La central nuclear de Santa María de Garoña sigue generando cierta actividad. Rodrigo Ucero

«Garoña tenía que acabar cerrando antes o más tarde»

Ecologistas en Acción celebraron en su día el cierre de la central nuclear y consideran que el proceso de desmantelamiento es ya irreversible

Viernes, 16 de diciembre 2022, 07:20

La de Santa María de Garoña era la crónica de una muerte anunciada. Y es que, como cualquier otra central nuclear, la planta del Valle de Tobalina «tenía que acabar cerrando antes o más tarde», debido a los múltiples factores que condicionan su actividad. Así ... lo subraya Luis Oviedo, abogado de Ecologistas en Acción, una de las organizaciones más activas en la exigencia de cierre de la central durante muchos años.

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De hecho, tal y como asegura el propio Oviedo, cuando se planificó la instalación se hablaba de una vida útil de 25 años y acabó siendo de 41. Aún así, asegura, la desconexión de la central vino determinada por una sucesión de circunstancias, empezando por la propia presión social. Una presión social que a su juicio motivó la orden de cierre por parte del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Sin embargo, aquella decisión, aunque determinante, no fue la definitoria. Y es que, a ella se le sumaron una miríada de factores vinculados directamente con la operatividad de la planta y su rentabilidad económica. «El problema de las centrales nucleares es que a medida que van avanzando los años, los gastos en seguridad se van incrementando de manera exponencial». Básicamente, asegura Oviedo, Nuclenor estaba en la obligación de invertir millones de euros para adecuar la instalación si quería seguir funcionando, como así quedo patente en la autorización concedida en 2014 por parte del CSN.

A mayores, asegura, la energía nuclear es más «difícil de maniobrar» que otros tipos de generación eléctrica y «la central estaba amortizaba», por lo que fue Nuclenor quien, en última instancia, decidió desconectar el reactor previo debate interno entre Iberdrola y Endesa, socios en la empresa.

Y todo hace indicar que hace tiempo que ya no hay vuelta atrás, por muchas «ocurrencias» que aparezcan en torno a este asunto, según Oviedo. De hecho, la central se encuentra ahora mismo a las puertas de ser transferida a Enresa para su desmantelamiento definitivo. Y «cualquier opción de hacer algo allí en tanto en cuanto se esté llevando a cabo el desmantelamiento parece una opción totalmente descartada» por múltiples factores.

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En todo caso, Oviedo, que sostiene que la energía nuclear es una actividad «llamada a desaparecer en un futuro», lamenta el abandono que ha sufrido la zona desde el cierre de la central. A su juicio, el Plan Garoña, anunciado a bombo y platillo por el entonces ministro Manuel Chaves, fue «el cuento de la lechera», y el Valle de Tobalina entró de lleno en una travesía en el desierto.

A la espera del desmantelamiento

Una travesía en el desierto que podría verse frenada en seco si se cumplen las expetativas laborales vinculadas al desmantelamiento de la central. En este sentido, Oviedo insiste en que «tenemos la experiencia de Vandellós, donde se sigue trabajando» más de dos décadas después de que se decretara el cierre de su primer reactor. «El desmantelamiento de una central es un proceso lento en sí mismo» que también ha de realizarse en Garoña, donde «dentro de 25 años aún habrá gente trabajando», asegura Oviedo. De hecho, subraya, durante la fase principal del desmantelamiento de Vandellós se generó «casi la misma actividad que cuando se construyó», y en Garoña también habrá un impulso al empleo durante esta fase.

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Habrá que ver, en todo caso, cómo afecta en realidad ese proceso a un entorno que, de momento, deberá convivir con los residuos generados por la actividad de la planta, que se almacenarán en la propia instalación una vez descartado el proyecto del Almacén Central, que se encontró con la oposición frontal de los grupos ecologistas al no estar vinculado a un compromiso de no generación de nuevos residuos.

En este sentido, y reconociendo que la decisión de almacenar los residuos en las propias centrales «condena a las comarcas» donde están ubicadas, Oviedo considera que esta opción es «la manera menos insegura de gestionar los residuos» nucleares si «se cumplen las condiciones necesarias para ello».

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