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No hubo «cordón sanitario» a Vox. El partido de Santiago Abascal no logró este martes los dos puestos que deseaba, pero tiene ya su lugar en la Mesa con una de las cuatro Vicepresidencias. El PSOE, que había tratado en vano de convencer al ... PP para que le ayudara a aislar a la formación de derecha radical, no quiso pagar el precio de llevar su estrategia hasta las últimas consecuencias. Hacerlo le habría obligado a renunciar a la Vicepresidencia primera, que habría recaído en la popular Ana Pastor. En su lugar, prefirió asegurar que cuando Meritxell Batet, reelegida presidenta, no esté presente, otro socialista, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, ejercerá sus funciones.
La siempre compleja votación del órgano de gobierno de la Cámara baja -en la que los partidos se ven obligados a tirar de calculadora y repartir sus votos según su estrategia- salió, por lo demás, mejor incluso de lo que había calculado inicialmente el partido de Pedro Sánchez. De los nueve puestos (la Presidencia, cuatro Vicepresidencias y cuatro Secretarías) el PSOE y Unidas Podemos se hicieron con seis. Dos serán para el PP y uno para el exdiputado popular hoy en las filas de Vox, Ignacio Gil Lázaro.
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El secretario general del grupo socialista, Rafael Simancas, no dudó en sacar pecho y mostrar su satisfacción por este reparto. «Aun teniendo algunos diputados menos (que en la pasada legislatura), los progresistas tenemos un puesto más en la Mesa de la Cámara», dijo tras echar en cara al PP y a Ciudadanos que no se sumaran a su plan para dejar a la «ultraderecha» fuera.
La formación de Pablo Casado optó por mantenerse fiel a la propuesta que había hecho a los de Abascal y a Ciudadanos, a pesar de que los primeros habían advertido de que no la secundarían. El objetivo de los populares era que Vox accediera a prestar votos a los liberales, que solo cuentan con diez escaños, para que fueran estos los que ocuparan una de las Secretarías. Pero Vox argumentaba que no existía ninguna razón para que ellos, con 52 diputados, renunciasen a favor de Ciudadanos. Si en lugar de prestar sus votos al grupo que dirige Inés Arrimadas, el PP se los hubiera prestado a ellos, Vox sí habría conseguido un segundo puesto. Pero finalmente Podemos se hizo con dos Secretarías y el PSOE y el PP con otra cada uno.
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Ander Azpiroz
Miguel Ángel Alfonso
María Eugenia Alonso
Miguel Ángel Alfonso
El pleno constitutivo del Congreso sirvió, entre una cosa y otra, para evidenciar que, si llega a ponerse en marcha, la legislatura no va a ser en absoluto sencilla; ni para los socialistas, que se verán obligados a negociar hasta el último minuto y a amarrar bien las votaciones con sus eventuales socios -este martes hubo que repetir una votación tras producirse un empate con Podemos con el que no contaban- ni para el principal partido de la oposición, atrapado en un difícil equilibrio entre su búsqueda del centro y sus esfuerzos para evitar que Vox le robe el papel de alternativa.
La pugna en la derecha se visibilizó, de hecho, también cuando tras producirse los juramentos de los cargos, uno tras otro Casado, Abascal y Arrimadas pidieron la palabra para reprochar a Batet su permisividad con las poco ortodoxas promesas, sobre todo, de los independentistas catalanes, que en el momento de acatar la Constitución apelaron a la «soberanía del pueblo catalán» y reclamaron la libertad de los condenados por el proceso independentista de 2017.
El PSOE, que sigue negociando la investidura de Sánchez con Esquerra, no logró los votos de la formación secesionista para designar a Batet presidenta (aunque tampoco le eran necesarios) y, pese a que sí contó con su apoyo a la estrategia que había diseñado con Unidas Podemos para las Vicepresidencias y las Secretarías, los republicanos se encargaron de remarcar que participaron solo para aislar a Vox y que dieron sus votos no a los socialistas sino a los candidatos del partido de Pablo Iglesias, Gloria Elizo para la Vicepresidencia tercera y Gerardo Pisarello (ex mano derecha de Ada Colau) y Javier Sánchez Serna para dos Secretarías.
Fuentes de la dirección del grupo socialista admitieron que, aunque saliera bien, gestionar las votaciones no fue fácil.
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