En el Poema de Mío Cid ya aparece una entrada y salida de la ciudad por este lugar que hoy ocupa desde 1531 el Arco de Santa María. También en los tiempos de Alfonso XI recibía el nombre de Yuso.
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Su traza gótica en el interior y en su fachada norte, sencilla y recia contrasta con la entrada sur, renacentista y suntuosa. Antes, lució otra portada más sencilla, ya desaparecida, atribuida a los Colonia. Precisamente Francisco de Colonia fue el encargado de remodelarla y proyectar ésta; Juan de Vallejo colaboró en su terminación en 1536; en ella trabajron los mejores arquitectos de la época como Bigarny o Diego de Siloe.
El Arco saluda al río Arlanzón y al Puente de Santa María elegante y soberbio, porque el actual arco o puerta es realmente un arco de triunfo al estilo de las grandes ciudades europeas que dedican a su emperador un monumento triunfal.
Y eso es el Arco, que tiene su fecha en 1531, cuando la nobleza de la ciudad quiso desagraviar al rey Carlos I por la revuelta de las comunidades de Padilla, Bravo y Maldonado a la que se unió la ciudad una década antes y que terminó con la célebre Batalla de Villalar en 1521 con la derrota comunera.
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El rey entró en la ciudad primitiva cruzando el río en 1520 a través una puerta antigua. El Arco resume la historia medieval de la ciudad de Burgos. Como no podía ser de otra manera, es Carlos I el rey emperador quien la preside. Pero además del monarca, en el arco están representados todos los personajes importantes de la ciudad.
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Es un retablo en piedra acastillado. En las hornacinas se encuentran personajes importantes de la historia de la ciudad y de Castilla: los Jueces de Castilla, Nuño Rasura y Laín Calvo; los condes Diego Rodríguez Porcelos, fundador de Burgos, y Fernán González, primer conde de Castilla; el Cid; y el emperador. Rematan el arco los maceros de la ciudad, el ángel custodio y Santa María la Mayor. El autor de las estatuas es el escultor Ochoa de Arteaga.
Pero la belleza no sólo está en el exterior. También en el interior. La pintura de El Cid y Doña Jimena, obra de Marceliano Santa María; la silla desde la que los jueces castellanos impartían justicia, un hueso de un brazo del Cid y hasta la réplica de la Tizona, en la sala de Poridad, con su artesanado mudéjar
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Y en otra dependencia, el misterio de la alquimia burgalesa y de la farmacia con un recoleto e impresionante Museo de Farmacia. Y eso en la etapa moderna porque durante años, Santa María fue cárcel de la ciudad; fue sede del Ayuntamiento hasta que se construyó, en el siglo 1788, la nueva casa consistorial.
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