Borrar
Imagen del Teatro Principal de Burgos a principios de siglo XX. Archivo Municipal de Burgos
El Teatro Principal: 25 años de su renacimiento
Edificios singulares de Burgos

El Teatro Principal: 25 años de su renacimiento

El Teatro Principal de Burgos, un edificio isabelino de gran valor, permaneció medio siglo cerrado y en ruina hasta su rehabilitación en 1997

Domingo, 6 de noviembre 2022, 09:27

Hoy, su presencia y peso dentro de la programación cultural burgalesa es incuestionable, pero no siempre fue así. De hecho, el Teatro Principal, uno de los focos de actividad cultural más relevantes de los últimos 25 años en la ciudad, a punto estuvo de desaparecer. Es más, el histórico inmueble permaneció cerrado a cal y canto durante más de 50 años mientras sus muros, butacas, luces y telones se deterioraban progresivamente, amenazando incluso con el colapso de la estructura mientras en el Ayuntamiento se acumulaban proyectos y propuestas infructuosas. Pero, tras varias décadas de idas y venidas, en 1997 se culminó su ambiciosa restauración, con la que el Teatro Principal volvió a representar el papel que quizá nunca debió dejar de representar.

Lo cierto, eso sí, es que la historia del elegante edificio isabelino está plagada de complicaciones, incluso antes de que fuera levantado. El proyecto, de hecho, tardó varias décadas en ver la luz. Ya a principios del siglo XIX se evidenció la necesidad de consolidar en Burgos un teatro en condiciones, capaz de acoger los numerosos espectáculos que querían acudir a la ciudad y veían que las instalaciones con las que históricamente se había contado no cubrían las necesidades. Y eso que antecedentes hubo a puñados. El Teatro La Puebla, el Corralón de las Tahonas o el Patio de Cantarranas fueron sólo algunas de las numerosas instalaciones que dejaron su poso en el acerbo cultural burgalés.

Sea como fuere, acabaría siendo Román Varona quien propusiera formalmente la construcción de un nuevo teatro de carácter municipal en la ciudad en 1829. Para ello, se eligió al arquitecto José Julián Calleja, quien diseñó un elegante edificio ubicado en el final del paseo del Espolón, justo enfrente de la que entonces era Cárcel Real.

Sin embargo, aquel proyecto no fructificó y apenas dos años después se paralizó toda actividad a la espera de que finalmente prosperara alguna de las muchas ideas que había sobre la mesa. El propio emplazamiento fue puesto en tela de juicio en numerosas ocasiones, llegando a plantearse la posibilidad de levantar el edificio en la parcela de la Cárcel o en Cantarranas, actual Almirante Bonifaz.

Y así fueron pasando los años hasta que, finalmente, en 1843 comenzaron las obras, a cargo del arquitecto Francisco Angoitia. Poco duraría la alegría, no obstante, puesto que apenas unos meses después se tuvieron que paralizar los trabajos ante la falta de fondos. Una situación que se prolongó durante más de una década, en la que el proyecto fue revisado, modificado y replanteado en innumerables ocasiones.

Construcción

La situación acabaría de desatascarse a mediados de la década de 1850, cuando las obras finalmente cogieron velocidad de crucero. Así, en 1858 se procedió, al fin, a la inauguración y apertura del flamante edificio.

Originalmente, el teatro en sí contaba con algo más de un millar de butacas, así como numerosos palcos y todas las comodidades de la época, incluyendo los elementos propios de un teatro con usos múltiples. Todo ello vestido con gusto en un estilo isabelino que se convirtió en una referencia arquitectónica indiscutible en la época y con varios bajos comerciales.

A partir de ahí, el edificio brilló con luz propia durante varias décadas, en las que se sucedió la presencia en su escenario de los mejores artistas y compañías de la época. Además, a mediados de la década de 1880, la sociedad Salón de Recreo, inquilina de una zona noble del Teatro como el Salón Rojo, inauguró el anexo del Polisón.

Sin embargo, los problemas no tardarían en aparecer. Con la llegada del nuevo siglo comenzaron a verse las costuras del inmueble ante la falta de mantenimiento. El estado de la cubierta y otros elementos empezó a causar quebraderos de cabeza que el Ayuntamiento de Burgos no supo corregir por distintos motivos, según cuentan los periodistas Miguel Calvo y José María Chomón en su libro 'Muerte y resurrección del Teatro Principal'.

Cierre definitivo

La indefinición de los munícipes, la falta de fondos para afrontar grandes obras y la paulatina aparición de nuevas salas, teatros y auditorios privados en la ciudad fueron sumiendo al Teatro Principal en un paulatino abandono que culminó el 28 de agosto de 1946. Ese día, y tras una sucesión de breves arrendamientos, el Teatro Principal bajó definitivamente el telón y el Ayuntamiento echó el candado.

En principio, se trató de un cierre temporal mientras se tramitaba el proyecto de reforma, pero aquella situación se prolongó durante 51 largos años, en los que se sucedieron los proyectos, ideas, debates e incluso conflictos sin que se terminara de encontrar una solución efectiva a la situación. Los sucesivos alcaldes y concejales pusieron sobre la mesa una miríada de ideas, desde la restauración (proyectada en varias ocasiones), hasta el derribo del inmueble y ampliación del paseo del Espolón, pasando por su venta a manos privadas.

De entre todas las ideas que se llevaron a barajar, destacaron dos, por el interés mostrado y la relevancia que planteaban. La primera se basó en el desarrollo de un concurso de ideas para el derribo del inmueble y la consiguiente construcción de un edificio de carácter cultural-comercial a cargo de la iniciativa privada. Dicho concurso lo ganó un ambicioso proyecto que incluía, entre otras muchas cuestiones, un aparcamiento subterráneo y un diseño neobarroco. La segunda fue una propuesta de permuta entre el Teatro Principal y la Casa del Cordón, que ya era propiedad de Caja de Burgos. En este caso, la intención del Ayuntamiento era instalar en el histórico palacio de los Condestables la Casa Consistorial, que también llegó a plantearse en el propio teatro.

Ni esas dos propuestas ni el resto de las que durante años se pusieron sobre la mesa salieron adelante. El problema en la mayoría de los casos es que el Ayuntamiento no tenía dinero suficiente como para afrontar los ambiciosos proyectos.

Sea como fuere, el Teatro Principal, cerrado desde 1948, seguía languideciendo. Su último gran inquilino, la Sociedad Salón de Recreo, abandonaba definitivamente sus instalaciones en diciembre de 1975 y, varios meses después se declaraba formalmente el estado de ruina del edificio, que paulatinamente fue perdiendo muchos de sus elementos, cedidos o vendidos a particulares y otras instituciones.

El Teatro llevaba ya 30 años cerrado. Algo había que hacer. Y de nuevo, las ideas y proyectos se amontonaban en la Casa Consistorial, incluida su cesión a la Universidad de Valladolid o a la recién creada Universidad de Burgos, sin que ninguno de ellos llegara a fructificar, mientras aquella mole isabelina, lastrada por la falta de uso y mantenimiento, permanecía sumida en el abandono a ojos vista de todos los burgaleses.

Imagen de la noche de inauguración de la reforma del Teatro Principal. Archivo Municipal de Burgos

Y así continuó otras dos décadas hasta que, finalmente, en 1995, el Ayuntamiento, liderado en aquel entonces por Valentín Niño, consiguió sacar adelante el proyecto de reforma. Un proyecto diseñado por el arquitecto José María Pérez 'Peridis' y cuyo presupuesto, estimado inicialmente en algo más de 1.000 millones de pesetas, acabó incrementándose en un 40% tras el equipamiento y los modificados. Poco antes, el Supremo ratificaba la declaración del edificio como Monumento Histórico.

Polémico reestreno

Finalmente, y tras dos años de obras cofinanciadas por otras administraciones, el Teatro Principal reabría sus puertas en un flamante estreno marcado, de nuevo por la polémica, en este caso derivada de las invitaciones para la inauguración. Y es que, tal y como relatan Calvo y Chomón, la práctica totalidad del aforo estuvo compuesta por «funcionarios municipales y sus esposas o acompañantes, así como el resto de políticos, amigos de los políticos, familiares de los políticos, familiares y amigos de los amigos de los políticos y algunas autoridades más», amén de la propia infanta Cristina, invitada de excepción. Sólo una decena de ciudadanos pudieron acudir al estreno tras un sorteo.

Para aquella cita se contó la actuación con el Orfeón Donostiarra y la orquesta Sinfónica de Madrid, que interpretaron la Novena sinfonía en re menor de Beethoven bajo la dirección de Rafael Frübeck de Burgos.

Consolidación

Sea como fuere, desde aquel día, el Teatro Principal se ha consolidado como indiscutible referencia cultural en Burgos. Por su escenario pasan cada año una miríada de propuestas, mientras que su biblioteca, el Salón Rojo o la Sala Polisón son habituales en cualquier programación cultural o acto institucional. En el gran salón, de hecho, se ofician multitud de bodas civiles cada año. Y todo ello, condimentado por la sala de exposiciones, que permanece ocupada durante buena parte del año.

Así, la única nota negativa continúa siendo hoy en día la cafetería Polisón, que acumula quebraderos de cabeza a cuenta de su concesión. Ya lleva casi dos años cerrada al público y, en el mejor de los casos, aún deberá permanecer varios meses más en esa situación mientras el Ayuntamiento encuentra a algún interesado en gestionarla.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

burgosconecta El Teatro Principal: 25 años de su renacimiento