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Las muertes multitudinarias despiertan un desconcierto enorme en la población que es muy difícil de comprender. En los lugares en los que han ocurrido esas desgracias quedan impregnaciones de dolor. El ambiente se ensombrece; el miedo cabalga en la grupa de los ruidos extraños. En ... esos lugares se respira un extraño aroma a muerte.
La imagen es aterradora… Una procesión de diez ataúdes blancos y oscuros por las calles de Miranda. El entierro más multitudinario de la ciudad. Más de 15.000 personas en la calle y el templo. Los oficiales de Renfe en Miranda tomaron a hombros los féretros y los condujeron al cementerio.
Tras los cuerpos muertos, familiares, autoridades, los niños y niñas de la ciudad… el cortejo fúnebre, jalonado de flores… y parada obligada en las iglesias del casco viejo: Espíritu Santo y Santa María. Ese día 13 de diciembre, todo el comercio y la industria de Miranda quedó cerrada en señal de duelo.
¿Por qué el destino eligió a las niñas para morir? ¿qué lugar maldito fue ese? ¿qué recuerdo ha quedado en la ciudad de todo aquello?
En la provincia de Burgos ha habido crímenes horribles y multitudinarios. Tragedias y accidentes que han dejado una huella indeleble en el espacio y en el tiempo. Hoy abordamos uno de esos horribles sucesos. La ciudad del Ebro guarda tragedias tremendas. Miranda tiene muchas historias guardadas en el memoria de los tiempo. Una desgracia que casi 70 años después de haber ocurrido nos recordaba una mirandesa que, si bien no vivió aquel acontecimiento, en su cabeza aún resuenan los ecos de lo ocurrido.
Ese suceso tan horrible fue el de la muerte de diez niñas el 12 de diciembre de 1954 es la historia más trágica vivida nunca en la ciudad. Se han cumplido 69 años de este horrible acontecimiento; aún hay gente de Miranda que recuerda con lágrimas en los ojos lo ocurrido aquella fatídica tarde.
Los periódicos de la época recogieron con crudeza el suceso. Ocurrió en la cripta de San Nicolás. Era una tarde plácida de invierno. Los niños y niñas del barrio más céntrico de Miranda esperaban a la puerta de la cripta del templo. Trece peldaños separaban la superficie de la cueva. Eran las 16.00 horas. Un tropel de chavales iba a acudir al cine que proyectaba la Juventud Femenina de Acción Católica.
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Julio César Rico
Doscientos pequeños esperaban en el atrio de San Nicolás. Las puertas de la cripta donde se proyectaba el cine estaban abiertas para que bajaran los niños. La prensa de la época relada que una de las puertas se destinaba comúnmente para la entrada de los niños y la otra, que directamente conduce al local, donde se celebra la catequesis, por donde también se penetra al salón, para las niñas.
El relato de la Hoja del Lunes de Burgos cuenta con detalle lo ocurrido «las niñas, en su afán, por entrar y ocupar puestos preferentes, hicieron tal presión sobre la segunda de las puertas aludidas que obligaron fuertemente a la cerradura haciendo la saltar. Al ver que la puerta se abría todos los niños se abalanzaran sobre ella y más de 50 cayeron... precipitados por una escalera de 13 peldaños que comienza en el mismo umbral».
Amontonados, sobre el rellano, tras haber rodado escaleras abajo, un enorme grupo de niños había aplastado a las primeras pequeñas que estaban esperando en la parte más baja de las escaleras, junto a la cripta. Gritos, llantos, horror, confusión… miedo… Nadie daba crédito a lo que ocurría. Se cernía la tragedia.
No había pasado mucho tiempo y ya se sabía que debajo, en el suelo, había al menos diez niñas que podían estar en mal estado. Poco se tardó en certificar que las diez menores estaban muertas por efecto de la avalancha.
Sobre las niñas cayeron los demás. Nadie puedo evitarlo; nunca nadie pensó en que una tragedia de este calibre podría pasar.
El lugar recuerda con una placa lo ocurrido aquel fatídico 12 de diciembre a las 16.30. La pregunta que nadie responde, quizá porque no tenga respuesta es por qué se produjo el accidente. Una sencilla oración cierra la entrada a la cripta con los nombres de las niñas: «¡Dadles Señor el descanso eterno!».
Se asfixiaron. Eran María Aranzazu Bermejo, de doce años; María del Carmen Mesa Arriola, de once; Yolanda San Jose Ruiz, once años; María Yolanda Ladrero Cieza, nueve; María Rufina Maruri Grijalba, ocho; Milagros Rodríguez Díaz, siete; Elia de Rosse Plágaro, de siete; Felisa Miranda Guerrero, de siete años; Altamira Estivalez Revuelta, también de 7 y Rosa María Tolosana García que contaba con seis años de edad.
En el recordatorio, que fue publicado por el semanario El Caso, aparecen todas excepto la niña María del Carmen Mesa Arriola porque sus padres no tenían una foto de ella.
Los médicos lo intentaron todo para tratar de evitar más muertes. Las víctimas mortales fueron trasladadas, como también la de los niños malheridos a una clínica de Miranda, la del doctor Calzada. No pudieron salvar la vida de las niñas. Los casos más graves en los heridos se resolvieron con éxito.
Como es habitual, las crónicas de la época ensalzan más la presencia de los políticos del Régimen y de la Iglesia de Estado que de los médicos y facultativos que salvaron a los niños más graves. También ensalzaron la «la ejemplar, conducta de las jóvenes de Acción Católica, organizadoras de la velada y de numerosísimas personas que resulta imposible detallar».
Cuando este suceso estaba ocurriendo, en Anduva empataban el Deportivo Mirandés y el Basconia. Al término del partido, los servicios médicos que tuvieron en ese momento conocimiento de lo ocurrido, se desplazaron al lugar para atender a los heridos
En febrero de 2009, cuatro personas fallecieron en un incendio de una vivienda en el Casco Viejo de Miranda. Los cuatro pertenecían a una misma familia. Eran de Rumanía, dos menores su madre y una hermana de la madre. Al día siguiente las víctimas subían a cinco porque también moría el padre.
La condición ferroviaria de Miranda ha condicionado que la ciudad haya vivido accidentes con varias víctimas, así como la carretera N-I que ha sido durante años una trampa mortal con serias consecuencias.
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