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Como si hubiese perdido la vida. Así se siente Santos Sastre, de 85 años y natural de la localidad burgalesa de Quintanarraya, después de que uno de los miembros más queridos de la familia se esfumase ante sus ojos sin poder hacer nada por evitarlo. ... De aquello hace ya más de 21 días y Kosta, una setter inglesa de seis años, sigue perdida.
Desapareció el pasado 3 de septiembre mientras paseaba por el campo en la localidad burgalesa de Aranda de Duero. Para otras personas quizá sea otro can que se extravía dentro de los cientos -quizá miles- que lo hacen en España casi a diario. Para Santos es su vida entera.
Esta historia comienza el pasado sábado 3 de septiembre durante un apacible deambular por los alrededores de la capital ribereña. Fue entonces cuando, por despiste o tras seguir el rastro de algún ejemplar de la fauna silvestre, la perra regresó junto a su dueño.
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Poco duró la inicial tranquilidad de Sastre, que sabía por experiencia que su pequeña compañera solía distraerse por el campo para disfrutar del soleado atardecer estival.
Tras llamarla y buscarla, el paso del tiempo le volvió a enfrentar ante los fantasmas de una de las situaciones que ya había vivido antes: la pérdida de un ser querido.
En primer lugar, Sastre sufrió la más terrible de ellas tras el fallecimiento de su mujer por culpa de una enfermedad. Tras enviudar, un pequeño cachorro de setter inglés le devolvió la sonrisa a su rostro en los momentos más difíciles.
Perla llegó a su vida para aliviar su dolor y hacerle compañía y Sastre se entregó para que tuviese la mejor vida posible. Ella le regaló once años de felicidad, de juegos y carantoñas, en definitiva, de amor perruno.
Pero el diagnóstico de una enfermedad le obligó a tomar una de las decisiones más complicadas que existen para evitarle dolor a su pequeña de cuatro patas.
Con su partida, el mundo volvió a oscurecerse para Sastre, que cayó en una depresión. Tres meses después, en febrero de este año, un rayo de luz de seis años llamado Kosta iluminó de nuevo la vida de este burgalés residente en Pamplona. Allí, en tierras navarras, encontró una nueva compañera de vida en la que apoyarse, un nuevo ser al que cuidar y querer.
Durante las vacaciones estivales, en las que Sastre gustaba de retornar a sus orígenes castellanos, alquiló una vivienda en Aranda durante un mes para poder disfrutar junto a su perrita.
Tras su desaparición, el hombre informó a sus hijos, repartidos entre la capital de Navarra y la de España, presentó la denuncia correspondiente ante la Guardia Civil y buscó sin descanso a su amiga. Pero no había rastro de ella.
Dos de ellos acudieron al día siguiente desde Pamplona para auxiliar a su padre en la búsqueda del animal e iniciaron una campaña por redes sociales y el pegado de cartelería por Aranda y los municipios más próximos.
Fue el mismo día 4 cuando un aviso desde Arauzo de Miel -a 10 kilómetros de Quintanarraya- puso en la pista a Sastre sobre el posible paradero de su perra. Sin dudarlo, tras averiar su vehículo en la desesperada búsqueda de su compañera por los terrenos de la zona, solicitó un taxi para trasladarse hasta la localidad y continuar indagando por los alrededores para encontrar a Kosta.
Desde el 5 hasta el 10 del mismo mes, se organizaron batidas por los municipios cercanos entre gente voluntaria que quiso poner su granito de arena para ayudar a Sastre en su periplo por reencontrarse con su amada perra. Pero seguía sin haber suerte.
Sin cejar en su empeño, sus hijos continuaron aportando datos y fotos del animal ante la esperanza de cualquier pista de su ubicación. Y sus esfuerzos tuvieron una agridulce recompensa el lunes 12 de septiembre.
La alegría inundó a la familia cuando recibieron una foto enviada por Susana, una chica de Bilbao que había estado con ella en la zona recreativa de Lerma. Tras comprobar que era Kosta, su incontenible alegría pronto tornó en amargura al conocer lo ocurrido.
La perra había estado con Susana, de hecho no se separó de ella durante todo el día. La bilbaína le dio cariño y comida, pero el tiempo apremiaba y Susana debía regresar a su hogar. Alertó a la Guardia Civil para que se hicieran cargo de ella, pero los agentes del Insitituto Armado derivaron las competencias de su recogida al Ayuntamiento de la Villa Ducal.
Unos por otros, Susana decidió llamar a una conocida suya, veterinaria en el municipio, para que acudiese a leer el chip de Kostas, que había perdido su chapa identificativa con el teléfono de su dueño durante su periplo por el campo entre la maleza.
Para colmo de los infortunios, la veterinaria se encontraba en Granada disfrutando de sus vacaciones estivales, así que, sin poder hacer nada más, Susana tuvo que regresar a Bilbao. Y Kosta se quedó en Lerma.
Desolados por la noticia pero con la esperanza de poder observar de nuevo las peludas orejas, los hijos acudieron a Jaime, un detective de perros, como ayuda profesional que devolviese a Sastre su inseparable compañera de vida.
Con drones y fototrampas para intentar atraerla y localizarla, el profesional se afanó durante días para conseguir algún atisbo de indicio sobre dónde se encontraba Kosta, empezando su recorrido desde Castrojeriz, el último lugar dónde algunos lugareños decían haber visto al animal.
Durmiendo en tiendas de campaña, Jaime puso todo de su parte para localizar a Kosta en un viaje que le llevó hacia el norte de la provincia burgalesa. Un camarero de Barrio Panizares afirmó haber observado a Kosta por la zona entre el pasado viernes y el sábado y que incluso había rastro de que había buscado cobijo en algún lugar cercano a la localidad.
El trabajo del detective de canes terminó este miércoles con la última noticia de avistamiento desde Azcoitia, en la provincia de Guipúzcoa. Antes de dar por finalizada la búsqueda, Jaime aportó su teoría sobre el camino de la pequeña compañera de Sastre desde el sur de Burgos hasta el País Vasco. Está intentando volver a casa.
Luisa, hija de Santos Sastre, cuenta la historia de su padre y su compañera Kosta entre lágrimas. «Se me parte el alma de no poder ayudar más», solloza mientras intenta mantener la entereza. La familia aún mantiene la esperanza de encontrar con vida a la perra, pero también empieza a rondar la idea de un posible desenlace fatal después de tanto tiempo desamparada.
Con más fe que optimismo, Luisa lanza un último grito desesperado de ayuda por si la fortuna pudiese aportar alguna pista sobre el estado y paradero de Kosta. Si algún lector ha visto o sabe dónde puede estar, la familia ruega que se pongan en contacto con ellos a través de estos números de teléfono (608 02 24 45/667 56 96 02/669 42 37 97) o por redes sociales.
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