igual que Sergio, mentía y escondía su ludopatía en público. «A mi mujer la he tratado de loca. Le decía que era una afición, que no le diese mas importancia. La acabé anulando. El día que nació mi hijo en el hospital, cuando se durmieron, me dedique a jugar en la cama del padre», reconoce.
Sin hacer vida de pareja y con cuentas separadas, los préstamos empezaron a acumularse hasta que aquel día de verano, todo se destapó de la manera más casual: un correo electrónico. «Cuando demos de cenar a los niños y les metamos en la cama, te vas de casa. Esas fueron las palabras de mi mujer. En ese momento, mi vida se vino abajo», subraya emocionado.
Sergio, exjugador online
Tras pedir perdón y explicar todo el desfalco acumulado, Víctor pidió ayuda. «Ella no se lo quería creer. Al final si no vienes a terapia y no conoces este mundo, es muy difícil entender que la ludopatía es una enfermedad. La gente lo pone como un vicio, como que te gastas el dinero en lo que te da la gana. Al final es una necesidad de jugar todos los días. Incluso los que sabia que iba a perder seguía metiendo dinero», señala sobre cómo vivió aquella etapa de su vida.
«Manipulado» por la publicidad y los bonos «engañosos» de las casas de apuestas, Víctor destaca que el hecho de no jugar con dinero físico le hizo «no darle valor». «Te da igual gastar 50 que 100 o 200 euros. Si lo tuvieras en la mano y que llevar a algún sitio, te darías más cuenta de lo que estás haciendo», insiste.
Liberados de las cadenas del juego, la terapia y la rehabilitación han devuelto revivido ambos, que coinciden en que ahora afrontan con «tranquilidad» y «ganas de vivir» el futuro aunque queda «mucho camino por delante». «Incluso estoy descubriendo cosas de mi mujer que no sabía y estoy seguro que me hubiese perdido la vida de mis hijos de haber seguido jugando», añade Víctor. «Espero que nuestra experiencia sirva para que alguien se de cuenta y pida ayuda», concluye Sergio.
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