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Burgos Misteriosa

Las representaciones satánicas presentes en el arte de Burgos

Se puede decir que en Burgos está el paraíso adánico de Dios por su grandeza natural, cualquiera diría que es un edén. Pero también es lugar en el que en sus templos más antiguos se describe el purgatorio o las penas del infierno

Viernes, 19 de enero 2024, 07:25

No dejan de ser alegorías y reclamos propagandísticos de las religiones para atraer adeptos, pero los castigos de un dios vengador al final de la vida si uno tiene la desdicha de morir en pecado mortal, han sido representados en miles de obras de arte ... a lo largo de todos los tiempos. Cada vez es más el número de gente que sabe que ese infierno bíblico está en la vida de los seres humanos que apagan su corazón al amor, a la compasión y son fruto del egoísmo.

Vemos la representación del diablo en muchísimas iglesias. Nadie puede afirmar si estas representaciones están ahí presentes como aviso de que el mal está cerca, como un modo de asustar a la gente o como una simple burla al clérigo de turno. Aún con todo eso, la presencia diabólica en el arte religioso es tan importante y profusa como las representaciones de la Virgen o los santos.

La profesora Sheila Adán, de la Universidad Complutense de Madrid, incide en las representaciones iconográficas del románico en general, así como «la peculiar visión que se aporta sobre la llamativa pervivencia que ha demostrado la iconografía medieval demoníaca al paso del tiempo».

Otro aspecto a destacar es el submundo diabólico en tiempos del románico que nos traslada, nos lleva a una paradoja en la que «la Iglesia termina cayendo en la idolatría y el uso de artefactos como fuente de la protección divina, de un modo similar al discurso pagano que con tanta vehemencia criticaba».

En la literatura burgalesa y en las manifestaciones artísticas hay evidencias de cercanía con la obra de Dante. De alguna manera toda creación está ligada a la divinidad o al satanismo. No hay duda porque es toda historia está reflejada la dualidad, cuando no el maniqueísmo, del bien y del mal.

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No hay más que acercarse, por ejemplo, en tiempo de Pentecostés a la localidad de Castrillo de Murcia y la ancestral lucha entre el bien y el mal representado en el popular Colacho. Todo el arte viene marcado por esta dualidad. Cualquier manifestación popular tiene en su raíz la lucha entre el bien y el mal.

Dante como referencia

Hace unos meses, el Arco de Santa María acogió una excelsa exposición sobre la relación de la Divina Comedia con sus tres grados, el infierno, el purgatorio y el cielo. La mano del poeta Virgilio, que conduce a Dante a través de ese viaje espiritual.

El genial libro del toscano tiene muchos símbolos curiosos. Algunos de ellos quedan reflejados en el lugar más misterioso de Burgos. Su Catedral. Y en otros monumentos religiosos, la mayoría de ellos románicos, del norte de la provincia. La monumentalidad, el arte, la representación del mal, sobre todo del mal, del diablo, de Satanás y sus mil nombres, está presente en cada rincón.

En realidad, Dante se adelantó cinco siglos a la ciencia al intuir que el universo tiene forma de hiperesfera. Y no es una quimera. La Comedia es ese viaje iniciático de la mano de una Beatriz imaginaria que nos lleva hoy por otros caminos, los del metaverso, aquella que puede alumbrar la verdad y el intelecto. Los nueve círculos del infierno de la Divina Comedia son el limbo; la lujuria, la gula, la codicia, la ira, la herejía y la violencia.

El universo que Dante describe en la Comedia armoniza, funde y supera la astronomía griega y la teología cristiana. Un universo basado en la intuición de una forma geométrica, la hiperesfera; un concepto inexistente en el siglo XIV, y que solo sería desarrollado quinientos años después.

La hiperesfera es una esfera multidimensional cuyo centro es un punto invisible, inefable, que es al mismo tiempo también su límite exterior. De este modo, al recorrer hacia fuera las esferas del mundo físico, en el instante de abismarse en la mirada de Beatriz, que será la musa que le lleve al Paraíso.

Regresando al punto incial, el diablo, Satán, el mal… está presente en todos lados. En los lugares religiosos, en primer lugar. Y en la Catedral, por dentro y por fuera, constantemente. Lo cierto es, que para el hombre medieval, la existencia del demonio era tan real como la vida misma, asegura Pedro Luis Huerta, quien explica que «la creencia en el infierno futuro se popularizó en el siglo III, alentada por teólogos, monjes y, cómo no, por los canteros y artistas medievales que dibujaron un espacio, cuando menos ruidoso y ajetreado».

En 2019 se publicó la obra 'A propósito de Satán'. En ella se daba cuenta de algunas claves para entender la importancia que se le dio a Satán en el medievo y que quedó reflejado en el arte románico. José Luis Alonso, de la Universidad de Valladolid, da la clave en esa obra: «Los predicadores potenciaron la idea de que el mal proviene de los demonios o fuerzas del mal, ángeles creados por Dios como espíritus de luz, pero que por su soberbia fueron castigados y arrojados al infierno».

El ombligo de Satán

La religión trata de avisar al ser humano con la presencia del mal entre las vidas de éstos. En ocasiones, el mensaje no tiene el fondo real del mal, pero es un aviso. Lo llaman tentación. Y en el centro el castigo eterno.

Aquella exposición sobre Dante reflejaba en diferentes grabados la visión del infierno, del purgatorio y del cielo en la obra de Dante. No es difícil dar forma e imaginar el Infierno de Dante como un cono invertido que atraviesa la Tierra y cuyo vértice coincide con su centro, donde se sitúa el ombligo de Satanás.

Las formas mostraban nueve círculos concéntricos; en cada uno se castigan uno o varios pecados. Ríos de fango, heces y sangre hirviendo, desiertos llameantes y un lago congelado... el Infierno es una fuente inagotable para los artistas, y tema de discusión para los científicos hasta el siglo XVII.

El purgatorio

El Purgatorio de Dante es una montaña con nueve niveles: un antepurgatorio, siete terrazas que se corresponden con los siete pecados capitales y la cima, el Paraíso Terrestre. En cada una de las terrazas se muestra un pecado y su virtud contraria: la soberbia contra la humildad, la avaricia contra la generosidad… así hasta siete. En su cima discurren dos ríos, el Leteo, que extirpa «el recuerdo del pecado» y el Eunoé, que «restituye el bien cumplido». El Purgatorio se encuentra al otro extremo del Infierno y es la montaña más alta de la Tierra.

El cielo

El Paraíso es el Cielo, formado por nueve esferas: el cielo de la Luna, de Mercurio, de Venus, del Sol, de Marte, de Júpiter, de Saturno, de las Estrellas Fijas, donde se encuentran las constelaciones, el Cristalino y el llamado Primer Móvil, que origina todo el movimiento del universo. Englobándolos a todos, el Empíreo, donde habitan los santos en una rosa mística, la rosa Cándida, y, finalmente, Dios, «el amor que mueve el sol y las demás estrellas» (Paradiso, XXXII, 145).

Esquivias

El genial escritor burgalés Óscar Esquivias es autor de una trilogía sobre la ciudad en la que alegóricamente hace una Divina Comedia en Burgos. Inquietud en el Paraíso, La ciudad del Gran Rey y Viene la noche son las tres novelas que, de alguna manera, reflejan la vena 'dantesca' del escritor y de la ciudad.

La obra del escritor de Gamonal es una delicia. Las descripciones de una ciudad y unos personajes que no conoció son extraordinarios y la trilogía moldea, espiritualiza y homenajea al toscano con acierto.

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