Arco e iglesia de San Gil con un cubo de la muralla, en parte reconstruido, en el centro. JCR

Burgos Misteriosa

El misterio de las mujeres emparedadas de San Gil

Allí, entre el arco y la iglesia, vivían las emparedadas, mujeres que se auto recluían buscando penitencia, rechazadas por la Iglesia, y lejos de los votos y la estructura de las monjas

Viernes, 29 de septiembre 2023, 07:27

En San Gil confluye la vida que se da en Huerto del Rey, Avellanos, Fernán González, Hospital de los Ciegos, Alvar Fáñez y San Francisco. Hoy es parte de la historia moderna de Burgos pero en sus muros hay escritas miles de historias misteriosas. La ... de las emparedadas es una de ellas. No es un caso único porque emparedadas las hubo en todo el medievo y es frecuente la reclusión de estas mujeres en microceldas, 'intra o extra portam', adosadas a las murallas de las ciudades

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La leyenda, o la realidad, ¿quién sabe? Se abre paso en este rincón de la ciudad. En uno de los torreones adosados a la iglesia de San Gil, cuenta Gregorio Carmona Urán en 'Historia de las viejas rúas burgenses' «estuvieron durante un largo período de tiempo las famosas 'Emparedadas'». Eran mujeres sencillas «arrastradas por la piedad y poseídas de una fe ciega», explica Carmona.

Que existan estas mujeres que tomaban la decisión de alejarse del mundo por voluntad propia para recluirse no es diferente a otros casos. Lo que las hace no parecerse a ningún otro caso similar es que vivían en una torre o cubo, adosado a la muralla y al Arco (en la calle San Francisco aún se ve el espacio cilíndrico -no es el primitivo- hoy reconstruido) y que comunicaba por la parte superior con la capilla en la que hoy se venera al Cristo de las Santas Gotas.

Es una escalera de caracol que esta situada detrás de una puerta junto a esa capilla, a través de la cual ahora se accede al interior de las cúpulas y al campanario; ahí existía un pequeño habitáculo cúbico. Desde ahí participaban en la misa matutina y oraban a los santos de sus diferentes devociones. Emparedadas. Encerradas. Calladas. En el torreón discurría una vida ajena en la que la soledad y el silencio; el frío y la humedad, acabaron por deteriorar sus vidas.

Vidas de penitencia y oración. Vidas ajenas robadas al ordinario transcurrir de las horas; vencidas por una vocación, quizá también robada por algún confesor o director espiritual, que encerraba en un ataúd de piedra la temprana necesidad de morir a lo cotidiano.

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Martínez y Sanz en su 'Episcología de Burgos' habla también de más emparedadas en Burgos. Describe la existencia de estas mujeres en la iglesia de Santa María de Viejarrúa, «a las que el prelado don Juan de Villacre, que gobernó esta diócesis desde 1394 a 1403, las legó 100 maravedíes y a las recluidas en la torre de San Gil 90 a cada una».

¿Qué papel jugaban estas mujeres? Su antecedente podemos encontrarlas en las sacerdotisas vestales que en tiempos pretéritos se encerraban a propia voluntad al perder su virginidad. Las emparedadas eran pobres. Vivían de la caridad. Estaban encerradas en pequeñísimos habitáculos cerradas con una reja. Por esa reja les dejaban comida. Desde otra ventana se comunicaban con el interior de las iglesia. En San Gil tenían un pasadizo hasta lo alto del templo

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Las emparedadas estaban perseguidas por la Iglesia; sólo estaban atormentadas en busca de penitencia. Era un estilo de vida que no se corresponde con los votos de las monja y con la estructura del convento.

Cuando una mujer tomaba la decisión de apartarse del mundo, se despedían con un ritual de entierro, con requiem incluido y con la promesa de las tinieblas. Y si la postulante rompía las reglas se le dejaba morir de hambre y se le encubaba con un gato y un perro. Una emparedada era una mujer sin edad determinada, adulta y viuda, y generalmente independiente. Atrapadas en una sociedad machista se encerraban para independizarse, pero con un precio caro y absurdo.

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Arco, cubo e iglesia

Siempre ha tenido un halo de misteriosa esta calle y este lugar tan añejo de la ciudad. La iglesia es el centro del caserío. Y el Arco el emblema. Aunque la fábrica de la puerta es posterior a esta época, la de San Gil era claramente defensiva.

Era una de las entradas más importantes; era la puerta del Cantábrico. Tanto es así que la calle San Francisco era llamada como camino de Laredo. Originariamente era la Puerta de la Texada. Y por sus dimensiones, un verdadero castillo. El arco fue prisión y ayuntamiento donde ser reunía el 'Concejo de los Sece omez buenos', que gobernaba la ciudad.

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El primitivo arco data del año 1284 aunque sufrió reformas en el siglo XVI, cuando se amplió porque era muy estrecha para entradas de las mercaderías del mar de Laredo y fundamentalmente las que llegaban desde Flandes. Todo el transporte entraba en Burgos desde el camino de Laredo, la calle san Francisco actual.

La grandiosidad de la puerta era tal que llegaba hasta la iglesia. Hasta llegó a enajenarse un tramo de arco y muralla para que en 1523 Juan Castro de Londres, como explica Carmona, construyese la capilla de la Natividad en San Gil. La calle de San Gil de la actualidad era mucho más grande en los siglos XV y XVI. Abarcaba la actual calle Avellanos, la que fue del Infierno (Arco del Pilar) y todo el espacio que va entre fachada este de la iglesia y la actual plaza Alonso Martínez.

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La iglesia, según explica Betolaza, párroco que fue de San Gil, está edificada sobre otra anterior, la ermita de San Bartolomé y el historiador Amador de los Ríos dice que «en la bula dada por

el Papa Alejandro III en 1163 no se alude para nada a esta ermita y sí a una iglesia denominada de San Egido o San Gil», disquisiciones aparte, el caso es que en 1300 se erigió como parroquia de la ciudad

¿Quién era san Gil?

San Gil de Languedoc era hijo de Teodoro y Pelagia y nació en Atenas en la segunda mitad del siglo VII. Peregrinó a Roma y desde allí se estableció en Arlés, en Francia. Se hizo monje y fundó un monasterio en un bosque cerca de Nimes hoy llamado Saint Giles du Gard. Murió el 1 de septiembre del 721. Su fama de santidad llega a Burgos por el Camino de Santiago. Se le representa con hábito oscuro, báculo abacial posando junto a una cierva del monte de Nimes.

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El valor artístico de San Gil es indudable. Su modesta traza exterior es la antesala a un interior exuberante. En capítulos posteriores profundizaremos en alguna de las joyas y de los misterios de San Gil.

En esta ocasión destacar su gran retablo barroco, tres vidrieras imponentes en su ábside superior, el Cristo de las Santas Gotas, la Dolorosa de la escuela de Gregorio Fernández y otras obras escultóricas barrocas y renacentistas de extrema belleza en las capillas de la Buena Mañana (donde Santa Teresa de Jesús oraba todas las mañanas cuando estaba en Burgos), la de los Reyes Magos y la de la Natividad. Todas ellas de bellísima factura.

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En esta iglesia fue bautizado el beato misionero burgalés, fundador de las Islas Marianas (Guam), Diego Luis de San Vitores.

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