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Como buena tierra del norte de la península, la provincia de Burgos atesora, misteriosas leyendas de milagros y creencias. La mayor parte de ellas están asociadas a fenómenos naturales o accidentes geográficos y se reparten por toda la geografía burgalesa. Historias de doncellas, de bellas ... muchachas convertidas en piedra, montañas, fuentes y lugares esotéricos.
La mayor parte de estos lugares están asociados como siempre a lugares de poder o centros telúricos en lugares que nos evocan.
Uno de ellos es la vieja ermita de Oca y la fuente de San Indalecio en las cercanías de la ermita Villafranca Montes de Oca. El lugar es extraordinario; es un punto geográfico importante dentro del Camino de Santiago, aunque un poquito alejado de la ruta principal.
Para llegar a San Indalecio, hay que desviarse en Villafranca Montes de Oca hacia la ermita de la Virgen del mismo nombre. El lugar no ofrece duda: aquí se concentran fuerzas, telúricas, misterio y muchísimas Historias contadas sobre esta fuente de San Indalecio. Y al llegar al lugar se percibe es especial acento misterioso.
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En el juego de la oca, del que hemos hablado en otras ocasiones, este lugar está representado por la casilla número 31, el pozo. El pozo de San Indalecio es un lugar mágico alrededor del cual hay decenas de leyendas.
Cuando los Autrigones vieron que se Indalecio, que era obispo de Auca en el siglo I, no aceptaba las creencias de los pre romanos, le arrojaron a un pozo para que muriese. Entonces se produjo el milagro. El pozo se llenó, devolviendo el cuerpo a la superficie y desde entonces aquel pozo seco manó agua. Se dice que las gotas de sangre del santo dieron origen al pozo.
Hoy esas manchas de sangre, cuenta la leyenda, son visibles en las piedras de la fuente. Y es que se pueden contemplar a simple vista. Quien visite el pozo de San Indalecio y la ermita de Nuestra Señora de Alba las tiene a la vista.
Las piedras teñidas de sangre no dejan de formar parte del imaginario colectivo y de las leyendas. Su color y las pintas rojas tienen una explicación científica que dice que se trata de aguas ferruginosas y las pecas y el color se lo da el hierro. Aun así, la idea de que sea la sangre de San Indalecio es una preciosa metáfora que perdura en el tiempo, como perdura el significado de la oca en toda esta región burgalesa.
Todavía reúne más misterio y esoterismo este lugar cuando la leyenda nos dice que esa Indalecio fue discípulo del mismísimo Santiago. Tiene su lógica y explicación dadas las coincidencias con el discípulo de Jesús.
Cuando uno se acerca a su fuente, puede observar desde el borde del manantial como las piedras están salpicadas de motas rojas. En cualquier época del año se puede contemplar esas motas, dice la leyenda, o la realidad son la sangre del santo martirizado en el primer siglo de nuestra época.
Buceando en la misma historia encontramos a Indalecio como obispo de Ursi (hoy Pechina) en la actual provincia de Almería. Y fue de los primeros evangelizadores de Hispania junto con Torcuato, Segundo, Tesifón, Cecilio, Eufrasio y Esikio. Y se le identifica a San Indalecio como el primer obispo de Auca.
Si San Indalecio fue el primero de ellos, en último nombrado fue Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, que fue designado obispo de la desaparecida diócesis de Auca, es decir, Oca, cuando lo fue en Buenos Aires como obispo auxiliar.
Pero es que este lugar reúne muchísimos alicientes para convertirse en ese centro de poder, centro de misterio, lugar, telúrico, donde la fuerza de la tierra se hace aún más patente.
A pocos kilómetros se encontraba el poblado de Alba, del que ya hemos hablado en alguna ocasión en esta sección. Para recorrer el camino entre este poblado y Villafranca Montes de Oca, existe alguna ruta alternativa, pero fundamentalmente había que pasar por este lugar. Los últimos pobladores de Alba emigraron en los años 50 del siglo XX a Villafranca, aunque ya antes quedó muy mermado, en la Guerra Civil, por un incendio.
Para llegar a Villafranca los pobladores tenían que atravesar un estrecho desfiladero, bellísimo, pero lleno de peligros. Hoy ese camino entre la presa de Alba y la fuente de San Indalecio es muy cortito un poco más de tres kilómetros, pero sigue siendo un lugar lleno de misterio
Estudios de todo tipo, colocan precisamente en la ermita de la Virgen de Oca y la fuente de San Indalecio, el primitivo asentamiento de la diócesis de Auca. Es precisamente en esta época medieval, cuando la ermita que llevaba el nombre de San Indalecio, junto a su fuente, cambia de nombre por la de virgen de Oca
Este tipo de construcciones, como la ermita, datan históricamente del primer siglo de nuestra era y se extienden desde Germanía hasta Hispania. Estos santuarios tenían características comunes, como que la divinidad de ese templo aparecía rodeada de ocas. Existía una fuente medicinal, cisternas para el baño, ritual, pozos para la ofrenda de exvotos, hospedería para los peregrinos y la residencia del sacerdote. Al lado de todos estos lugares siempre estaba el estanque con sus ocas sagradas
La relación entre el esoterismo que destila la fuente de San Indalecio, unido al misterio del desfiladero de la Hoz, los secretos que guarda el viejo poblado de Alba. Salpicado todo ello, con las decenas de historias que surgen al abrigo del monte que rodea la presa de Alba nos ofrecen un paisaje de cuento de hadas. O de cuento de misterios.
Porque también hay que unir a ello el significado sagrado del animal que da nombre a todo el valle, la oca. Ya era en época celta un símbolo de protección asociado a las diosas o ninfas de fuentes y ríos, porque el agua es una conexión directa con la divinidad, con el cielo.
Por ejemplo, las diosas acuáticas, como Sequana, se representa navegando sobre el río Sena sobre una oca y otras diosas como Matres, diosa y madre del manantial de la Provenza, tiene ocas a sus pies o en su regazo. Además, la oca se asociaba con manantiales terapéuticos.
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