Sospechan que las monjas de Belorado quieren montar una asociación para quedarse en el convento

Cuando el reloj dé las 00.00 del sábado, habrá concluido el plazo para que las religiosas de La Bretonera, de Belorado, acudan al Tribunal Eclesiástico y se les dé audiencia por parte del Arzobispado de Burgos.

El portavoz de la Diócesis, Natxo de Gamón, ha explicado que se las ha emplazado a que acudan en el horario de apertura de la oficina, de 9 a 14 horas, pero la disposición del arzobispo, Mario Iceta, hace que tengan la opción de presentarse hasta las 00.00 horas del sábado.

De Gamón ha asegurado que el Tribunal «las va a esperar hasta ese momento» pese a que se las ha recomendado el horario de apertura de la Casa de la Iglesia. El Tribunal está formado por el vicario judicial, Donato Gómez, y el notario que levantará acta de las declaraciones.

El plazo de presentación de las tres firmantes de la denuncia formulada en la Comisaría de Logroño hace dos semanas, son las religiosas que pidieron una ampliación del plazo. Monseñor Iceta les concedió cinco días el pasado domingo.

Fuentes de la Iglesia de Burgos, entienden que esa ampliación de plazo solicitada por las religiosas es «una manera de ganar tiempo»; en la Iglesia de Burgos apuntaban que las religiosas de Belorado «podrían estar buscando una estrategia diferente, crear una asociación religiosa que haga permanente su estancia en el convento».

Y la lógica apunta a que crear una entidad religiosa e inscribirla en el Ministerio del Interior podrá ser uno de los subterfugios a los que se aferran para mantener su residencia en La Bretonera.

En cualquiera de los casos, lo primero es pasar por el Tribunal, una opción que no barajan las religiosas, al menos las más beligerantes. En declaraciones a este periódico, la dominica sor Lucía Caram, la única persona de la Iglesia conciliar a la que han respondido, aseguraba que ve una «nula voluntad» en ellas.

La entrevista concedida por José Ceacero a un canal ultraconservador en el que se empeñó en dar lecciones de catolicismo «ayuda muy poco o nada», recordaba Caram, lo que, unido al poco cariño emanado de la abadesa hacia la invitación para el diálogo, deja las puertas casi cerradas definitivamente.

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