

Secciones
Servicios
Destacamos
¿Por qué se le llama Martinillo al pequeño autómata que acompaña al Papamoscas de la Catedral? ¿Qué representa en realidad? ¿Quién es? ¿Qué hace en suelo santo una representación de la burla, el misterio y los fenómenos paranormales y poltergeist? Son una exageración todas estas preguntas, puede ser. O no. Es mejor que las preguntas se queden sin contestar, no sea que encontremos algo que no buscamos. Pero tras el nombre de Martinillo hay mucho más que una simple relación con el nombre de Martín.
La Castilla esotérica y de leyenda denomina con ese nombre a los duendes y a los demonios, también conocido como 'trasgo' o 'trasgu'. Si trasladáramos ese imaginario colectivo del medievo y de siglos posteriores a nuestros días, no dudaríamos en llamar fenómeno poltergeist a las consecuencias que se derivan del modo de actuar de los martinillos y los duendes.
Nos enseñaron que el Martinillo era un elemento simpático que da los cuartos y las medias en la Catedral junto al Papamoscas, que suena en las enteras. Pero a veces la literatura otorga a ese nombre otras atribuciones. Por ejemplo, don Juan Manuel, en su cuento 45 de El Conde Lucanor, denomina Martín a Satanás; y en muchas comedias y dramas de la Edad Media se le atribuye ese nombre al demonio.
Se le dibuja como un pequeño ser, cojo, cheposo, feo y rechoncho; con nariz prominente y con los ojos achinados y casi tuerto. Lo más feo y parecido a un diablo o un ser despreciable. Son seres que sólo quieren fastidiar: Cambiar las cosas de sitio, apagar y encender luces, abrir cajones… y como dicen los textos antiguos, tirar piedras.
Un lexicógrafo del siglo XVII Sebastián de Covarrubias, autor del 'Tesoro de la lengua castellana o española', en palabras de Jesús Callejo, los describió diciendo que «suelen, dentro de las casas y en las montañas y en las cuevas, espantar con algunas apariencias, tomando cuerpos fantásticos y por esta razón se dijeron trasgos». Llevan al miedo y a la inquietud.
Como la Catedral, cada rincón de la provincia guarda un secreto íntimo. Lo saben unos pocos. Otros lo intuyen. Muchos viven en la ignorancia por miedo a descubrir la verdad. Pero lo cierto es que en cada localidad hay varios secretos; en cada casa hay silencio para no hacer ver que ahí, alguien ha perdido la cabeza. No hay certezas, pero la realidad es que quien ha vivido un suceso con un duende, ha quedado impactado.
Hay muchos personajes extraños; y duendes buenos y malos a lo largo de la historia de la provincia. Pero también hay otros seres que parecen de otro mundo y que, a pesar de todas sus diferencias, no han tenido un hueco especial en la historia de la provincia. Vamos a repasar algunos de ellos, muy singulares y curiosos.
El más famoso martinillo de la provincia, también es un duende que fue protagonista (o casi) de un suceso en 1956, en Horna (Villarcayo). Hace referencia acuatro familias residían en una casa junto a la estación del Santander -Mediterráneo.
Se pasaron muchos días en vela porque, según ellos, al caer la tarde y la noche se podían oír unos tremendos golpes (que hacía un martinillo) no les dejaban dormir y los nervios cada vez se crispaban más. Alertada la Guardia Civil, los agentes pudieron escuchar los golpes secos . Pero en sus informes concluyeron que se trataba de ruidos hechos por las ratas.
Se decía que el duende de Horna hizo desaparecer en un tris todo el trigo de un silo de este barrio de Villarcayo.
Es muy curiosa la vivencia de los duendes que se tiene en Villahizán de Treviño, anudada a otras como las de Cornejo, en las Merindades. Elías Rubio, José Manuel Pedrosa y Cesar J. Palacios recogieron hace un par de décadas multitud de leyendas relacionadas con duendes, brujas y héroes.
Del caso de Villahizán relatan del testimonio directo de uno de sus informadores que «antiguamente decían que andaba en los pajares el duende ese. Cuando el difunto tío nuestro estuvo en la casa San Martín viviendo, ¡joder!, llamaba a los demás. Jugaban a los bolos [los duendes], subían y que no había nada. Y otra vez. Por eso le llamaban el duende y allí, en aquella casa, llevaron al señor cura a bendecirla. Iban tres o cuatro vecinos, subían arriba con candiles y velas, y que no había nada. Pero lo oían todo, jugaban a los bolos en el desván».
El escritor Jesús Callejo clasifica a los enemiguillos en varias categorías, una de ellas en la de diablillos familiares de los que dice «se pueden crear o heredar» y solo tienen un dueño. Cada región los asigna un nombre. Son los 'mozorros' del País Vasco o los 'ujanos' de Cantabria.
Precisamente, la montaña cántabra tiene entre sus duendes y hadas a las pequeñas anjanas y al malvado ojáncano. Estos extraños compañeros de vivienda son muy familiares diminutos y muy fieles y obedientes con el dueño de la casa porque en caso contrario, un conjuro del amo los puede desgraciar.
El escritor Jesús Callejo recoge el testimonio de la antropóloga Ana Isabel Ortega que explica el caso de Cornejo, capital de la Merindad de Sotoscueva, por testimonio de Jaime Pereda. Cuenta en la historia que un hombre, en esa localidad, en la cocina de su casa, vio un frasco en una alacena que nunca antes había visto. Preso de curiosidad lo miró, husmeó y lo abrió. Para su desgracia, empezó a retorcerse y dar saltos de dolor; empezó a sentir picotazos en las piernas y, relata textualmente «en tal sitio»; una agresión de unos «enemigos invisibles».
Alertada su esposa por los gritos, acudió a la cocina. Vio lo que ocurría tras preguntar a su esposo. «Loco, nunca hagas eso. ¿Cómo se te ha ocurrido? ¡Qué hombre! Y pronunció el siguiente conjuro: «¡Capilla Santa, para mí sacrosanta! Enemiguillos salid, nunca volved allí». Los supuestos atacantes volvieron al frasco y «nunca más molestaron» a su marido.
Si los enemiguillos realizan algún maleficio, que siempre se queda en una posesión o en dominio de la mente del afectado, el cura del pueblo, con un exorcismo, podría deshacer el entuerto. Los enemiguillos castellanos estarían emparentados con el mismo Satanás y con brujas de todo tipo. De hecho, por ejemplo, para ahuyentar todo tipo de males, en el monasterio de Villamayor de los Montes se venden las famosas cartillas de San Benito; una suerte de exorcismos para que el diablo no campe a sus anchas por la comarca del Arlanza.
España no llega a proteger a sus duendes como hace Islandia con los suyos. Según un estudio realizado en 2007 por la Universidad de Islandia, aproximadamente el 62% de la nación cree en la existencia de estos seres. Las leyes, también los protegen.
Por extraño que parezca, Islandia es un país plagado de historias de este tipo; conviven con elfos, a los que definen como criaturas pequeñas parecidas a los humanos con orejas puntiagudas; con gente oculta, que son seres interdimensionales parecidos a los humanos, y con hadas. Son pacíficos y coexisten con los humanos y se dedican a las mismas actividades cotidianas.
Un ser que causaba autentico miedo era el gigante Parranda. El periodista César Javier Palacios, con larga trayectoria en la prensa burgalesa en los años 90, en el libro 'Héroes, Santos, Moras y Brujas, del que es coautor con Elías Rubio y José Manuel Pedrosa, recoge un testimonio en Saldañuela acerca del gigante: «...era un tío muy fuerte. A lo mejor, te cogía piedras y las colgaba de los árboles. Cogía un 'arao' de estos de hierro, que había antes, y le levantaba con una sola mano. Yo no lo conocí. Se lo he oído a los de antes. No sé si murió 'reventao' por hacer excesos de pesos».
Los casos de gigantes no eran comunes pero se daban en determinadas regiones de España. El más famoso de todos era el gigante de Altzo, en Guipúzcoa, Miguel Joaquín Eleicegui Arteaga, que llegó a medir 2,40 metros, y cuyos restos fueron localizados hace cuatro años. Lo convirtieron en un personaje de circo y le pasearon y exhibieron por todo el mundo, por sus extraordinarias medidas. Sufrió lo indecible hasta su muerte.
Otro famoso gigante es el de Cigales, en Valladolid. Lo recrea el escritor Alexander Mackenzie oficial de la armada americana en su libro 'Spain Revisiteque', en 1834. recuerda el marino que en las excavaciones que se estaban ejecutando en Cigales para la construcción del Canal de Castilla había aparecido el esqueleto de un gigante de unos 20 pies.
Sobre tesoros escondidos en la provincia también hay muchas leyendas. Alguna de ellas en la propia ciudad de Burgos, donde se ha dicho que bajo el Castillo, entre la fortaleza y la Catedral y el río Arlanzón, hay un tesoro escondido.
Hay muchos testimonios rurales, como el becerro de Barbadillo del Mercado, el de Monasterio de la Sierra, Palacios de la Sierra, La Gallega, Carazo, Vizcaínos, Villamudria… Es curioso que todos son pueblos de la Sierra de la Demanda, donde se dice que «los moros escondieron un tesoro»; unos lo llaman becerro y otros lo llaman toro.
Uno de esos seres fenomenales fue el conocido como 'Monstrua de Terranova'. A últimos de noviembre de 1656, relata Arriaga en sus 'Cosas memorables de Burgos', recogido por Eloy García de Quevedo en el Boletín de la Fernán González, «trajo a esta Ciudad un marinero, una mujer monstruosa, que decía la había cogido en Terranova, yendo por pescado, y -la mostraban en un mesón en Cantarranas la Mayor (hoy calle Almirante Bonifaz), por un cuarto a cada persona».
Según relata Arriaga, su cara no era el normal de una mujer porque sus «ojos eran muy abultados y redondos, y las narices muy chatas, y el cabello como cerdas». De sus vestiduras decía, «era de diversas pieles de animales, cosidas con sus nervios, y de diversos colores. Traía botillas justas de lo mismo, y calzones, y ungarina».
Decía el marinero que «comía carne podrida y cruda»; mas nadie se lo vio comer. Arriaga concluye que «muchos dijeron era chasco, que no era tal monstruo, y que no hablaba, sino todo era reírse.
No se echaba en cama, sino debajo. Lleváronla a Madrid». El Cronista de la Provincia Fray Valentín de la Cruz recogió este acontecimiento en el Diario de Burgos de mayo de 1982. El monje desmitificó el hecho y concluyó que ese ser traído de terranova era «una pobre mujer esquimal».
Una monstrua, pero ésta de carne y hueso, es la que relata María Jesus Jabato recogida por la académica de la Real Academia Burgense. Aythami Pérez en esta sección el pasado mes de mayo de 2022, la contó con detalle ( https://www.burgosconecta.es/el-cronista/nina-giganta-burgalesa-20220518111234-nt.html ).
Publicidad
Ruth Rodero | Burgos
Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
Natalia Sáez Ursúa | Burgos
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Debido a un error no hemos podido dar de alta tu suscripción.
Por favor, ponte en contacto con Atención al Cliente.
¡Bienvenido a BURGOSCONECTA!
Tu suscripción con Google se ha realizado correctamente, pero ya tenías otra suscripción activa en BURGOSCONECTA.
Déjanos tus datos y nos pondremos en contacto contigo para analizar tu caso
¡Tu suscripción con Google se ha realizado correctamente!
La compra se ha asociado al siguiente email
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.