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«La ludopatía es una enfermedad y a las personas con ese problema hay que tratarlas porque son enfermos», así lo explica David Burgos, psicólogo de la Asociación Burgalesa para la Rehabilitación del Juego Patológico (Abaj) que tiene más de 30 años de historia ayudando ... a burgaleses con problemas de adicción al juego. La situación que atraviesa el país desde que estallara la crisis del coronavirus, ha puesto a prueba también a quienes luchan día tras día por superar la ludopatía.
«Sabemos que con el confinamiento se está incrementando el juego online, porque la gente tiene mucho tiempo libre y es muy fácil acceder a estas páginas simplemente con tener un móvil», confiesa Burgos, un hecho muy «preocupante» que, sin embargo, todavía no se ha traducido en un incremento de llamadas a la asociación. Según este psicólogo, la disminución de llamadas les ha llamado la atención: «Habitualmente hacíamos hasta tres o cuatro entrevistas y este mes no han llamado más que dos personas». Pese a todo, siguen trabajando adaptándose a la nueva situación, «hacemos las terapias online y tenemos a 120 personas divididas en varios grupos».
No obstante, asegura que están «sobrepasados» de usuarios de toda la provincia, «cada vez tenemos más gente joven, el perfil del jugador ha cambiado mucho, el adicto al juego en internet es un varón de entre 18 y 30 años y considera que no hace nada fuera de lo normal, porque hay aceptación social y tiene la sensación de que todo el mundo juega», señala Burgos. Y añade un dato escalofriante: «Si una persona tarda en engancharse a los juegos tipo máquinas, ruletas, bingo etc. entre tres y cinco años, con el juego online el tiempo se acorta a solo medio año».
La buena noticia que arroja el psicólogo de Abaj desde su dilatada experiencia es que «hay salida». El porcentaje de recaída después de pasar por la rehabilitación es prácticamente nulo, «trabajamos mucho, que es el único secreto para salir de esto, ofrecemos 260 horas de tratamiento al año y las recaídas son inexistentes», reconoce Burgos.
Apela a que las familias se atrevan a dar el paso y busquen ayuda: «La persona enferma nunca va a reconocer que tiene una adicción, pensará que controla pero la realidad es que es que el juego es su vida«. En este sentido, Burgos expone que el entorno del jugador, «novias, esposas, padres, habrá notado un cambio muy brusco en su forma de comportarse y son quienes más lo sufren». Por eso advierte de que hay otros tipos de juego «más peligrosos si cabe», se trata de los que no conllevan apostar nada, «son de ordenador, parecen inofensivos y lo cierto es que son aún más adictivos, hay jóvenes que han acabado ingresados en Psiquiatría en el HUBU porque lo dejan todo por seguir jugando», lamenta Burgos.
«Jugar en sí mismo no es malo, es malo el exceso», puntualiza porque los límites son cualitativos más que cuantitativos, esto quiere decir que el juego será un hábito enfermizo en el momento en el que la persona «deja de hacer cualquier cosa para jugar, deja de dormir, de socializar, necesita seguir jugando no para sentirse bien, sino para no sentirse mal». Y a esto añade que «tiene solución», por lo que anima a todas aquellas personas que hayan detectado un comportamiento así en su entorno a contactar con la asociación a través de la página www.ludopatiaburgos.es .
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