El Recoletas Burgos noquea al VRAC y asalta el trono de Pepe Rojo

Este Quesos Entrepinares-Recoletas Burgos no fue una excepción. Con el marcador fijado en el minuto 80 y empate en el tanteo, el oval era azul a unos treinta metros de los palos, Perotti lo tenía en la punta de los dedos y, desde la grada, vimos a Taibo situarse en el eje para lanzar la última bala con un drop; con lo que nadie contaba es que también se dio cuenta Tani Bay, quien aprovechó el suspiro que se tomó Balta para patear y llegó a tiempo de bloquear, correr setenta metros y fijar un 24-31 que instantes antes pudo ser un 27-24. Las cosas del deporte.

La verdad es que la victoria de Burgos fue justa, incluso el Quesos pudo conformarse con que el empate era una buena recompensa, y es que casi siempre estuvo por detrás en el marcador, aguantó el 0-0 inicial solo cuatro minutos y el 3-3 posterior durante once, el resto fueron ventajas burgalesas, incluso un 9-21 que hacía muy difícil la remontada local. Es lo que tienen los equipos campeones, como el VRAC, que nunca dan por bueno un reparto de puntos y se lanzan a por la remontada hasta la última jugada. Esta vez la tostada cayó por el lado de la mantequilla.

El equipo azulón quizá necesitaba un partido menos exigente después del subidón y del esfuerzo de la Ibérica en Lisboa. Merino eligió un quince sin alguno de los titulares habituales y Recoletas demostró desde el pitido inicial que su defensa iba a exigir mucha claridad de ideas en los ataques del rival.

El juego se concentró en la parcela central, donde Bay pescó en las manos blandas de Pottgieter para ensayar después de dejar atrás en la carrera a dos galgos como Mateo y Andrés; la línea aurinegra se encargó de entorpecer el primer pase del Quesos, que cometió muchas faltas, y el tanteo bailó al compás del duelo entre la zurda de Carrió y la diestra de Taibo.

Los bicampeones fueron a remolque y solo pudieron acortar distancias en la recta final, cuando el supercampeón se quedó en inferioridad con la amarilla del pilier Sívori. Dos patadas de Taibo y 9-11 para refrescar piernas en el vestuario.

El parón, y volver a jugar con quince, le vino bien a Burgos. Merino vio que había que echar más madera a la fogata y metió de un tirón a Perotti, Calzón y Blanco; la lástima es que justo en este momento los alas burgaleses montaron unos cruces de fantasía y regalaron un pase a Bay que elevó la diferencia a los doce puntos (9-21).

No se arrugó el Quesos, imposible con alguien como Perotti al mando de las operaciones; en su primera intervención metió una patada corta que acuchilló la defensa del Burgos, que se bastó hasta entonces con placar y empujar, y en la segunda acción ofensiva del medio melé se saltó una línea de pase para abrir a Pablo Mateos, kamikaze para llegar a la línea de marca.

La jugada calentó un partido entre dos equipos con muchas cuentas pendientes. El Quesos llegó más fresco al desenlace de la mañana, con la incorporación de dos pesos pesados como Gavidi y Moala, sin embargo le faltó tino para voltear el tanteo; empezó a fallar en las touch, dominadas hasta entonces, y se metió en un atasco del que salió gracias al impulso de Mateos, que ensució una recepción de Burgos y cambió una posesión que derivó en la segunda marca azulona. 21-24 y minuto 72.

Otro derbi castellano que se iba a decidir en la última bola, con Burgos lamentando un banquillo más limitado con sus fuerzas al límite, con Quesos disfrutando el buen pie de Taibo con el oval en el suelo (cinco aciertos de seis intentos), con una última patada del 12 quesero que tenía los dos puntos de premio del empate. Faltaba un ataque y como ya está dicho, la comida la llevó Perotti, la cocinó Taibo y el que se zampó el pastel fue Bay.