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No ha llegado aún la ornamentación navideña al Hospital Clínico de Valladolid. Hace semanas que las calles se iluminan de colores de pascuas, pero el entrañable espíritu mesiánico no ha recalado aún ni en los cuadrantes de turnos. Es 20 de noviembre y aquí la Navidad no existe. No, al menos, mientras en la Unidad de Cuidados Intensivos dure el goteo de entre dos y tres ingresos diarios de pacientes a quienes la covid estrangula los pulmones. «Yo no pienso más que en la semana siguiente, y en la siguiente. Si vamos a poder seguir con este ritmo de ingresos, si vamos a poder atender a los pacientes con la misma calidad, si se va a poder operar... Está claro que hay una desconexión entre lo que hablamos aquí dentro y lo que los ciudadanos hablan fuera». Ramón Cicuéndez, médico intensivista, recorre los pasillos de la UCI médica más veces al día que los de su propia vivienda. Hace ocho meses que mira de frente al virus en los cientos de pacientes que han pasado por las camas de críticos de este hospital. Y, aunque esperaba esta segunda ola, no entiende que se haya intensificado así. «Salgo fuera y pienso que vivo en dos mundos distintos. Entro aquí en la UCI y veo cómo cada día ingresan pacientes por coronavirus, cómo todos estamos muy preocupados, cómo nos dan miedo los contagios, cómo nos da miedo perder personal... Y cuando voy fuera todo eso se pierde. La gente no es consciente de la situación tan grave en la que estamos en el hospital», apunta mientras recorre la UCI médica con El Norte de Castilla. Este medio es el primer periódico que ha podido acceder durante una mañana a esta unidad y que contará a lo largo de tres días la realidad que se vive en las zonas de críticos.
Las Unidades de Cuidados Intensivos del Hospital Clínico reflejan en su personal tanto agotamiento mental como energía física derrochan en cada carrera de fondo en la que se ha convertido cada turno. Los contagios y la especialización que requiere la tecnología de una UCI merma la plantilla ideal. A lo que se suma que ahora, a diferencia de en primavera, se mantiene la actividad ordinaria y quirúrgica: «La gente sale a la calle y hace su vida, y la otra vez al quedarse en casa hubo mucha patología que no tratamos. La gente no vino al hospital. Ahora eso no ocurre y hay que atenderlo», precisa Rodrigo Poves, coordinador de quirófanos y médico anestesiólogo.
Ramón Cicuéndez. Médico intensivista
El Clínico está vacío. No hay visitas ni pacientes recorriendo sus estancias. Poco tiene que ver este vetusto inmueble con la era prepandémica. En tiempo récord ha deconstruido su organización a golpe de refuerzos para extender unidades de cuidados intensivos en distintos puntos del hospital. Además de las 20 plazas en UCI médica tradicional, hay otras diez en la segunda planta y 16 camas más en las unidades de reanimación dependientes de anestesiólogos.
Rodrigo Poves. Médico anestesiólogo
En la primera ola, con 56 enfermos críticos por coronavirus se suspendieron las operaciones. Actualmente hay 42 ya ingresados y desde el mes de septiembre se atienden pacientes en el área de anestesia para poder dar respuesta a la alta demanda que existe. «Ahora mismo esta unidad (Reanimación) está llena de pacientes y hemos tenido que ampliar espacios en lo que ya sí son UCIS extendidas, ocupando zonas estructurales que habitualmente no se dedican a la atención de covid», precisa Rodrigo Poves. ¿Y hay capacidad para seguir ampliando? Sí, pero «probablemente a costa de retraer recursos humanos y materiales a pacientes no covid», advierte.
La situación es «preocupante». Es «seria». Hace unos días que constatan una menor presión en cuanto a los ingresos en planta, pero las hospitalizaciones de quienes precisan cuidados intensivos sigue empeorando. Ingresan entre dos y tres diarios y sale uno cada dos o tres días. Las estancias se van acumulando. «Nosotros vamos dos o tres semanas por detrás de los ingresos en planta y la incidencia en positivos. Entonces, deberíamos bajar el ritmo. Pero por ahora no está ocurriendo», añade Ramón Cicuéndez.
El silencio es sepulcral en cada box de una UCI. La profunda sedación a la que están sometidos el 90% de los pacientes habla de la gravedad de su estado cuando ingresaron. «En planta se está estabilizando, pero los pacientes que se ponen más graves, lo hacen mucho más, con lo cual la situación de enfermos que necesitan de cuidados intensivos sigue empeorando», apunta Poves, esperanzado en que el pico de la segunda ola esté cerca. «Pero no estamos viendo un descenso tan brusco como vimos en la oleada anterior».
Los médicos del turno de mañana han dado el cambio de guardia al turno de 24 horas. Ha decidido ya posibles altas y recontado camas vacías que puedan acoger a más pacientes. Son pocas. Las plazas de una UCI se pueden adaptar y ampliar a la demanda existente, pero requiere de una plantilla escasa. «La cama de UCI ya se cotiza cara y el principal miedo que tenemos es que no haya suficientes recursos. No tanto en ubicación, todavía hay margen para ubicar camas, sino porque necesitan una serie de características para mantener la seguridad y la calidad asistencial que se le da al paciente», advierte Cicuéndez.
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Hablan sin tapujos. Sí creen que el grueso de la sociedad está siendo prudente, pero «solo con unos pocos irresponsables esta enfermedad es exponencial», advierte Poves. Y si las cifras no bajan, el riesgo de colapso «existe». «Cuando la demanda es tan grande que puedes llegar a pensar que personas que necesitan una cama de cuidados intensivos y se puedan recuperar no la pueden tener, para esa situación no te prepara nadie, y es la gran preocupación que tuvimos en la primera ola, que estuvimos bastante cerca, y la preocupación que tenemos ahora.», dice Cicuéndez.
Necesitan «llegar a la población». Desconocen si las medidas restrictivas adoptadas serán suficientes, pero apelan a la prudencia. En ocho meses han logrado reducir la mortalidad en UCI al 20%, han mejorado diagnóstico y tratamientos «Conocemos mejor el momento adecuado de la intubación, el manejo del respirador, de los tiempos de despertar y, sobre todo, qué fármacos no hay que dar, pues en la primera ola se trató sin conocimientos y basados en estudios de otros pacientes», admite Cicuéndez. Pero no logran que las cifras de ingresos se reduzcan. Confían en el comité de expertos que asesora a la Junta de Castilla y León, conscientes de que las medidas adoptadas ahora nada tienen que ver con las de la primera ola. «Ojalá que no lleguemos al momento de que no dispongamos de cama y tengamos que hacer un triaje intenso».
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