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Entrada de la prisión de Burgos. RRH
«No todos pueden estar solos en la celda, imagina pasar años durmiendo con alguien a quien no conoces»
Dentro de la prisión de Burgos

«No todos pueden estar solos en la celda, imagina pasar años durmiendo con alguien a quien no conoces»

El equipo de trabajo de la prisión de Burgos pone en valor la función pública de la cárcel y el trabajo que en ella se realiza

Domingo, 11 de diciembre 2022, 09:16

La prisión de Burgos cumple 90 años y son numerosos los cambios que la distancian con la prisión que fue en su inauguración. Uno de los más importantes, más allá de los tratamientos que se ofrece a los internos para una reinserción real, son ... las condiciones en las que estos viven en las instalaciones de la cárcel.

La convivencia que se desarrolla dentro de los muros de esta edificación se basa en la disciplina y, además, sin poder elegir con quién compartir espacios y momentos. «Aquí no todos pueden estar solos en la celda, imagina pasar años durmiendo con otra persona que no sabes quién es», plantea Natalia Roncal, psicóloga de la prisión.

Y aunque Elena Ramos, la directora, tiene claro que la institución «no tiene que ser un hotel de cinco estrellas» sí es necesario que tenga unas condiciones decentes. «Es un servicio público como otro cualquiera y como un servicio público que damos en nuestro país tiene que ser digno», incide Natalia.

No son las únicas que lo creen, tras muchos años de trabajo en prisión, Alejandro Villafañe, el educador, cree que «una prisión tiene que tener muy buenas condiciones, cuanto mejor pueda la sociedad», aunque todos asienten cuando Sara Martín, la trabajadora social, expone que «eso no está bien visto». «Ojalá tuviésemos prisiones de cinco estrellas porque, para mí, indicaría que tenemos una sociedad muy diferente, de diez. Tendríamos un médico para cada persona, o unas carreteras sin un bache», alega Alejandro.

Pero más allá de sueños o deseos, la necesidad de que las condiciones en las que viven los reclusos se tornan en algo tangible cuando Natalia vuelve a tomar la palabra: «No tener buenas condiciones también repercute en las probabilidades de cómo salga. El hacinamiento produce más malestar, ansiedad, más problemas y eso también repercute cuando un interno sale en libertad. Es un poco contradictorio que las mismas personas a las que no les gusta que las cárceles tengan buenas condiciones luego no quieran delincuencia, cuando la solución es darles buenas condiciones para que salgan de aquí lo mejor que puedan. Y lo mejor que puedan es no estar hacinados, estar en unas condiciones mínimas de alimentación, higiene… Mínimas o como tienen que ser y así se trabaja para evitar la reincidencia y la delincuencia. Es un poco contradictorio ambos deseos».

Las buenas condiciones ayudan también a que después puedan afrontar su nueva vida con mejores garantías. «A veces la salida es atroz», reconoce la trabajadora social, un momento en la vida de los internos en los que pocas veces la sociedad piensa. «Solo pensamos en el entrar, pero salir… siempre pensamos «qué contentos estarán», pues hay gente que tiene mucho miedo de salir porque han estado como en una burbuja. A algunos no les cuentan todas las desgracias familiares, están en una burbuja, salen y se tienen que enfrentar a muchas cosas que aquí han tenido cubiertas. Como la toma de decisiones», explica Natalia.

Arquitectura peculiar

La prisión de Burgos tiene un arquitectura peculiar, con un patio que no tiene nada que envidiar a muchas plazas de pueblo y que permite una comunicación mucho más cercana y directa. «La prisión es una prisión de cuerpo a cuerpo. Los funcionarios de vigilancia, además de los funcionarios de tratamiento, están permanentemente conviviendo con los presos. Los funcionarios conocen a los internos e inmediatamente dan la voz de alarma cuando alguno de ellos está un poco más 'pochito' . Si hay alguien que tiene un bajón, si van a la celda y ven que hay algún signo de que aquello no va bien, son los primeros que dan la mano, hacen una llamada, intentan solucionar, hablar… Es verdad que funciona un poco a modo comunidad, con funcionarios de vigilancia y funcionarios de tratamiento. Entonces hay que trabajar las recaídas, tanto en drogodependencia como psicológicas a la hora del cumplimiento de condena», afirma Elena.

Retos para el futuro

Para el futuro, Elena Ramos sueña con tener más recursos humanos que le permitan abrir la prisión entera. «Hay un departamento cerrado por falta de funcionarios de vigilancia», explica, por lo que aunque lo normal era tener entre 400 y 500 internos la cifra ahora oscila entre los 200 y 350.

«La prisión estaba pensada para 700 reclusos, pero estuvo «habitada» por hasta 5.000 presos. Después de la Guerra Civil hubo un hacinamiento bestial, en los años de la democracia se estabilizó esta cifra en unos 500. Lo ideal no es eso, pero es más o menos lo que es llevadero. Luego se reduce un poco porque la población reclusa ha bajado. Ahora en España hay unos 45.000 internos y ha llegado a haber más de 80.000», analiza.

Elena Ramos se convirtió en 2020 en la primera mujer directora de una prisión en España. No es algo que piense habitualmente, ni siquiera lo vive «como algo histórico» aunque sabe «que sí que lo es». Reconoce, eso sí que la prisión es «una institución muy masculinizada y con mucha necesidad de que haya mujeres al mando de las prisiones».

En el ámbito de prisiones el puesto del trabajador sociales es un puesto muy feminizado, sin embargo el resto no tanto. Hasta hace no mucho en las cárceles los psicólogos eran hombres y en el interior de la prisión no había funcionarias. «Cuando me incorporé a la Modelo había una monja, como única mujer», recuerda Sara Martín.

Y aunque este es no de los retos del futuro, Elena tiene claro cuál es el que más le gustaría dar: los módulos mixtos. «Nos falta un paso que es muy complicado de dar en Burgos todavía. En muchas prisiones están funcionando ya módulos mixtos, que es algo que a mí me parece tremendamente importante para dar un paso más en la normalización dentro de la pena privativa de libertad, porque la gente no vive apartadas por cuestiones de género. A nosotros aquí nos falta eso, tener un departamento mixto para que puedan venir las mujeres también a cumplir condena a la prisión de Burgos. A ver si podemos aumentar los recursos humanos y podemos plantearlo de cara al futuro», desea.

Tiene claro que por infraestructuras, si estuviesen abiertos todos los módulos de la prisión «se podría plantear». «Hay que valorar todas las posibilidades y luego también es cierto que hay prisiones en Dueñas, en Soria, que son cercanas y que tienen más departamentos que nosotros, pero bueno, ese es un paso que se está haciendo en muchos centros penitenciarios que a mí me parece tremendamente positivo. Nosotros mixto solo tenemos el CIS (centro de inserción social), ahí pueden ir mujeres y hombres, aunque actualmente solo tenemos mujeres con pulseras telemáticas», finaliza Elena.

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