Una simple conversación a vuela pluma con los responsables de Enresa permite comprender que el desmantelamiento de una central nuclear no es una operación fácil, rápida ni barata. Lejos de ello, implica la movilización de una ingente cantidad de recursos materiales, humanos y económicos.
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Para ... muestra, un botón. El proyecto planteado por Enresa para el desmantelamiento de Santa María de Garoña cuenta con un presupuesto estimado total de 475 millones de euros, que se dispara hasta los 655 millones si se tiene en cuenta también el coste de fabricación de los 49 contenedores de carga de combustible gastado que se han pedido a Ensa.
350 Trabajadores
Se espera que el pico de actividad en el desmantelamiento de Garoña llegue durante la segunda fase.
De acuerdo a la planificación de Enresa, y más allá del presupuesto destinado a los contenedores, la partida más importante (163 millones) se destinará a pagar los trabajos de operación y mantenimiento de la central durante el desmantelamiento.
También será especialmente elevada (128 millones) la factura destinada a la ejecución física de las obras de desmontaje de la instalación. Otros 56 millones de euros se gastarán en la supervisión y control de la obra, otros 44 en las operaciones de carga de combustible gastado, 17 más en el mantenimiento de servicios sin personal en planta y otros 23 millones en suministros y equipamientos. A mayores, Enresa ha contemplado una partida genérica de otros 24 millones de euros para el desarrollo de trabajos complementarios.
Todo ello planteado para el desarrollo de unos trabajos que se dividirán en dos fases, se prolongarán inicialmente durante una década y volverán a dotar de cierto movimiento en el entorno durante algún tiempo.
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En este sentido, el inicio de las primeras actuaciones ya se está dejando notar en el entorno. Son varios los profesionales de Enresa que, llegados desde diferentes puntos de España, se han establecido en el entorno de la central, ya sea en Miranda, Medina o el Valle de Tobalina.
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Ahora mismo, el personal propio de la empresa pública supera los 30 trabajadores, que se suman a los aproximadamente 70 de Nuclenor que aún trabajan -y seguirán haciéndolo- en la instalación. A todos ellos se les irán sumando a lo largo de los próximos años centenares de profesionales de diferentes contratas. El primer gran impulso en este sentido llegará en el segundo semestre del próximo año, y se espera que el pico de actividad, planteado para la segunda fase del desmantelamiento, aglutine a más de 350 personas en la instalación.
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Esas, en todo caso, son las previsiones iniciales, que podrían verse modificadas a lo largo del desarrollo del desmantelamiento, tal y como reconoce Manuel Ondaro, actual máximo responsable de la planta, quien prefiere mantener cierta «cautela» a este respecto. No en vano, reconoce, por muy pormenorizado que sea un plan, como es el caso, no deja de ser un plan trazado sobre el papel. Luego hay que ejecutarlo, y esa, a menudo, es una historia muy diferente.
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