Burgos Misteriosa
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El misterio del culto a los árboles sagradosLos árboles sagrados de Burgos están ubicados en centros de poder; lugares telúricos, sitios que tienen una especial significación y una fuerza interior enorme. Es habitual encontrar olivos, manzanos, abetos, cipreses, cedros, pinos, pinsapos, arces y otras especies en lugares muy concretos protagonistas de leyendas ... y relatos misteriosos.
En la provincia hay muchos árboles sagrados y lugares que reúnen estas características. ¿Quién no recuerda en la capital al Monín? Ubicado en uno de esos lugares mágicos de la ciudad, al lado del río Arlanzón que le daba vida, el Monín no sólo era un enorme álamo; era lugar de cita. Era lugar de abrazos.
El periodista Miguel Calvo recoge en La Carregue como un 19 de abril de 1990, hace ya 34 años, el Ayuntamiento de Burgos decidió talarlo después de seis años de enfermedad. Tenía 150 años de edad; 5,40 metros de diámetro y otros cinco de altura. Era un icono de la ciudad y muchos burgaleses lo recuerdan con cariño.
Y en la ciudad hay muchos más, como el álamo hermano pequeño del Monín, también en la Quinta; los tejos de la Isla y del Espolón, el Plátano de sombra, también en la Isla, la secuoya gigante de Canadá, de la plaza de la antigua Estación, los cedros del Parque del doctor Vara o los robles del bosque de Villafría, entre otros.
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Y en la provincia se cuentan por millares. Algunos tan famosos como la secuoya del patio de acceso a la hospedería del monasterio de Santo Domingo de Silos, el ciprés de su claustro; el pinsapo de San Pedro de Arlanza, la desaparecida olma de Riocavado, el también desaparecido manzano de Castrojeriz, la encina de Sotoscueva, el Sansón de Palacios de la Sierra y tantos otros.
El antropólogo Jaime Luis Valdivielso Arce recoge en un interesante texto, 'Arboles míticos en la provincia de Burgos', un escrito del profesor y teólogo de Villamartín de Sotoscueva Manuel Guerra titulado 'Constantes religiosas europeas y sotoscuevenses' donde habla del «carácter sagrado en varios tipos de religiosidad, sobre todo en la telúrica» de los árboles.
Y es que en las fuerzas del interior de la Tierra reside ese poder que representan. No es baladí que los árboles sagrados de Burgos estén en aquellos centros de poder más importantes de la historia de la provincia. Y se convirtieron en árboles venerados. El árbol no fue idolatrado por sí mismo, sino porque era considerado como «encarnación de la divinidad o de una fuerza peculiar», explican.
Hace unos años, la Diputación de Burgos publicó una serie de opúsculos con lugares misteriosos de Burgos. Dedicó uno de ellos a los árboles sagrados de Burgos. Destacó los siguientes con su respectiva explicación:
Hasta que murió en 1988, la de Riocavado fue la olma más famosa de Castilla y León debido a su gran tamaño y antigüedad. Se encontraba frente a la iglesia románica y se cree que fue plantada allí como parte del rito de consagración del templo. Tan impresionante resultaba su talla que los vecinos del pueblo contaban que había llegado a crecer tanto porque se había alimentado de los cadáveres humanos de un cementerio moro que se situaba debajo. También decían que todo el pueblo se asentaba sobre las raíces de este legendario espécimen.
La leyenda de Antón Martín, el Sansón de Palacios, explica la razón por la cual los vecinos de esta localidad tienen dos importantes privilegios. Cuenta la historia que el rey mandó buscar por toda Castilla al hombre más fuerte que hubiera para que luchara contra un moro. En el pueblo de Palacios de la Sierra encontraron a Antón y se lo llevaron a la corte. Este venció al moro con gran facilidad e impresionado, el rey le preguntó qué deseaba como premio. Antón pidió para Palacios, Vilviestre y Canicosa los privilegios de poder soltar la Cabaña Real allí donde no perjudicaran a terceros y el de poder cortar de sus montes tres pinos por vecino al año.
Asegura la leyenda que al saltar Santiago en su caballo desde la colina del Castillo de Castrojeriz, fue a caer sobre un gran manzano dentro del cual se encontró una talla de la Virgen. Esa imagen se venera dentro de la iglesia ypara recordar la historia, en la puerta pueden verse unas herraduras, en referencia al salto del caballo de Santiago. Alfonso X El Sabio dedicó cinco de sus cantigas a esta imagen de la Virgen en la que relata sus milagros
En lo más alto de la Cuesta del Águila, conocida también como el Monte Santo, en La Aguilera hay un pino piñonero que jamás ha sido talado. Se sitúa cerca de tres cruces de piedra de moderna construcción. Cuenta la tradición oral que San Pedro Regalado salía cada noche del convento de La Aguilera descalzo y con una gran cruz a cuestas para subir a este monte y recorrer las 14 estaciones del Vía Crucis. La última de ellas se encontraba este árbol.
En el Alto de la Concha hay una gran encina rodeada de 16 asientos de arenisca. Se trata del heredero de un ejemplar anterior que se tenía por sagrado en Sotoscueva y en torno al cual se reunían los vecinos para celebrar reuniones y llegar a acuerdos de carácter jurídico-administrativo. Cuenta la leyenda que en el siglo XVIII los habitantes del lugar seguían rindiendo culto a esta encina y que cuando ésto llegó a oídos del arzobispo de Burgos, lo consideró un culto pagano demoníaco que debía ser suprimido. Para asegurarse de que se eliminaba por completo, mandó cortar la encina, quemarla y dispersar sus cenizas por el campo.
Ya en la antigüedad, el historiador romano Plinio el Joven describe con pormenor los actos cultuales de la encina sagrada: Guernica, Sotoscueva o Quecedo de Valdivielso, por ejemplo.
La encina es un vórtice espiritual y está en el centro geográfico de la Merindad. Rodean al árbol sagrado las pedanías de Villamartín de Sotoscueva, Cornejo, Bedón, Pereda, La Mata, Cogullos y Ahedo de Linares.; muy cerca de las profundidades de Cubía, San Tirso y Palomera y por supuesto Ojo Guareña.
El espino de Cernégula nos lleva a las historias de brujas y aquelarres El ciprés de la iglesia parroquial de Castil de Lences, junto al Monasterio de religiosas clarisas; en la misma zona geográfica, el moral de Llano de Bureba y otros tantos, merecen una visita sosegado y un abrazo a sus troncos.
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