La ciudad se volcó con Campofrío tras aquel duro domingo de 2014 en el que un devastador incendio arrasó la planta La Burba. La Universidad de Burgos fue una de las instituciones que ofreció su ayuda, desinteresada, para tratar de suavizar el impacto que el ... trágico suceso iba a tener sobre la economía burgalesa. Y mientras la dirección de la cárnica comenzaba los trámites para reconstruir la factoría, con la vista puesta en el otoño de 2016, se fueron forjando colaboraciones que aventuraban un próspero futuro investigador para la ciudad, que se quedó en un mero sueño.
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Todo comenzó cuando la UBU, con el entonces rector Alfonso Murillo, ofreció a Campofrío dos de sus laboratorios de Microbiología y Tecnología de los Alimentos para que la multinacional pudiera continuar con los trabajos de investigación y los controles de calidad, microbiológicos, físico-químicos y de trazabilidad. Con la factoría destruida, la producción se llevó fuera de Burgos. Sin embargo, el control de calidad de los productos y la investigación podían, y debían, continuar en Burgos, pues en marcha estaba la nueva fábrica.
El convenio de colaboración, con una vigencia inicial de dos años, incluía la realización de cursos, seminarios y jornadas formativas para los trabajadores de Campofrío, a modo de actualización de conocimientos mientras se recomponía la situación. También la realización de proyectos y programas conjuntos de investigación, desarrollo e innovación y la creación de un programa de prácticas académicas para los estudiantes de la Universidad, a fin de que pudieran poner en práctica sus conocimientos teóricos en las instalaciones de Campofrío.
Los contactos para concretar esta colaboración dieron paso a un proyecto más ambicioso. La UBU, auspiciada por la Junta de Castilla y León, planteó la posibilidad de aprovechar la oportunidad para convertir a Burgos en epicentro de la I+D+i de Campofrío. El objetivo era construir en la ciudad, mediante un proyecto de colaboración público-privada, un Centro de Investigación de Industrias Agroalimentarias (Ceniagra), referente internacional que daría trabajo a más de 60 personas. En el mismo, Campofrío investigaría y la UBU podría mejorar la formación de sus alumnos.
La idea era que la UBU se encargase de la construcción del edificio, aportando en torno a 3,5 millones de euros, y Campofrío pusiese el equipamiento, valorado en la misma cantidad. La Universidad contaría con una ayuda de la Junta de 1,2 millones de euros, para sufragar parte de la obra civil, y el proyecto se completaría con la colaboración del Ayuntamiento de Burgos, que cedería una parcela de 6.000 metros cuadrados, ubicada junto al CIBA (Centro de Investigación de Biotecnología Alimentaria), para la construcción del edificio.
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Con el compromiso sobre la mesa, arrancó la tramitación administrativa. La UBU y el Ayuntamiento suscribieron el convenio para la cesión de la parcela y se procedió a aprobar el estudio de destalle que modificaba el uso de la misma, reservada para albergue juvenil en el Plan General de Ordenación Urbana. Mientras, la UBU reservaba en su presupuesto de 2016 una partida de 1,2 millones para arrancar con el proyecto y Campofrío presentaba el proyecto básico, pues en sus manos quedaba el diseño del centro de investigación.
La iniciativa seguía adelante, aunque acumulaba algunos retrasos. Si inicialmente se pensó en abrir el centro en 2017, luego se pasó ya a 2018. Así hasta que, de repente, el proyecto del Centro de Investigación de Industrias Agroalimentarias se paralizó. En la Universidad de Burgos, a día de hoy, prefieren no hablar del asunto. Solo confirman que el proyecto está paralizado y, aunque nunca han querido explicar de manera exhaustiva los motivos, se sabe que Campofrío decidió abandonar el proyecto, una vez los Mexicanos se hicieron con las riendas de la multinacional y descartaron Burgos, optando por su tierra para proyectos de similares características.
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Así, Burgos se quedó sin ese gran centro de investigación internacional, un proyecto que en la UBU querían que fuera un modelo de colaboración público-privada a seguir por las empresas burgalesas. La Universidad dedicó mucho esfuerzo, aunque no llegó a hacer ninguna inversión, y de momento se ha quedado con la parcela cedida por el Ayuntamiento con la idea de desarrollar algún proyecto en el futuro. Lo único claro es que el cambio de dirección en Campofrío, la pérdida de poder de los gestores burgaleses, acabó dando al traste con un Ceniagra que iba a ser la envidia de muchos.
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