![Las monjas cismáticas de Belorado pagan el alquiler de Asturias con la venta del oro](https://s1.ppllstatics.com/burgosconecta/www/multimedia/2025/02/12/laura-garcia-viedma.peg-kYWG-RdzD7hyg2aL3Uxicz9EUhlN-1200x840@Burgosconecta.jpeg)
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Era un secreto a voces que, ahora, el portavoz de las monjas de Belorado, Francisco Canals, ha confirmado a través de un vídeo publicado en YouTube. El dinero de la venta de los lingotes de oro, que llevó a cabo la lideresa del Cenobio, Laura García de Viedma, fue utilizado «para adquirir el terreno en el que van a montar un núcleo zoológico en Asturias y para proveer de fondos el negocio de restaurante de clausura», que las ya exclarisas abrirán en marzo en Arriondas (Asturias).
Hace menos de una semana, saltaba la noticia de que las monjas de Belorado, ya excomulgadas, pretendían abrir un restaurante de clausura en Asturias.
El ingreso, tras la venta, «pasó a las cuentas de la comunidad». La pregunta ahora es: ¿a qué cuenta? Las que están intervenidas por el Arzobispado no han registrado ningún ingreso de venta de oro, por lo que esa venta ha ido a otra cuenta de la que la Comisión Pontificia no tiene conocimiento.
En un comunicado emitido la semana pasada, la Comisión Pontificia y el propio arzobispo de Burgos, monseñor Mario Iceta, aseguraban que García de Viedma «no tiene autoridad para gestionar los bienes del monasterio». Por tanto, la exabadesa de Santa María de la Bretonera, «carece de capacidad legal de ningún tipo para administrar o representar a las entidades jurídicas canónicas Monasterio de Belorado y Monasterio de Derio», que eran las propietarias de las piezas de oro.
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Es más, apuntaban desde el Arzobispado que conocían la existencia del oro porque entre las cuentas de las exclarisas que ahora custodian «hay siete facturas de compraventa de oro en julio y agosto de 2020 por un valor que supera los 250.000 euros», un dinero que se distribuye entre los 195.686 euros del Monasterio de Belorado y los 56.480 euros del de Derio.
Con la pandemia pierden el negocio de Derio y es cuando las monjas «por primera» vez deciden recurrir al oro «valorado en 250.000 euros». Entre 2000 y 2024 retiran «distintas supuestamente cantidades de dinero» para hacer frente a su situación de «emergencia». Lo utilizan «primero para pagar deudas inmediatas; segundo, para el cuidado de las cinco monjas mayores y, finalmente, para pagar el alquiler de 1.600 euros en esa casa».
La propia García de Viedma, en otro vídeo grabado, recientemente ha asegurado que la inversión en lingotes llegó tras la venta de acciones y fondos de inversión, que para ella eran elemento de riesgo por la guerra de Ucrania y por la reciente pandemia. La realidad es que a través de la venta de ese oro han obtenido un beneficio económico que va más allá del objetivo marcado por el convento, y por su escritorio y su capítulo, que era tener un fondo para imprevistos.
García de Viedma tenía todo atado y bien atado, a excepción de la posibilidad de que esa venta de oro fuera investigada por la Policía Nacional, como confirmó el Arzobispado de Burgos recientemente.
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Canals aduce que las exclarisas pensaban que esa inversión podía «ser un colchón para el futuro» y que la operación «está perfectamente reconocida y validada por la Archidiócesis de Burgos» y, además, asegura que fue «aprobada en el capítulo conventual».
García de Viedma confiesa que se trata de «temas muy íntimos, muy internos y que no se propagan». Desconoce el modo de funcionamiento de otras comunidades en aspectos crematísticos y sospecha que su comunidad no es «la única que hace este tipo de operación en momentos de crisis».
Asegura que veían que «había riesgo de que se desplomaran las acciones» y vieron el momento de vender las de alta volatilidad y fondos de inversión. Era el momento de proveer no sólo para el día a día, sino para el «futuro». Y llegó la propuesta «de comprar el oro físico» porque el orden mundial era imprevisible. Adquirieron un enorme lingote de oro puro, numerado, y monedas de oro norteamericanas «con asesoramiento», algo que con el paso del tiempo «no se devaluara». Y todo ello pasó, dice García de Viedma
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