El color del Congreso en 40 años de democracia
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La sociedad española ha cambiado mucho en estas 13 primeras legislaturas, desde las primeras elecciones de 1979 hasta la moción de censura de Pedro SánchezR.C.
Martes, 3 de diciembre 2019, 07:43
Las primeras elecciones tras la muerte de Franco. Ganó un partido de aluvión, la UCD, creado en torno a Adolfo Suárez. El PSOE, de bajo perfil durante la dictadura, se erigió en la alternativa, y el PCE, faro de la resistencia, no rentabilizó su labor. ... El franquismo rancio, aglutinado en AP, quedó relegado a un papel marginal.
Aprobada la Constitución en diciembre de 1978, la UCD volvió a ganar, pero enseguida entró en crisis. Dimitió Suárez, fue sustituido por Calvo Sotelo tras el intento de golpe del 23-F de 1981. El PSOE no creció lo que esperaba. El PCE y AP tampoco mejoraron. El Congreso siguió siendo una sopa de letras de pequeñas formaciones, casi todas nacionalistas.
El PSOE rentabilizó la crisis de los centristas y consiguió una mayoría absoluta que ningún partido ha vuelto a alcanzar. Apenas tuvo oposicion porque AP, pese a crecer, quedó muy lejos. UCD y el PCE casi desaparecieron, y el nacionalismo vasco y catalán consolidaron su presencia en el Congreso con 24 escaños.
Los socialistas, pese a la controvertida gestión del referéndum sobre el ingreso en la OTAN, volvieron a obtener un victoria incontestable aunque perdieron apoyos. La derecha se estancó, y los centristas protagonizaron una tímida recuperación, al igual que los comunistas refundados en Izquierda Unida a raíz de aquella consulta popular.
El PSOE ganó sus terceras elecciones consecutivas, pero solo retuvo la mayoría absoluta por el boicot de Herri Batasuna. Surgieron los primeros signos de declive socialista. Heredero de AP, irrumpió el PP con José Maria Aznar, pero no logró mejorar sus resultados. IU mantuvo su progresión y los nacionalismos se multiplican.
El PSOE venció por primera vez sin mayoría absoluta y surgió el primer gran caso de corrupcion, Filesa, que agudizó su decadencia. El PP pisaba los talones a los socialistas pero no logró vencer en unas elecciones que daba casi por ganadas. González se vio forzado, por primera vez, a pactar con los nacionalistas de Jordi Pujo.
Aznar ganó por estrecho margen y tuvo que forjar una inédita alianza con CIU, PNV y Coalición Canaria. El PSOE pagó los casos de corrupción que afloraron en la anterior legislatura y el desgaste de 13 años de gobierno. IU logró los mejores resultados de su historia y los nacionalistas rentabilizaron su respaldo al PP con importantes concesiones.
El PP obtuvo una clara victoria, fruto de la estrategia de Aznar de aglutinar a toda la derecha y de una política con tintes centrisas. Los socialistas no frenaron la caída, que se llevó por delante a su líder, Joaquín Almunia, y entraron en una seria crisis. El nacionalismo no se vio perjudicado por sus acuerdos con el PP, al revés que IU, que pagó los coqueteos con Aznar.
La guerra de Irak, el 'Prestige', la boda de El Escorial, y, sobre todo, los atentados del 11-M devolvieron a los socialistas al Gobierno. Zapatero, tras hacerse cuatro años antes con el timón del PSOE, derrotó a Rajoy, sucesor designado por Aznar. Fue la primera vez que un partido con mayoría absoluta, el PP, pierde las siguientes elecciones.
Los socialistas volvieron a ganar aupados en una gestión que puso el acento en el reconocimiento de derechos civiles, como el matrimonio homosexual. El PP no logró reponerse de la derrota en 2004, e hizo una oposición radical. El bipartidismo alcanzó su máxima expresión con más del 80% de los escaños del Congreso. IU casi desapareció.
A lomos de una pésima gestión socialista de la crisis económica, Rajoy consiguió llegar a la Moncloa al tercer intento. Lo hizo además con una amplia mayoría absoluta y con los socialistas hundidos y sin Zapatero. El nacionalismo quedó reducido a un papel testimonial pese a su fuerte presencia, mientras UPyD amagó con ser una fuerza emergente.
Los ajustes para afrontar la crisis y la avalancha de casos de corrupción pasaron factura al PP. Rajoy triunfó con el menor respaldo desde 1977. Los socialistas siguieron hundidos. El fenómeno más relevante fue la irrupción de dos nuevas formaciones con discursos regeneracionistas, Podemos y Ciudadanos. No fue posible la investidura y hubo que repetir las elecciones.
Después de una accidentada investidura que desencadenó una grave crisis en el PSOE, dimisión incluida de Pedro Sánchez, Rajoy inició su tercer mandato, pero en una frágil posición parlamentaria que motivó una parálisis legislativa. Los socialistas obtuvieron los peores resultados electorales de su historia, y Podemos y Ciudadanos también vieron debilitadas sus expectativas aunque mantuvieron grupos significativos en el Congreso. Pero la condena al PP en el 'caso Gürtel, dio pie a la presentación de una moción de censura del PSOE contra Rajoy que por primera vez en la democracia salió adelante. Sánchez llegó a la Moncloa con el menor respaldo de la democracia, y no logró forjar una alianza estable. La crisis desatada por los independentistas catalanes y la imposibilidad de sacar adelante los Presupuestos del Estado forzaron el adelanto de las elecciones a este domingo.
La noche del 28 de abril todo parecía decantado a un Gobierno progresista. El PSOE había ganado las elecciones y Unidas Podemos retrocedido, pero la suma de ambas fuerzas superaba ampliamente a la derecha. La gran pega fue que la izquierda necesitaría de ERC para superar la investidura. Pedro Sánchez decidió tomarse su tiempo hasta la celebración de las municipales, autonómicas y europeas un mes después. El panorama cambió tras estos comicios. El batacazo de los de Pablo Iglesias y la amplia victoria socialista llevó a pensar en Ferraz que ya no había necesidad de compartir Consejo de Ministros con Unidas Podemos. La situación, por lo reciente, es de sobra conocida. Una negociación exprés a finales de junio que acabó con una propuesta de coalición con el PSOE que Iglesias rechazó al considerar que la vicepresidencia y los tres ministerios que se les ofrecían carecían de competencias reales. La investidura de Sánchez decayó y ya no hubo más que hablar. Ni Sánchez ni Iglesias se movieron un milímetro de sus posiciones y en septiembre se convocaron de forma automática las cuartas elecciones generales en cuatro años.
La repetición electoral tuvo a dos grandes protagonistas. Para lo bueno y para lo malo. Vox fue el gran triunfador de la noche del 10 de noviembre al lograr 52 escaños y convertirse en tercera fuerza a nivel nacional. La cruz fue para Ciudadanos. Si en abril Albert Rivera se sintió legitimado por sus resultados para autoproclamarse líder de la oposición, siete meses después los liberales perdieron 47 de sus 57 diputados. En cuanto a bloques, el avance del PP resultó insuficiente para neutralizar una alianza de izquierda. En el bloque progresista PSOE y Unidas Podemos se dejaron diez escaños, pero aún pueden gobernar en coalición si Esquerra, PNV y un conglomerado de pequeños partidos se lo permiten.
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