La experiencia es traumática, se mire como se mire, pero toca poner buena cara al mal tiempo. O al menos intentarlo, con sus momentos mejores y sus momentos peores. En ese punto se encuentra Jorge Sainz, abogado burgalés que el pasado domingo enterró a su ... padre, Gonzalo, tras fallecer en el Hospital Universitario de Burgos (HUBU) víctima del coronavirus Covid-19. Él vive solo, con una hija en Madrid y dos hermanos en Burgos (hermano y hermana), pero el confinamiento les impide verse, abrazarse y consolarse como les gustaría en estos momentos duros, difíciles, de despedir a un padre.
«Te duele mucho que estén solos en el hospital y le pides a un médico que le pase una nota para que sepa que si está solo es porque está prohibido ir a verle», explica. Lo que consuela es que está bien atendido, «en buenas manos», insiste. Sin embargo, «lo doloroso es que, después de enterrarlo, no puedas abrazar a tus hermanos o ir a tomar un café para recordar anécdotas». Eso es lo peor para Jorge, que además no pudo contar con el apoyo de su hija. En plena cuarentena social, «el nieto o la nieta no pueden venir a estar con su padre para despedir al abuelo», se lamenta.
La historia de Jorge Sainz es como la de muchos otros burgaleses, que estos días están viendo cómo sus seres queridos fallecen sin la compañía de su familia y que, a la hora de los entierros, tampoco pueden contar con ese apoyo. En el caso de Jorge, su padre comenzó con algún síntoma leve el lunes 16 de marzo. Tosía algo, «nada grave», y tenía algo de fiebre. Pero nada de lo que preocuparse. Una semana más tarde, el catarro se agravó, le subió la fiebre y empezó a dormir mal por ataques de tos, de ahí que avisasen al médico de cabecera.
El jueves pasado le ingresaron en el HUBU, en planta pero con oxígeno. Ahí falló la comunicación. Entró en triaje sobre las 10:30 del jueves y hasta las 14:00 del viernes nadie les informó de cómo estaba su padre, ingresado y con positivo en coronavirus, pues se había tomado como teléfono de contacto el propio del ingresado. Solventando ese problema, el sábado habló con la médico, quien le explicó que su padre esta estable dentro de la gravedad, con problemas en los pulmones y una arritmia. Finalmente, en la madrugada del sábado al domingo falleció.
Y el domingo, por la tarde, lo enterraron en una sencillísima ceremonia de seis personas. Y, de ahí, cada uno para su casa. Así lo explica Jorge Sainz, quien recuerda que su padre habría cumplido 83 años el 31 de marzo, así que ha pasado el día de cumpleaños recordando viejos tiempos y viendo fotografías antiguas, como la de hace dos años, cuando le regalaron una tarta con el escudo del Burgos CF. Y es que Gonzalo era un gran aficionado del Burgos CF y del San Pablo Burgos, equipos ambos que han tenido destalles de recuerdo para uno de sus seguidores modelo.
Jorge Sainz destaca, pese al poco tiempo que su padre estuvo ingresado en el HUBU, el comportamiento de una médico, a la que le pidió que pasase una nota a su padre. En ella quería que le dijese que si no iban a visitarlo es porque lo habían prohibido y que los jugadores del San Pablo habían preguntado por él. «Le iba a hacer muy feliz», asegura Sainz, y la médico se comprometió a hacérsela llegar, «lo que le dejó más tranquilo». Y es que no se pudieron comunicar de otro modo con su padre y esto también duele. Sainz confía en que la crisis del coronavirus sirva a la sociedad para revisar la escala de valores y aprender a reconocer lo que realmente tiene valor en la vida.
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