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Basta hablar dos minutos con un interno para cambiar la imagen que tenemos de la prisión. Durante la pandemia, en los momentos más duros del confinamiento, muchas fueron las voces que se levantaron contra las restricciones. Vivir encerrados no es fácil. Algunos dicen haberse sentido ... como en una cárcel durante los meses más duros de la covid, sin embargo, el confinamiento no tiene nada que ver con estar preso. Nos lo podemos imaginar, pero si reflexionamos un poco nos daremos cuenta de que vivimos con unas libertades de las que están privados, por sentencia judicial, los internos.
«Imagina años durmiendo con otra persona que no sabes quién es», apunta Natalia Roncal, psicóloga del Centro Penitenciario de Burgos. Salvo en algunas excepciones, convivimos con quien queremos. Y con ellos pasamos el confinamiento. En la prisión, «no todos pueden estar solos en una celda» y aprender a convivir con otras personas, con gente tan diferente, con problemáticas y realidades tan distintas, «es un ejercicio». Y todo, sometido a una disciplina, al respeto a la autoridad y a la obediencia que rige una prisión.
De ahí que los permisos y las salidas programadas sean, no solo deseadas sino tan importantes en el proceso de reeducación y reinserción. La directora del centro de Burgos, Elena Ramos, recuerda que el gran cambio que han experimentado las cárceles en democracia ha sido la implantación de los tratamientos individualizados. Un programa casi personalizado, en el que se tiene en cuenta la problemática particular del preso, sus carencias personales, laborales, formativas, sociales y psicológicas, para intervenir con fines reeducativos.
La prisión «es un paréntesis» en la vida de un interno, así que es importante prepararle para cuando llegue el momento de volver a la 'otra' realidad. «Que una persona pase por prisión sin haber disfrutado de permisos ordinarios de salida, sin haber disfrutado de permisos de fin de semana, ni de salidas programadas, ni de programas en el exterior, es una persona que saldrá con muchos problemas». Y aboca la reinserción al fracaso.
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Patricia Carro Ruth Rodero
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En el Centro Penitenciario de Burgos, además de los permisos regulados (y que se conceden en el marco de los programas de tratamiento individualizado y según marca la legislación penitenciaria), se organizan muchas salidas programadas. «Son un premio por el aprovechamiento de las actividades», una preparación para los permisos o una forma de que al preso «le dé el aire» si todavía le queda mucho tiempo entre rejas, explica Vanessa Diéguez, otra de las psicólogas de Burgos. Además, es una forma de «conocerles en otro entorno».
Durante este año se han hecho salidas para hacer algún tramo del Camino de Santiago; para participar en los programas de Basuraleza, limpiando el Castillo de Burgos; a Madrid para entrevistar al director de Instituciones Penitenciarias para La Voz del Patio; a Proyecto Hombre. «Queremos que las salidas vayan combinadas con estar en contacto con la naturaleza, que es lo que más echan en falta. Caminar, y que no sea en círculos», apunta la directora, quien además explica que muchos de los que salen por primera vez a la calle tras años presos, «se marean».
«Hay gente que, cuando llega al puente, se marea. Tened en cuenta que no han pisado blandito en muchos meses; ellos pisan cemento siempre». Los internos valoran las salidas, oler el aire limpio, sentir la hierba, escuchar los pájaros. «Poder comer tranquilos, porque ellos comen muy rápido en la cárcel», recuerdan las psicólogas. Y sentir los cubiertos de verdad, de metal y no de plástico. En una salida, un preso contó a los medios que «se había quedado alucinado porque, al tomar el café, le pesaba la cucharilla». «Eso es impactante», explica la directora.
Elena Ramos recuerda, además, que en todas las salidas los presos están acompañados por el personal del centro. «Es una manera de acercarte más a la persona, que nos vean de igual a igual, no como carceleros; y verles, observarles». Esas salidas también «les ayuda mucho a confiar en el personal». «Y a nosotros nos sirve para ver su actitud cuando se están comando un café o se están relacionando con gente de otro entorno», afirma. Y todo ello contribuye, además, a la reeducación, a la reinserción y a que los presos estén más comprometidos con su rehabilitación.
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