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Diez años después de su desconexión de la red eléctrica, la central nuclear de Santa María de Garoña está a las puertas de su desmantelamiento. Un desmantelamiento que, tal y como quedó finalmente definido semanas atrás, se verá complementado con la construcción de un almacén ... para los residuos generados durante su actividad.
Se trata, sin duda, de un proceso complejo, que exige de las mayores garantías de seguridad y que, siguiendo el ejemplo de otros procesos similares desarrollados ya en España, se prolongará durante muchos años, generando una importante actividad en las instalaciones.
De hecho, Nuclenor y Enresa, empresa pública encargada de la gestión de los residuos nucleares en España, llevan ya muchos meses preparando el terreno. Así, ya se han abordado cuestiones como las «caracterizaciones radiológicas, la eliminación de riesgos convencionales o la puesta fuera de servicio de sistemas no necesarios para el desmantelamiento». Asimismo, ya se está desarrollando la carga de combustible gastado en los contenedores especiales adquiridos tiempo atrás para Enresa para tal fin.
Sin embargo, el desmantelamiento efectivo aún no ha empezado. Y no lo hará hasta que Enresa no asuma formalmente la titularidad de la planta, un trámite que se espera desarrollar a lo largo del próximo ejercicio después de que meses atrás se superara la fase de información pública.
A partir de ese momento comenzarán a desarrollarse los numerosos trabajos contemplados en el millonario proyecto de desmantelamiento. En un principio, el coste del desmontaje de la central se disparará hasta los 148 millones de euros y los Presupuestos Generales del Estado ya contemplan una inversión de 19,1 millones para 2023.
El desmantelamiento se desarrollará en dos fases. En la primera se culminará la evacuación del combustible gastado y se desmontarán los grandes componentes del edificio de turbinas. Posteriormente se abordará el desmantelamiento del propio reactor nuclear, así como del resto de edificios que hayan estado en contacto con algún tipo de material radiológico, y se continuará con las descontaminaciones, desclasificaciones y demoliciones de edificios. Todo ello para concluir con la restauración total del emplazamiento.
Paralelamente, y después de que el Gobierno descartara la opción de construir un almacén central de residuos, se deberá construir en las instalaciones de Garoña un Almacén Temporal Descentralizado (ATD) que se ha proyectado, eso sí, sin un horizonte temporal claro. Esto es, un cementerio nuclear.
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Gabriel de la Iglesia
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Ahora mismo, los primeros contenedores, diseñados de manera específica para esta operación, se han cargado sobre una plataforma de hormigón preparada ante riesgos sísimicos. Sin embargo, esa situación es provisional, ya que en los próximos años se debe levantar un nuevo edificio de hormigón destinado a albergar todo el combustible gastado y otros residuos nucleares generados durante la actividad de la planta. Sólo para el almacenamiento de las barras de combustible serán necesarios 48 contenedores ya comprometidos.
De acuerdo con la planificación del Ministerio para la Transición Energética, el ATD de Garoña deberá estar completamente operativo para el año 2026. A partir de ahí, el diseño de los contenedores se ha planteado con una vida útil de 60 años, con el objetivo de que, a largo plazo, sean debidamente gestionados.
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