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Barrio de San Esteban. JCR
Burgos Misteriosa

Los ocho años negros del barrio de San Esteban

San Esteban ha pasado por sus años negros en diferentes épocas históricas; ahora, rehabilitado, es una zona apacible, con dos museos de referencia en arte religioso, el del Retablo, y de vanguardia, el CAB. Pero en otras etapas, algunas cercanas en el tiempo, escenario del horror

Viernes, 20 de octubre 2023, 07:31

Cuatro homicidios, todos ellos sin pena, ocurrieron a principios del siglo XX en este barrio, el más antiguo de Burgos. Una etapa histórica sangrienta y tétrica, en un lugar pobre; un espacio urbano abandonado y desordenado; de casas bajas, pequeñas y con la pobreza ... a flor de piel; en ese contexto, la vida estaba poco o nada valorada.

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Una sociedad analfabeta o al borde de la incultura. Familias estructuradas en el aspecto formal, pero totalmente desestructuradas en lo afectivo. Hombres maltratadores, vencidos por los vicios y el alcohol. Es el caldo de cultivo más propicio para que se produjeran los hechos. Y cosa curiosa, los cuatro homicidios se saldaron sin pena para los que los llevaron a cabo.

La escritora, jurista y académica de la Real Academia Burgense, Institución Fernán González, María Jesús Jabato los describe en su libro 'Crónica Negra de Burgos'. En estas historias -y en otras 123 -, la autora descubre la muerte en forma de crímenes de unos desdichados burgaleses que, presos de ira o de desamor, acabaron con la vida de sus congéneres.

Los cuatro casos que abordamos hoy son peculiares. Todos ellos ocurrieron entre 1900 y 1907. Ocho años negros en el barrio de San Esteban. Todos los criminales -los que produjeron la muerte a otros- se enfrentaron a otros culpables de delitos -los que murieron-. Porque los jurados que juzgaron las causas -en tres de ellos- encontraron eximentes para librarles de la cárcel.

Los problemas familiares

Todos son crímenes familiares. Hijos que matan a padres, hermano contra hermano, cuñados entre sí… hijos contra padrastros… Y cada uno de ellos una historia triste. Triste por las muertes, pero ya antes aun de las muertes, en las cuatro familias se destilaba un ambiente oscuro, tenebroso… lugares enrarecidos por aires de desconfianza y el alcoholismo; espacios en los que los malos tratos de maridos contra esposas eran el pan nuestro de cada día.

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Y en los juicios se destaparon todas las vergüenzas, lo peor de cada casa. Y como en cada uno de ellos, la eximente de legítima defensa, en algún caso, o de defensa de la madre o hermanas en otros casos que son también el denominador común.

Jabato relata en su libro la crónica del horror en los juicios. Con una pluma ágil e inteligente, hace un relato periodístico y jurídico muy interesante de cada caso. Además, están aderezados con el genio propio de una escritora esmerada que da el detalle justo; ni más, ni menos.

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Plazoleta de bajada a Saldaña. JCR  

Agustín Merino

El primero de los casos es el de Agustín Merino. El hombre, ebrio, insultaba y maltrataba a su mujer, Agustina, y a su hija, Teresa. El drama en la casa estaba servido. Preso de ira, Agustín no reparaba en qué hacía; en un descuido, se escapó Teresa y fue a buscar a su hermano al taller en el que trabajaba para intentar frenar el ímpetu agresor de su padre. Estamos en octubre de 1902.

El hermano, Victoriano, intentó hacerle entrar en razón a su padre; pero la ira de Agustín iba en aumento. Y el hijo se convirtió en una víctima más; el padre sacó su navaja con la intención de agredirle, pero sus lanzadas sólo le rasgaron la camisa. El hijo sacó la suya e hirió de muerte a su padre. «Cometido el crimen se presentó voluntariamente en la autoridad. El Ministerio Fiscal calificó los hechos como homicidio con agravante de parentesco, mientras que su abogado defensor solicitó su absolución por la aplicación del eximente de legítima defensa».

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Ya entonces, los juicios de este tipo se celebraban con jurado. Este dictó veredicto de inculpabilidad. Los procesos, abiertos al público, se convertían en un espectáculo para el pueblo que llenaba las salas de vistas cuando se celebraban estos procesos.

El tribunal del jurado dictó veredicto de inculpabilidad y la sentencia del tribunal «fue absolutoria con marcadas muestras de aprobación del número público que llenaba la sala, según relata la crónica del juicio».

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Anselmo González, Colorín

Dos años antes, al anochecer del 21 de enero de 1900 estaba Cirilo Pérez en la taberna del Chirola, que se ubicaba en el Arrabal de San Esteban. De repente se presentó allí su hermana Anastasia. Su marido, al que apodaban 'Colorín', le estaba propiciando una paliza a su madre con una desmedida agresividad.

No era un hecho aislado porque Colorín era, al parecer, un hombre muy agresivo. Jabato recoge en su texto cómo «salió Cirilo de la taberna y fue su casa donde, tal y como le habían dicho, encontró a su hermano político Anselmo González, 'Colorín', pegando a su madre».

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Al contemplar la horrorosa escena y «ciego de coraje» tomó un cuchillo y se lo clavó en el pecho causando la muerte. «Fue detenido y encausado; el Ministerio Fiscal, representado por Manuel García López, calificó los hechos de homicidio, concurriendo las circunstancias de agravante de parentesco, atenuante de arrebato u obcecación y eximente incompleta de legítima defensa».

Por el contrario, su abogado solicitó la absolución al entender que cometió el crimen en defensa de su madre, «mediando, agresión y legítima necesidad del medio empleado para repelerla y falta de provocación». El Jurado entendió que no era culpable y el Tribunal dictó sentencia absolutoria.

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Balbino y Victoriano

Balbino y Victoriano Gutiérrez era hermanos. Vivían con sus padres en San Esteban y se dedicaban al oficio de pintor. Dormían en la misma habitación de la casa paterna. La noche del 30 de abril de 1905, Balbino se había ido a la cama y sobre las 23:00 horas llegó Victoriano, quien le pidió unas cerillas para encender un cigarrillo. Pero Balbino, en duermevela, ni siquiera le contestó.

Su silencio provocó la ira de Victoriano, que empezó a proferir voces; y el hermano, «despertando malhumorado, encendió el candil, se vistió y comenzaron a reñir y pegarse». Ante el tumulto acudieron los progenitores que «trataron sin éxito de apaciguarlos». De repente, Victoriano se sintió mortalmente herido en el pecho. Un cuchillo le había seccionado la arteria subclavia.

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El Ministerio Fiscal acusó a Balbino de un «homicidio con el agravante de parentesco». Pero su defensor argumentó que el fallecido había golpeado a su hermano para despertarlo e insultó a los padres y tirándolos al suelo, por lo cual debió de salir en su defensa y en la propia. Por ello calificó los hechos como homicidio, con la eximente de legítima defensa solicitando la absolución.

«El juzgado dictó veredicto de culpabilidad apreciando la eximente», pero Fiscalía retiró la acusación y el juez dictó la sentencia absolutoria.

Ricardo Granados

Un caso más de violencia machista se daba en la casa en la que vivía el matrimonio formado por Ricardo Granados y Dolores Bermúdez. Detrás de la violencia se encontraba la conducta depravada del marido y los malos tratos de que hacía víctima a su esposa.

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«El 6 de abril de 1907 a las dos de la madrugada, Ricardo la amenazó con un cuchillo; ella dio voces de auxilio, llamando a su hijo David, uno de los dos que tuvo de un matrimonio anterior, que viviera en el domicilio familiar». El joven se levantó de la cama y vio que su padrastro tenía a su madre sujeta por el cuello contra la pared.

Al ver a David, Ricardo se fue contra él diciéndole que lo mataría como a su madre. En ese momento, el hijo de Dolores tomó un cuchillo y le seccionó la aorta. David fue detenido. El Ministerio Fiscal calificó los hechos como «homicidio».

La defensa de David reclamó la absolución por legítima defensa de la madre y de él mismo, sin que concurriera intención de causar daño tan grave. El tribunal del jurado dictó veredicto de culpabilidad, pero estimó la concurrencia de la eximente de legítima defensa y el juez dictó sentencia por la que absolvió David del delito de homicidio de Ricardo Granados.

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