De las cosas que más impresiona a Juan Carlos García Moreno es ver las calles vacías, si coches ni peatones. Hace unos días, el Parque de Bomberos de Burgos subió un vídeo en el que se podía ver, precisamente, ese Burgos desierto en una jornada ... de domingo. «Impresionante», insiste el bombero burgalés, que está acostumbrado a recorrer la ciudad en el camión de bomberos, con las sirenas a todo trapo y esquivando vehículos. Ahora, esa situación ya no se da. Y es que la rutina de los bomberos, como del resto de profesionales, ha cambiado radicalmente desde el estado de alarma.
«Mi máxima preocupación es no caer enfermo ni contagiar para no comprometer el servicio», afirma. Es más, se trata de una obligación porque los bomberos son un servicio esencial y, además, insustituibles. Por ese motivo, se ha diseñado una nueva pauta de trabajo. «Todo a cambiado radicalmente. Somos una gran familia y tenemos un trabajo muy de convivencia durante 24 horas». Así que se han definido turnos de trabajo herméticos; no hay cambios de guardia ni refuerzos. De este modo, si hay algún contagio se envía a casa al turno completo y reorganizar el cuadrante.
Además, los bomberos ya no comen todos juntos, sino en tres turnos y una persona por mesa, lo que no impide socializar, afirma. Tampoco cocinan unos para otros, sino que cada uno lleva su comida de casa. Y las medidas de higiene y desinfección se han extremado, de modo que la primera tarea del turno entrante es desinfectar todos los equipos e instalaciones utilizados por los compañeros. Eso sí, previamente, los bomberos se lavan bien las manos y se toman la temperatura corporal. Y es que el termómetro se ha convertido en su mejor amigo.
Y bien lo deben estar haciendo porque, de momento, no tienen ninguna baja por coronavirus. Siguen libres del virus para poder prestar ese servicio esencial, que también ha cambiado en las últimas semanas. Las salidas por accidente han desaparecido, pero se han incrementado las asistencias a domicilio para atender a personas mayores o enfermas. Y allí llevan los trajes especiales, lo cual «estresa un poco», reconoce García Moreno, y eso que los bomberos están acostumbrados a llevar trajes especiales cuando hay incendios en plantas químicas, por ejemplo. El miedo al contagio y a contagiar a los que tienes alrededor siempre está ahí.
Por eso, cuando llega a casa, extrema las medidas de higiene y desinfección. «Todavía no nos han dado instrucciones de aislarnos», explica, así que viven con sus familias con todos los cuidados posibles. La entrada al domicilio es zona de desinfección, la ropa de calle se retira y se lava, las manos se enjabonan bien... «Tomamos muchas precauciones», reconoce García Moreno, quien valora la responsabilidad de los burgaleses. «Hay una gran conciencia de respetar el confinamiento», apunta, «me sorprende gratamente».
Mientras, en el Parque de Bomberos están con las antenas bien dispuestas. La paralización de buena parte de la actividad industrial de la ciudad puede suponer mayor riesgo de incendios, al mermarse la vigilancia. Y también pueden registrarse mayores incidentes en domicilios pues ahora pasamos más tiempo en casa. Pero están preparados y compaginan su alerta con las labores de desinfección en espacios públicos y privados especialmente sensibles, como las residencias de mayores, en las que han estado trabajando los últimos días.
«Ojalá no pase nada grave», afirma Juan Carlos García Moreno. Y ojalá se supere pronto la crisis sanitaria del coronavirus. «Nuestra máxima obligación es evitar cualquier tipo de contagio, porque podríamos llegar a comprometer el servicio con un contagio masivo», insiste, pero su principal preocupación es el «drama mundial» que se está viviendo. «Parece una peli de ciencia ficción», reconoce, aunque los bomberos estarán ahí para echar una mano allí donde se les necesite, remarca, porque son un servicio esencial.