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El estallido de la burbuja inmobiliaria se llevó por delante años atrás los ahorros y los sueños de miles de burgaleses, dejando una herida que aún hoy es visible en numerosos puntos de la geografía de la provincia. Y es que, hoy, 16 años después del crack del ladrillo, varias son las urbanizaciones otrora llamadas a ser emblema del desarrollo inmobiliario y convertidas hoy en cementerios de hormigón.
Ejemplos hay muchos en Burgos, pero todos comparten unos orígenes similares: la ambición desmedida por levantar a golpe de mortero urbanizaciones que se demostraron sobredimensionadas. Seguramente, el mejor ejemplo sea la malograda Ciudad Jardín Soto del Real de Buniel, uno de los grandes proyectos urbanísticos nacidos al albur del ladrillazo en todo Castilla y León.
Allí, a escasos metros del centro urbano de una localidad de poco más de 500 habitantes censados, Martinsa – Fadesa proyectó una macrourbanización destinada a albergar hasta 1.416 viviendas de diferente tipología (pisos, chalets y adosados) desarrolladas en varias fases. El futuro que pintaba la promotora inmobiliaria no podía ser más idílico: un espacio dotado con todas las comodidades de la vida urbana a un puñado de kilómetros de distancia de la capital provincial. Grandes viales, parques, jardines, buenos accesos… En definitiva, un sueño para cientos de familias en el Alfoz de Burgos, a escasos minutos en coche de la capital.
Las cifras y características del proyecto impresionaban y parecían convencer. Con un presupuesto estimado de casi 200 millones de euros, la constructora comenzó a mover tierra en 2006. Sin embargo, la cosa se quedó a medias. Apenas dos años después, en julio de 2008, y ya con la crisis del ladrillo azuzando con fuerza, Martinsa-Fadesa entraba en suspensión de pagos y protagonizaba la mayor quiebra empresarial de la historia de España, dejando un agujero de alrededor de 7.000 millones de euros.
A raíz de la quiebra, las obras en Buniel se paralizaron de un día para otro, dejando tras de sí una urbanización inconclusa, un buen puñado de esqueletos de hormigón y muchos quebraderos de cabeza. Muchísimos. No en vano, la suspensión de pagos afectó directamente a propietarios y a numerosos trabajadores y empresas que se vieron de la noche a la mañana abocados a pelear por el pago de los trabajos realizados.
Hoy, 16 años después, los restos inconclusos de la Ciudad Jardín Soto del Real siguen ahí. Bueno, no todos. En todo este tiempo, la zona ha sido objetivo de robos y vandalismo. Los amigos de lo ajeno se han llevado todo lo que se podían llevar, incluso las tapas de las arquetas, y la urbanización se erige como un fantasma que, además, es foco de problemas para el propio Ayuntamiento de Buniel, que jamás llegó a recepcionar la obra legalmente.
Su alcalde, Jesús Díez, reconoce que la malograda urbanización «no genera costes» para las arcas municipales, pero «sí que genera inseguridad y muchas molestias» para el municipio. Los quebraderos de cabeza para intentar dignificar la zona son constantes. Actos vandálicos, algún accidente, idas y venidas de posibles inversores…
De hecho, el Ayuntamiento instó meses atrás a los propietarios legales (bancos y fondos de inversión que pescaron en el río revuelto de Martinsa-Fadesa) el vallado de todo el entorno para evitar el acceso. La valla, subraya Díez, «no duró ni una semana». En fin, un auténtico lío que hasta ahora nadie ha sido capaz de resolver.
Eso sí, en el horizonte se entreven algunas posibilidades. No en vano, en los últimos tiempos parece haberse reactivado el interés de algún grupo inversor por culminar el proyecto y ponerlo en el mercado. O al menos una parte del mismo. En este sentido, el Consistorio de Buniel confía en mantener contactos al respecto «en el último trimestre» de este mismo año. Habrá que ver en qué acaban esos contactos y si finalmente se consigue desbloquear el problema en un pueblo que, como muchos en el Alfoz, tiene déficit de viviendas. «En cuanto sale a la venta alguna casa, vuela», subraya el alcalde.
En una situación similar se encuentra hoy en día el otrora denominado Saldaña Golf Residencial, una enorme urbanización proyectada allá por 2002 por iniciativa del Ayuntamiento de Saldaña, la extinta Caja de Burgos y varios particulares y empresas. El concepto, en este caso, era diferente al de Buniel y orbitaba alrededor de la construcción de un campo de golf. Un campo de golf que, a pesar de numerosos vaivenes, hoy funciona con normalidad bajo la gestión de los responsables del campo de golf de Lerma.
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Muy diferente es la situación que se vive en el resto de la urbanización, donde se proyectaron hasta 700 viviendas y que ahora mismo es un erial. En este caso, fue el Tribunal Supremo el que paralizó su desarrollo tras una sentencia contraria a los cambios urbanísticos con los que se planteó el proyecto. Posteriormente, Excavaciones Sáiz, una de las empresas que formaba parte de la UTE constructora, entró en concurso de acreedores, complicándolo todo aún más.
Los problemas judiciales también lastraron el desarrollo del Campo de Aviación de Villarcayo. En este caso, el proyecto contemplaba la urbanización de hasta 630 parcelas destinadas a la construcción de viviendas unifamiliares, de las que hoy en día apenas hay unas 40 en pie. El resto son actualmente solares vacíos que, además, han provocado numerosos conflictos en el propio Ayuntamiento.
No en vano, el Consistorio de Villarcayo recepcionó parcialmente las primeras fases de la urbanización sin contar con todos los informes favorables, ya que faltaban varias actuaciones por acometer. La empresa promotora, Campo de Aviación, se comprometió entonces a llevar a cabo todos los trabajos pendientes durante la ejecución de la tercera y última fase, que no se llegó a culminar por la quiebra de la misma. Una quiebra que se sumó al proceso judicial emprendido en 2016 por el entonces alcalde, Miguel de Lucio, que elevó la recepción parcial de las obras a la Fiscalía.
El caso acabó siendo archivado en 2021, momento que coincidió con un tímido repunte del interés por la urbanización al albur de la buena dinámica registrada por el sector inmobiliario. En este sentido, el actual alcalde, Adrián Serna, reconoce que en los últimos años se ha observado un «mayor interés» y se han vendido varias parcelas. Sin embargo, todavía quedan muchísimas por ocupar.
Lo bueno, puntualiza Serna, es que se trata de solares «completamente vacíos», sin esqueletos de hormigón durmiendo el sueño de los justos. Además, a pesar de que el número de vecinos es limitado, el alcalde insiste en que el Campo de Aviación cuenta con todos los servicios necesarios, «como cualquier otra urbanización del municipio» y que en los últimos años se ha puesto coto al vandalismo que durante bastante tiempo asoló el entorno aprovechando el abandono.
Tampoco se escapó de las garras y ambiciones sobredimensionadas del ladrillo la capital provincial, cuya expansión urbana también se vio drásticamente paralizada tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, que dejó tras de sí una miríada de solares vacíos. Algunos sectores, como el S-7, el S-8, el S-3 y el S-4 (sobre todo estos dos últimos) se han reactivado de manera significativa en los últimos años y son numerosas las grúas que hoy en día se mueven en esas zonas.
Sin embargo, otros sectores no han corrido la misma suerte. El ejemplo más paradigmático es el de Villímar 2, un enorme sector de 360.000 metros cuadrados ubicado entre el antiguo pueblo de Villímar y la circunvalación cuyo desarrollo se frenó en seco en 2008 por la quiebra de Urbanizadora Castellana, que no llegó a rematar los trabajos y dejó la urbanización a medias.
Tras años de abandono, el sector, planificado originalmente para albergar hasta 1.400 viviendas de diferente tipología, ha sido también objeto de vandalismo y ha generado un sinfín de quebraderos de cabeza. De hecho, el Ayuntamiento instó años atrás a la Junta de Compensación a, por lo menos, vallar el entorno y asegurar la zona para evitar caídas o daños personales.
Hoy, dos décadas después de comenzar a planificarse, el sector continúa abandonado a su suerte. Sin embargo, parece que en este caso también comienza a verse la luz al final del túnel. Tal y como confirma el concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Burgos, Manuel Manso, los representantes de la Junta de Compensación han trasladado recientemente su intención de culminar la urbanización e impulsar el desarrollo del sector de una vez por todas.
«Tienen interés por continuar» y hacer despegar el sector, pero «lo primero que tienen que hacer es terminar las obras de urbanización», explica Manso. A partir de ahí, añade, podrán «empezar a solicitar licencias de construcción» para comenzar a desplegar promociones de viviendas. La cosa va para largo y dependerá, en última instancia, de la demanda del mercado inmobiliario. Eso sí, dicho sector está ubicado muy cerca del S-4, donde en los últimos años se ha relanzado con fuerza la actividad inmobiliaria.
Justo a la otra punta de la capital provincia, ya en terrenos de Villalbilla, una localidad que hoy cuenta con poco más de 1.400 vecinos censados, emerge otra urbanización desarrollada a medias. Allí, en el extremo noreste del municipio, a orillas del Arlanzón, la UTE Residencial Villas del Arlanzón proyectó en tiempos del ladrillazo otra gran urbanización con espacio para alrededor de 1.700 viviendas colectivas e individuales. Sin embargo, tras muchos problemas, la empresa entró en concurso de acreedores en 2013.
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Para entonces, apenas se habían construido un puñado de edificios y chalets, cuyos vecinos se han quejado en numerosas ocasiones de la falta de servicios a pesar de que el grueso de la urbanización quedó completado, con viales, lunimarias , mobiliario y un nuevo puente sobre el Arlanzón.
En este caso, eso sí, el sector se ha reactivado en los últimos años por iniciativa pública y privada. El propio Ayuntamiento de Villalbilla ha dotado al entorno de varios servicios, y las promociones han comenzado a surgir de nuevo. De hecho, ahora mismo se están construyendo nuevas viviendas en la zona, por lo que se confía en que poco a poco la urbanización se llene de vida.
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