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Durante décadas, la central nuclear de Santa María de Garoña ha marcado el pulso en toda su zona de influencia. Básicamente, la vida en las localidades del Valle de Tobalina ha estado marcada, para bien y para mal, por la presencia de una instalación que, ... tras desconectarse de la red eléctrica en diciembre de 2012 afronta ahora mismo los primeros compases de su desmantelamiento, una etapa que se prolongará al menos 10 años y que sin duda seguirá marcando el pulso de la zona.
Así lo reconocen los propios vecinos del valle, que a principios de los 70 aprendieron a convivir con la central y que en la última década han tenido que aprender a vivir sin ella. Y siempre inmersos en un mar de opiniones enfrentadas. De hecho, aún hoy, casi once años después de su desconexión, es posible encontrar partidarios a la continuidad de la instalación, como también es posible encontrar vecinos que celebran su cierre.
«Ya era hora. La central llevaba muchos años abierta y siempre hemos tenido algo de miedo por si pasaba algo», asegura Alba Martínez, vecina del valle de Tobalina, quien, eso sí reconoce que su cierre tuvo un impacto negativo en la economía de la zona. «Evidentemente supuso una pérdida de trabajo, pero la gente ha vuelto a rehacer su vida y ha buscado trabajo en otros sitios», añade.
En este sentido, las labores de desmantelamiento se erigen como una nueva oportunidad. «Será positivo», sobre todo para puntos como Miranda de Ebro o Medina de Pomar, que tradicionalmente han sido los lugares donde más se ha notado el impacto en el empleo. «Parece que va a dar bastante trabajo por aquí», y eso «siempre es positivo», entiende Roberto Vázquez, un oriundo de Bilbao que lleva ya dos años residiendo en el valle, paradigma de la lucha contra la despoblación rural.
En otros lugares como Frías seguramente se note menos ese impacto laboral, aunque haya otras consideraciones sobre la mesa. No en vano, según explica su alcalde, Tomás Pérez, la localidad «vive del turismo». Esa misma impresión mantiene María Ángeles Bergado, gerente del estanco de Frías, quien entiende que «no tener una central nuclear aquí al lado nos beneficiará turísticamente».
Queda por ver, en todo caso, el impacto que tendrá en el entorno el almacenamiento del combustible gastado en el almacén temporal individual (ATI) de Garoña, que permanecerá allí de manera indefinida. En principio, y aunque siempre supone una cierta «preocupación» los vecinos que uno se encuentra en el valle evidencian sentimientos que oscilan entre la resignación y la tranquilidad.
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«La verdad es que no me hace mucha gracia, aunque tampoco sé cual es la solución y dónde se pueden llevar los residuos para que no generen un problema a otras personas. Espero que se mantengan vigilados», señala Martínez. «Nos hemos adaptado a que estén allí. Quizá deberían hacer controles epidemiológicos para que estemos más tranquilos, pero tendremos que asumir que alguien se los tiene que quedar, porque la energía la queremos todos», añade Bergado.
Por su parte, el alcalde de Frías mantiene una confianza «plena» en los profesionales de Enresa, y espera que «tengan mucho cuidado con los contenedores» que se irán cargando en los próximos años.
Unos años en los que Garoña seguirá siendo un referente para la comarca. Incluso desconectada.
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