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Retrato de De la Puente de la capilla de Santa Catalina y sepulcro en la del Santo Cristo. J.C.R.
El arzobispo de Burgos que contó lo que hay al otro lado de la muerte
Burgos misteriosa

El arzobispo de Burgos que contó lo que hay al otro lado de la muerte

Un medium contactó con el obispo Fernando de la Puente y Primo de Rivera. Ese hecho se relató al pie de la letra en el boletín El Criterio Espiritista. El relato, más allá de su verosimilitud o certeza, es espeluznante; impresiona la cantidad de detalles y matices que el obispo muerto da del otro mundo

Viernes, 10 de marzo 2023, 07:05

Entre la ingente documentación que consta en la Biblioteca Nacional de España, hay un registro realmente curioso y sobrecogedor que relata un contacto con el más allá. Se trata de una práctica de mediumnidad que tiene como contactado y protagonista al que fuera arzobispo de Burgos Fernando de la Puente y Primo de Rivera.

Un documento realmente sobrecogedor y una joya de lo paranormal. La invitación que le realiza el medium al fallecido es la clave de todo el relato. Con el mayor respeto le dice que «si lo consideras de alguna utilidad, dime algo sobre tu estado después de la muerte». La pregunta formulada por el intermediario es el secreto que todo el mundo quiere saber, ¿qué hay después de la muerte? ¿Adónde se dirige el alma? ¿Qué se siente en ese trance? ¿Quién está al otro lado?

La Puente le explica que su larga enfermedad le permitió ver «lo que iba á ocurrir después de dejar definitivamente mi cuerpo». Es decir, en el instante antes de morir, como quienes tienen experiencias cercanas a la muerte (ECM en la jerga paranormal). La respuesta es tan esclarecedora como apabullante y genera aún más misterio.

Libertad y bienestar

Su primera sensación «fue la de esa libertad, en la que vi lo que la había deseado mi espíritu en lo último de su 'incarnacion', y en la que sentí un descanso y un bienestar que no puedo explicar». Es curioso que ese tipo de sensaciones son las que relatan aquellas personas que han tenido una experiencia cercana a la muerte. Como el que ya publicamos en esta sección hace unos meses.

Si esto es así, como relata el experimentador y como cuentan miles de personas que estuvieron a punto de dar el paso y que vivieron esos instantes anteriores a la muerte, el paso natural de esta vida a lo que ha de llegar, se vive con mucha paz.

El arzobispo de Burgos Fernando de la Puente y Primo de Rivera, que lo fue entre 1857 y 1867, había muerto tras una larga enfermedad el 12 de marzo de 1887 y fue uno de los contactados por un medium de la Sociedad de Espiritistas; el relato de los hechos en la citada organización, y la transcripción, corresponde a un socio con las iniciales A. S. y C, tal y como consta en el número 9 del año II, mes de mayo de 1869, de la revista El Criterio Espiritista.

El medium inició el ritual: «En nombre de Dios y del consejo que recibí del espíritu de Balmes, evoco al del arzobispo de Burgos en el momento de saber que ha fallecido». Posteriormente le invoca: «La Puente, ¿puedes darme una señal de autoridad que considero absolutamente necesaria en este caso?».

Y el que fuera prelado, desde el otro mundo, le dijo: «La señal de la cruz es la mejor señal de autenticidad para todos los que la adoramos con el corazón. Hasta en mi nombre, que yo ya no manejo el brazo que tantas veces lo hizo bendiciendo a los fieles a quienes quiera Dios que haya servido mi bendición apostólica».

El fallecido obispo le transmite al medium que se sentía «impulsado a darle gracias (a Dios)» por él, «¡oh, admirable omnipotencia divina! Su grandeza infinita nunca se había mostrado a mis ojos como entonces». Y como si aún estuviera admirando esa presencia infinita se manifestaba diciendo: «¡Qué bondad, qué dulzura, qué acogimiento tan inesperado para mí!».

La curiosidad del que pregunta le llevó a formular una cuestión más mirando a su interior que al del propio fallecido: «¿Qué piensas de nuestras comunicaciones con vosotros?». Y haciendo gala de prudencia, De la Puente esquiva la respuesta: «En primer lugar, me someto desde luego a la posibilidad del hecho: en cuanto a la importancia de los efectos que han de producir en la enseñanza y en la práctica de la religión de nuestro Señor Jesucristo por medio de sus ministros, me reservo decíroslo más despacio».

Y es que el espiritismo ni era ni es una práctica permitida la jerarquía de la Iglesia Católica. Por consiguiente, el uso de la virtud de la prudencia puede parecer un ejercicio lógico en quien ha sido cardenal además de obispo: «La enseñanza de la religión católica, apostólica romana, como la comprende y debe enseñarla el ministerio eclesiástico no es espiritista, no podrá ser seguida por un discípulo espiritista».

Claro. Ofrecer una respuesta que dé carta de naturaleza al espiritismo, «tendría que dar lugar a sucesos lamentables, en cuanto que agregándose por el pronto al odio, al clero, al despotismo de éste y a la ninguna creencia fija, que es el dogma de muchos en la práctica, motivará un desconcierto entre el pueblo y los ministros de la Iglesia, que no puede ser saludable».

Consejo desde el otro lado

Sin embargo, el clérigo no cierra la puerta a la comunicación con el otro mundo y se permite aconsejar al medium: «Y que vosotros, espiritistas, debéis evitar a toda costa y de un modo bien sencillo: no propaguéis el espiritismo por medio de escritos en los que los enemigos de toda creencia no verán más que las contradicciones de vuestra doctrina con la católica que los curas y los ministros de la religión en general no podrán aprobar».

La invitación que hace el arzobispo fallecido es a propagar el espiritismo con hechos: «Sembrad caridad, benevolencia, indulgencia, afán decidido por el bien, condenación absoluta del mal: sobre todo, y eso es indispensable, demostrad prácticamente que abandonando la materia creéis que algo se ha de hacer por el alma, y que el bienestar futuro de ésta no puede depender sino de la manera que le preparéis su existencia futura, por medio de vuestra abnegación y de vuestras buenas acciones»:

En definitiva: les impele a propagar la buena noticia del Evangelio. Ni más, ni menos. Hilando aún más fino, los mismos principios formulados en la invitación, también están -y no es ninguna sorpresa- en los principios de la Masonería especulativa, como la Logia Libertador en Burgos.

Todos somos espiritistas

La visión de la realidad desde el otro lado cambia radicalmente, incluso en quien ha sido ministro de la Iglesia. De la Puente recomienda que es necesario que el espiritista aplaque su afán «y que no os enorgullezca más que el haber hecho bien a todos y no haberlo dado a conocerá nadie. Si tal hacéis, curas y seglares serán todos, como vosotros, espiritistas».

Con esa actitud, con la práctica del bien común, lo que hoy es una doctrina prohibida por la Iglesia «se allanará a los ojos de todos, como hoy nadie cree, que el volar el pensamiento por mar y tierra cruzando el mundo en instantes, es sino natural. Así mi consejo os sirva como yo deseo, y contribuya a reuniros todos, pronto y sin excepción previa, en el reino de los cielos, que es la paz de la conciencia y el conocimiento verdadero de Dios, que a todos os bendiga y en su seno os reciba. Amén».

Si fue cierto el contacto, si el obispo se manifestó tal y como relata A. S y C, todo se resume en el mandato de Jesús que no es otro que el del amor incondicional. Y después de muerto, De la Puente ve claro que de poco o nada sirven los ropajes dogmáticos con los que se reviste la institución a la que perteneció. Que una vez muertos, sólo cabe la felicidad. Un bello mensaje final.

¿Quién era La Puente?

Fernando de la Puente fue nombrado Arzobispo de Burgos el 25 de septiembre de 1857 (antes lo fue de Salamanca desde 1852) y revestido cardenal en el Consistorio del 27 de septiembre de 1861. Además fue senador desde 1858 hasta su muerte. Fue un importante reformador de la diócesis de Burgos. En su episcopado se reformó y amplió el Seminario de San Jerónimo, la actual Facultad de Teología con una nueva fachada en la calle Eduardo Martínez del Campo.y sustituyó el enlosado de la Catedral por mármol de Carrara.

Además creó el Boletín Oficial del Arzobispado en 1858. Sus restos descansan en la capilla del Santo Cristo de Burgos.

Otro caso de un burgalés

Para un segundo capítulo sobre el espiritismo dejaremos otra experiencia de mediumnidad. Ocurrió con una persona hipnotizada por Mario Belvalldegs que le relata por carta al editor Alverico Perón en El Criterio Espiritista. Cuenta como el magnetizado (hipnotizado) estuvo en la revuelta ocurrida en la Catedral en 1869 y donde murió el gobernador Isidoro Gutiérrez de Castro. El muerto le recriminó a es burgalés que estaba en el tumulto que no le salvó de la muerte. ¡Escalofriante!

De Castro murió asesinado por una turba de exaltados en 1869 a las puertas de la Catedral y del que daremos cuenta en un segundo capítulo. BURGOSconecta relató el suceso de aquel mes de enero de 1869 en este reportaje .

Una sesión de espiritismo del siglo XIX.

También hubo espiritistas en Burgos

La modernidad que supuso la Constitución de 1812 trajo a España una doctrina, el espiritismo, que en el siglo XIX supuso la entrada y el conocimiento de una puerta a otra realidad a través de las prácticas espiritistas.

Burgos no fue excepción a esa tendencia; la nueva ciencia -que así se autodenomina- no rehuyó de las ciudades pequeñas y en toda Castilla se extendió el estudio de este conocimiento «asociado en la mayor parte de las ocasiones a la masonería», como afirma el filósofo murciano Joaquín Robles. Las alusiones a la Burgos en las revistas espiritistas son abundantes.

Y tiene su lógica. La misma revista a la que se alude en el inicio de este reportaje, El Criterio Espiritista, tiene una figura clave en la imaginería masónica, el ojo que todo lo ve. Es un clásico de este tipo de sociedad secreta, o discreta, como prefieren denominarse los masones. Esta revista mensual fue fundada por Alverico Perón, un seudónimo que utilizó en estas publicaciones el político, escritor y filósofo Enrique Pastor y Bedoya.

Una de las técnicas que se usaban era la magnetización o la hipnosis. Todas ellas eran prácticas prohibidas por la Iglesia que equipara el espiritismo al libre amor o cualquier secta. El número 9 de la Revista Católica, en su ejemplar de abril de 1863 lo condena de esta manera: «Así nosotros hemos denunciado varias veces las inmoralidades del mormonismo, los peligros del espiritismo, las indecencias de los meetings metodistas, y las infamias de los partidarios del libre amor».

Burgos tenía fieles espiritistas y personas que tenían contactos con el más allá a través de diferentes elementos físicos y sensoriales. Así lo relata el publicista francés G. G. en la 'Revue Spirite Belge' y recogido por 'El Español, periódico liberal»: «He recorrido este estío España, desde Burgos a Málaga, desde Badajoz a Barcelona, y en este recorrer me contacté con algunos de nuestros hermanos espiritas, entrando posteriormente en relación con otros que entonces no pude encontrar».

Este francés certifica la existencia de espiritas en Burgos en el siglo XIX. En su recorrido, asegura, ha presenciado sesiones de espiritistas que son «generalmente humildes y pobres. Lo que explica que el espiritismo sea vigorosamente anticlerical, anti bélico, pacifista e internacionalista». Rechaza de raíz el «espiritismo de salón» -el espectáculo- que afirma que no existe en la Península Ibérica.

Algunos expertos del tema atribuyen al auge de las comunicaciones, sobretodo la aparición del ferrocarril, que Burgos fuera un punto de referencia en estas prácticas que llegarían a la ciudad desde Madrid y Paris, por su buena comunicación terrestre.

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