El Pozo Azul está en Covanera. JCR
Burgos Misteriosa

El Pozo Azul, leyenda, poder y energía telúrica

El cofre de piedra que encierra al Pozo Azul es un el estuche perfecto para una joya única en la provincia. A 600 metros de Covanera, semi escondido, se abre a los ojos uno de esos lugares de poder, de las fuerzas telúricas que nos cuenta al oído secretos guardados en su interior, como lo que le pasó al Gaiterillo de Covanera

Viernes, 16 de febrero 2024

El Pozo Azul es un lugar de poder. Es mágico, profundo, silencioso como un buen lugar para el misterio. Está tan a mano, tan cerca y tiene tantas visitas cada día que vemos este lugar como un sitio ordinario; de aquellos lugares que se visitan ... cuando alguien foráneo llega a Burgos y le queremos enseñar un lugar bonito.

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Pero atesora muchos misterios. A simple vista es un manantial. Bello, recogido entre peñas; bucólico y hasta romántico. Pero como en la persona, lo más importante está en su interior. Hasta ahora se han descubierto alrededor de 15 kilómetros de gruta interior. Es la cueva subacuática más larga de la Península.

El Pozo Azul se vierte en el río Rudrón; otro brazo de agua de la tierra mágica que se derrama en el Ebro. Y está lleno de leyendas (o de realidades) que se transmiten de manera oral de generación en generación. Algunas, olvidadas, otras rescatadas de ese olvido como por arte de magia para provocar que la imaginación vuele.

Tan cerca de la montaña cántabra, los relatos sobre anjanas y ojáncanos se salpican con otros nombres, propios y ajenos, que dar a esos seres extraños, a mitad de camino entre duendes y personas que nos dan a entender que en el pasado ocurrieron cosas extrañas. Y a las que se da explicación a través de esos seres luminosos o cavernarios, según el caso.

Surge el Pozo al pie de una montaña de piedra caliza, un lugar en el que solo hay que admirar la obra de la naturaleza. Una gran cantidad de agua cristalina brota, sobre el verdor azulado puro que se contempla cuando inciden los rayos del sol. Un lugar para emborracharse de energía y para meditar; para orar. Para confesarle al pozo los sentimientos íntimos.

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Y esas ninfas de las fuentes o muchachos en otros casos, son protagonistas de narraciones que fascinan. Más cuando llegan de la mano de un científico. El burgalés de Tablada del Rudrón Misael Bañuelos conocía, por tradición oral, estas manifestaciones populares, como la del 'Gaiterillo de Covanera'.

Bañuelos estudio medicina, la practicó y la enseñó. Fue decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid. Nació en la comarca en 1887 y murió en 1954. Colaboró en diferentes publicaciones y una de ellas, la revista Ceres, dedicada a temas del campo y ganaderos. Bañuelos recordó en esa publicación una historia recogida en su pueblo que da a entender que ese lugar, el Pozo Azul, encierra mucha magia y mucha energía de la tierra madre.

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Es la historia del Gaiterillo. Cuenta que la reina Isabel II iba camino de Santander y se detuvo en 'Cobanera' -hoy el término se escribe con v, Covanera -. Una dama de su corte quiso visitarlo aprovechando que la comitiva pasaba por ahí. Su tío le había contado maravillas del lugar. La mujer

«Se hizo guiar hacia la fuente del Pozo Azul, y allí precisamente, ajeno a todo, un pastorcillo de cabras tocaba alegre y feliz la mejor música que sabía con su dulzaina, llamada gaita en aquellos pueblos. Sentado a la sombra de un salcinal no se dió cuenta, con su música, de la llegada de la elegante joven, dama de la reina», cuenta Misael Bañuelos en la revista.

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La vio aparecer «como salida de la fuente, toda vestida de azul y protegida contra el sol con una sombrilla de color de rosa». El gaiterillo dejó de tocar su música y creyendo que «era la reina se hincó de rodillas sin articular palabra, arrobado ante la belleza y elegancia de la joven.»

La joven dama de la reina se sorprendió al verle de rodillas. «¿Por qué estás de rodillas?; Señora, porque sois la reina», dijo el pastor. «No soy la reina: soy una dama de su corte», aclaró. Pero el gaiterillo prosiguió: «Si no sois la reina, sois la Virgen, Madre de Dios».

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Intentó convencerle de que no era la Virgen y sólo le pidió que tocase la música que le acompañase en el solaz de su recreo en el lago, «mientras la joven ensimismada contemplaba el salir y correr del abundantísimo caudal cristalino». Le preguntó por su nombre. «José», le dijo el pastor. Le dio un donativo y se despidieron.

El pastor quedó prendado de la joven; de su luz, de su olor, de su presencia, «quedándose sin saber si todo aquello fue ensueño o una realidad». Desde aquel día el gaiterillo no pudo quitar de su vista la seductora y bella aparición que tuvo junto al Pozo Azul. Vagaba todos los días por el lugar a la espera de la dama de luz. Su gaita (dulzaina) sacaba los sonidos más tristes por el amor platónico perdido.

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Un año pasó. Y de repente, junto al pozo en un momento de meditación «vio una noche a la luz de la luna surgir del pozo la figurilla gentil y maravillosamente bella de la damisela de la reina. Corrió tras ella y se sumergió en el agua del Pozo Azul». Se echó como loco al pozo, pero la figura se perdió… El pastorcito decía amar a esa figura… y su madre le recriminaba haber perdido el juicio por ella.

Misael Bañuelos recuerda en su historia que cada final del verano la reina volvía de Santander a Madrid. «Se enteraron José y su hermano Juanito, abandonaron sus cabras y esperaron firmes a orillas de la carretera, junto al lugar donde la reina comería y que iba a ser, esta vez, junto a la fuente del Pozo Azul». Pero la guardia de la reina impidió que se acercaran a la comitiva.

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Y se obró el milagro; la reina pidió «oír una música sencilla y primitiva, como la de vuestro enamorado Gaiterillo. Y volviendo la vista a un servidor, dio orden de que se buscase y llevase allí al Gaiterillo José». Acudió radiante y la reina le dijo: «Tocad, José lo que sea mejor. Vuestra amiga, la duquesa también lo desea. José el Gaiterillo teniendo sólo ojos y alma para la damita de la corte, hizo sonar la mejor música que supo y pudo».

Tanto gustó la música a la reina que se lo llevó a la corte. Fue José a Madrid por ver a su dama, la hermosa y bella. «Poco disfrutó de tal dicha: Una epidemia de viruela, que causó muchas víctimas en Madrid y que también atacó a la reina, se llevó al cielo a la dama buena y bella, para que fuese allí un ángel más», relata Bañuelos.

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La pena y el dolor por la muerte de la dama le produjo al gaiterillo de Covanera una melancolía que no cesaba, casi al trance de muerte. «La reina, bondadosa, le llamó, le envió a sus médicos, más nada consiguieron. El dolor del gaiterillo no se mitigaba», explica Bañuelos e Isabel II accedió a sus ruegos de volver al Pozo Azul. Trabajó como cabrero el Tubilla del Agua, pero su dolor no cesaba. Seguía fiel al poco para ver salir de las aguas a la damita.

«El mismo día en que hacía el aniversario de la muerte de la duquesa, se hallaba José con otros pastores en el paramal junto a donde cortada a pico verticalmente se encuentra la Peña Rubia, enorme peñasco en el cauce de erosión del río Rudrón. Habían comido los pastores y para distraerse le rogaron que tocase su gaita con lo mejor que hubiese aprendido en la Corte. Sólo unas notas sonaron, cuando fijando la vista en el vacío paró de tocar, y mientras los otros le contemplaban absortos, se levantó rápido, diciendo con cara de placer inefable. Vedla allí; allí está. Me llama. Voy».

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Y corriendo llegó al borde de Peña Rubia y cayó, pesadamente esta vez, estrellándose al pie del colosal peñasco. Muerte segura.

Así relata Misael Bañuelos esta historia del 'Gaiterillo de Cobanera' como aparece en la revista Ceres. En las noches de luna llena, la damita aún surge de las aguas. Estén atentos. Es posible que la vean junto a su gaiterillo.

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