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Convento de San Francisco en la actualidad. J.C.R.
San Francisco: la calle de Burgos donde se enterraba a los ahorcados
Burgos misteriosa

San Francisco: la calle de Burgos donde se enterraba a los ahorcados

Hoy es una calle larga y populosa que comunica la entrada en la ciudad desde la carretera de Santander hasta la puerta de San Gil, una de las entradas históricas de la ciudad. Se llamaba Camino de Laredo y desde el medievo, y antes, ha sido una vía de comunicación fundamental en Burgos. Hoy las ruinas del viejo convento, son el testigo único de aquella época de esplendor. Frente a él, en el cerro de San Miguel, se enterraba a los ajusticiados y a los muertos del monasterio

Viernes, 13 de enero 2023, 07:03

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La actual calle San Francisco alberga unas ruinas llenas de historia. Y también de misterio y leyenda. Todos los alrededores del viejo cenobio también son lugares de poder, como lo fue el monasterio fundado por el mismo San Francisco de Asís en una parada en su viaje desde Italia a Compostela para honrar a Santiago.

En frente de las ruinas actuales, estaban los cementerios; el lugar de ejecución de los ajusticiados y las huertas y la ermita de San Miguel, la primitiva fundación. Desde el fondo de la tierra, las almas de peregrinos, mutilados y monjes muertos reclaman que el siglo XXI les devuelva el protagonismo que tuvieron; unos gritos sordos impregnados en el tiempo que rondan entre los pinos de la ladera este del cerro.

Eloy García de Quevedo, en el Boletín de la Institución Fernán González, recoge el sitio donde se enterraba a los ejecutados del que dice era un lugar «junto a la ermita de San Miguel, en la falda del cerro aun hoy así llamado, frente al Convento de San Francisco». Y que dicha ermita fue la primitiva fundación franciscana, «la primera en Castilla y acaso en España». El convento, en las actuales ruinas, fue uno de los más grandes de la cristiandad y contó con 22 capillas, más que la Catedral.

Según la crónica de los padres Hernáez y Arguiñigo, el Cabildo de la Catedral de Burgos «ofreció y dio al seráfico Padre (a San Francisco de Asís), para convento, la ermita de San Miguel, de la que tenía la posesión por habérsela donado dos nobles ciudadanos», sobre 1214.

Estaba esta ermita en «una cuesta, hacia el Norte de la Ciudad, distante como media milla, en sitio solitario, aunque según las antiguas memorias, entonces lleno de árboles, y muy propio para retiro, penitencia y contemplación». A partir de 1226, se trasladó el Convento «al lugar donde persistió».

Grabado de la revista España Pintoresca.

En San Miguel reposaban «los restos de Fray Lobo y otros dos cuerpos de los primeros fundadores, llamados Antonio y Julián, de aquel Monasterio». Así lo atestigua el Padre Flórez en su 'España Sagrada' donde dice que el cuerpo de Lobo y de otros compañeros «fueron hallados incorruptos en el año 1579 en que se reforzó la ermita». También Barrio Villamor relata que en 1579 se descubrió en esa ermita una inscripción en la que se leía que allí reposaban los restos del beato -fray Lobo- y sus dos compañeros Antonio y Julián.

La ermita de San Miguel fue derribada por el ejercito napoléonico en 1812. Trataron de rehabilitarla, pero lejos de ello, se convirtió en un punto de ataque de las huestes hispano británicas y desde ahí intentaron tomar y recuperar el Castillo sin éxito.

La fundación del nuevo emplazamiento conventual se realizó en 1229 y pasó desde San Miguel a un entorno llamado los 'Bayllos menores' –hoy Vadillos— al lado del convento de la Trinidad y a 300 metros de la puerta de San Gil. El monasterio alcanzó entonces fama y poder y ganó todo el territorio del Cerro de San Miguel y su ermita.

Por las inmediaciones de San Francisco estaba también la ermita de San Roque. Dos citas la ubican en la falda Sur del cerro de San Miguel, más alejada del monasterio de San Francisco. Se la nombra en el Catastro de 1751, del Marqués de la Ensenada y otra cita en la que se la reconoce en la declaración de bienes de don Pedro Tome Gonzalez: «El mayorazgo de don Juan Gómez de Parada, que administro tiene en esta ziudad una hermita sin sombrero titulada de San Roque, frente al combento de San Francisco, toda de piedra sillería».

Voces parafónicas

El cerro de San Miguel es un lugar de poder; es uno de lugares de la actual ciudad de Burgos con más fuerza telúrica. Quizá la intuición de los antepasados burgaleses les hizo pensar que ese lugar era especial. Sería difícil concretar el lugar exacto en el que estaba la ermita de San Miguel, pero por los datos que aportan los textos históricos, estaría en el entorno actual del Camino del Gallego y Eras de San Francisco.

Como lugar en el que se ha ejecutado a personas por causa de la justicia; cementerio y hospital, el cerro de San Miguel es un potente centro de atracción de elementos del cielo y de la tierra. En su punto más alto, en la campa donde se encuentra el centro de aves, está vértice geodésico de mayor altitud de la ciudad, con 963 metros de altitud. Este tipo de puntos señalizados permiten identificar una posición geográfica exacta, para establecer la información precisa de coordenadas geográficas.

Todo este espacio es un lugar adecuado, por ejemplo, para intentar recoger las voces del más allá. En noviembre de 2012, quien escribe estas líneas grabó una de ellas. Tiene el tono, el timbre y las características de toda psicofonía, o parafonía en una acepción más correcta desde el punto de vista semántico. Lancé una invitación al aire, «si hay alguien aquí, que se manifieste». Y antes de que terminara de hacer la pregunta, una voz se cuela en la grabadora. Esa voz dice «yerto». Se puede escuchar aquí.

Según el Diccionario de la Real Academia Española de la lengua: «Yerto.- Dicho de un ser vivo o de alguna parte de él: Tieso o rígido, especialmente a causa del frío o de la muerte». La psicofonía está grabada enfrente del viejo monasterio, sobre los terrenos que fueron cementerio y huerta. Pese a que los expertos dicen que los cementerios no son el mejor lugar para grabar estos fenómenos, este sitio congrega más variables que le hacen ser especial.

El lugar que hoy ocupan una hilera de edificios y una barriada de adosados fue un 'gólgota'. Un lugar de ejecución de sentencias de muerte. Y uno de los cementerios del monasterio, al abrigo de la ermita de San Miguel, que da nombre al cerro donde en sus faldas estuvo ese templo.

Un monte, el Cerro de San Miguel que hoy es uno de los pulmones verdes de la ciudad, pero que hace siglos era lugar de ajusticiamiento. Un dato que lo confirma: el 16 de noviembre de 1827 recibió la pena capital en este lugar un «llamado Esteban Calleja, por haber matado a ama y criada de un cura, y fueron muertes alevosas, particularmente a la criada. Levantó el cuerpo la cofradía del Santísimo. Se enterró en la cuesta de San Francisco, donde se han enterrado siempre los ahorcados».

Muy cerca, junto a la iglesia de San Gil, el 4 de junio de 1825, el verdugo de Burgos aplicó la pena capital a José de Alija y se le enterró en el cementerio de la iglesia, a 300 metros de San Francisco.

Un misterio que siempre ha rodeado al monasterio y que Rafael Monje, en su artículo 'El Convento antiguo de San Francisco en Burgos', publicado en el Semanario Pintoresco, no en 1846 dice hallarse ante «un instinto secreto nos condujo mil veces a los sitios solitarios en que subsistían los ruinosos tapiales de los conventos de la Trinidad y San Francisco», atestiguando que la Guerra de la Independencia sumió en el olvido a ambos cenobios.

Almirante Bonifaz

El Almirante de Castilla Ramón Bonifaz fue uno de los mecenas principales del templo y del convento franciscano y quien ayudó a la realizar la fábrica de la iglesia. Pagó de su bolsillo la parte principal y las naves centrales. Su sepultura y su escudo de armas presidieron durante siglos la iglesia conventual. Su mausoleo era majestuoso. Contaba con una escultura yacente del almirante, en la nave del evangelio, la que se construyó antes que ninguna otra.

Bonifaz financió las naves castellanas para conquistar, en 1248, Sevilla a los almohades por mar reinando Fernando III de Castilla y León. El semanario Pintoresco Español, de …. detalla en un reportaje sobre el convento que en alrededor de los restos, en un friso de la urna estaba escrito lo siguiente: «Aquí yace D. Ramón Bonifaz, primer almirante de Castilla, que ganó a Sevilla. Murió añude 12248

El fundador de Bilbao

Los antiguos historiadores de Burgos, Palacios, y Castillo Pesquera, hacen relación de la grandeza y riqueza de la casa, llena de sepulcros de las más nobles familias burgalesas y alhajas valiosísimas. Según los historiadores, el sepulcro de don Diego López de Haro, fundador de la Villa de Bilbao y señor de Vizcaya, estaba en el convento.

Según el cronista de la ciudad Eloy García de Quevedo, en un artículo de prensa en 'El Noticiero Bilbaíno', fue «enterrado en la antigua iglesia de San Francisco, pero su sepultura, como tantas otras allí existentes un tiempo, desapareció con la ruina. de aquel templo durante la guerra de la Independencia y el subsiguiente abandono en los días de la exclaustración».

La intención del Ayuntamiento de Bilbao era devolver a la villa los restos de su fundador. A día de hoy, se sabe que es cierto que existió el enterramiento, pero se desconoce si los restos existen o no. Quizá bajo toneladas de tierra y piedras estén los huesos del primer bilbaíno.

Los restos del Infante don Diego también reposaban en el convento burgalés, trasladados «a aquel sarcófago desde el cerco de Algeciras», según el reportaje del semanario Pintoresco Español, firmado por Rafael Monje el 16 de agosto de 1846.

Archivo de la Corona

El arquitecto Álvaro Díaz Moreno, en una publicación de la Institución Fernán González, titulada 'Iglesia y Convento de San Francisco, de Burgos; Indagaciones sobre su arquitectura' y explica, tomando como referencia la obra Historia de Burgos, de Emelina Martín Acosta, que los Reyes Católicos establecieron el Archivo de la Corona en el monasterio, hasta 1546. Y que fue en el cenobio de la Orden franciscana donde se elaboraron las «Reales Ordenanzas para el buen regimiento de los indios», con nutrida concurrencia de letrados y teólogos», lo que se llama popularmente como las Leyes de Burgos de 1512, que tuvieron después su epicentro en el convento de San Pablo.

Con la Desamortización del siglo XIX el monasterio, devastado por la Guerra de la Independencia, como toda la ciudad, pasó a ser dependencias militares del Estado. Cuartel y fábrica, varias dotaciones militares lo usaron. Los últimos la Intendencia. En 1974 abandonaron estos edificios que pasaron a manos del Ayuntamiento. Allí ubicó desde 1977 los almacenes municipales y hasta las cocheras de los camiones de la basura, los depósitos de sal y las carrozas de las cabalgatas de reyes y de San Pedro.

Derribaron el cuartel pero mantuvieron una de las fachadas del monasterio que hoy se puede observar diferentes tumbas, arcos ojivales, rosetones y la primitiva piedra de fábrica.

Calle del Infierno en Burgos. J.C.R.

Calle del infierno y calle de las Brujas

Casi merecerían un capítulo aparte algunas de las calles de la ciudad. Aquellas que recibían nombres hoy poco comunes. San Francisco es un nombre común, o al menos al que estamos habituados, como el Cerro de San Miguel o el Cerro del Castillo. Pero cerca de estos lugares había calles con nombres poco comunes hoy. La actual calle era, en otros tiempos, el Camino a Laredo. Por aquí salían los carruajes directos al puerto cántabro.

Y lo hacían por la puerta de San Gil. Pero antes tenían que atravesar la calle del Infierno. Recibía este nombre la actual calle Arco del Pilar, el tramo que va desde la plaza de la confluencia de la calle Fernán González y Avellanos hasta la calle san Lorenzo. Fue calle del Infierno hasta la entrada del siglo XX.

¿Qué características tendría esa calle para ser llamada de esa manera? ¿Qué extraño personaje podría vivir en esa calle para que recibiera ese nombre? ¿Qué suceso o acontecimiento pasó allí para que se quedara con esa terrorífica palabra?

En el texto 'Cosas sucedidas en Burgos, sentadas y vistas por Marcos Palomar, en los libros burgaleses de memorias y noticias recogidas en el Boletín de la Institución Fernán González, se recoge un ajusticiamiento de fray Mauro, un religioso del convento de San Juan. El 17 de diciembre de 1821, se le dio garrote en sitio público. Por la tarde se le enterró en San Lesmes, pero antes se condujo el cadáver, «desde el Mercado a dar a la Plaza Mayor por la Guitarrería (calle Cardenal Segura, hoy) al Huerto del Rey, a la calle del Infierno, a Avellanos, a bajar a San Lorenzo; se depositó en medio del cuerpo de la iglesia, en donde se cantaron responsos. Concluidos, salió el entierro para San Lesmes, en donde quedó enterrado su cuerpo».

Las Brujas

La calle de las Brujas (hoy Embajadores) es una de esas calles con nombre extraño, o poco común. No está claro el origen de su primitivo nombre, pero todo apunta a que en ese lugar se concentraba parte del mundo esotérico de la ciudad medieval. Su trazado, sus estrecheces, los puntos de la ciudad que comunica…

Hay mucha literatura aún por crear sobre esa calle a la que se el cambió el nombre por otro políticamente más correcto, como siempre ha ocurrido. Porque ¿a quién le gustaría vivir en la calle de las Brujas, o en la del Infierno? El caso es que ese callejón ha sido nido de arte y punto de referencia para las nuevas tendencias. La sala Berruguete, de corta pero próspera vida fue un espacio de libertad creativa. Se inauguró el día 17 de febrero de 1979 y fue clausurada en julio de 1981. O el mítico Cafeto Madrid devorado por las llamas, ya entrado el nuevo milenio cuna de literatura y creación.

Durante mucho tiempo la calle dio miedo, no por su antiguo nombre, sino por su penoso estado; finalmente, el Ayuntamiento de Burgos ha rescatado esta calle que comunica la Catedral con la salida a de la antigua ciudad por Fernán González.

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