En las entrañas de la UCI
La historia de Manuel Ángel es una más de las que pueden contar los cientos de pacientes que se aferraron a la última oportunidad que la unidad de críticos le daba para superar la covid. En esta mañana de noviembre es de los pocos, quizás el único, que ya está despierto en esta UCI. Su voz suena fatigada, más baja de lo habitual. Respira ayudado por el oxígeno que le introducen por las vías respiratorias y duda de que pueda caminar antes de fin de año. «He estado muy jodido, pero ahora estoy bien», suelta a bocajarro tras acceder a hablar con El Norte, primer periódico en acceder a una UCI en Castilla y León .
Nunca pensó en contagiarse y mucho menos en acabar en una unidad para pacientes críticos. Su mujer fue la primera que dio positivo en coronavirus. «Pero no se ha enterado de nada. Lo ha pasado en casa, cuatro días». Y poco después empezó él. Lo que parecían unos síntomas leves se fueron complicando poco a poco hasta terminar ingresado en el hospital comarcal de Medina del Campo, población donde se trasladó hacía un tiempo, «pues soy natural de Valladolid», precisa. Allí se encontraba hospitalizado, en la habitación, cuando tuvo que ser trasladado de urgencia a la unidad de pacientes críticos del Hospital Clínico de Valladolid. Lo último que recuerda es que salía de ducharse y de lavarse los dientes cuando se empezó a encontrar muy mal. «Y luego he despertado aquí».
Promesas con su mujer
Durante casi un mes, el tiempo que ha estado sedado, su cabeza, dice, «ha estado por ahí flotando». Primero se vio «tirado por una ventana», para después visualizar cómo hacía «una capilla de una virgen, pequeñita». «Luego ya poco a poco se me ha ido pasando».
«Nunca pensé que pudiera contagiarme y menos acabar aquí, en una UCI. Mi mujer lo pasó en cuatro días y en casa»
Despertó con las imágenes de su familia colgadas en el pequeño tablón y las ganas de cumplir la promesa que realizó a un santo de A Coruña. «Lo primero que haré, cuando pueda andar un poco, es irme con mi mujer a Galicia una semana a disfrutar y a cumplir una promesa».
Este fin de semana Manuel Ángel recibió el alta y pasó a planta. Hasta entonces hablaba con su esposa casi a diario a través de videollamadas que el equipo de sanitarios, principalmente enfermería y auxiliares, realizan todos los días dentro del plan de humanización de las UCI. Durante quince o veinte minutos ha podido ver a sus nietos, a sus hijos y a su esposa y recibir los ánimos de una familia que hace más de mes y medio que no le ven físicamente.
Recuerdo que salía de ducharme y lavarme los dientes y me encontré mal...Después desperté aquí en el hospital»
Dice que el equipo de profesionales de la UCI médica no es que le trate bien, sino que le tratan «mejor» y que el 99,9% del personal se ha desvivido por él. Un gesto que agradece en una situación tan crítica como la que acaba de superar, porque si hay algo que Manuel Ángel tiene claro es que ha vuelto a nacer. «Por supuesto, vuelvo a vivir».
Apenas saca fuerzas para hablar durante la conversación que decide mantener con el periódico que ha leído desde «antes de que sus redactores nacieran». Pero robustece la voz cuando se le pide un consejo para la sociedad. «Que se cuide». Pero va más allá y pide permiso para poder «hablar en plata» . «Que no anden tocando los cojones con los bares, con las reuniones, con las fiestecitas, que lo mismo que me ha tocado a mí le puede tocar a su abuela, a su padre, a su madre...Y te aseguro que aquí se pasa muy mal, muy mal».