Adiós al histórico estanco del Espolón

La ciudad de Burgos se va quedando huérfana de los establecimientos comerciales de toda la vida. En esta ocasión le llega el turno a un histórico estanco, el del Espolón, la expendeduría número 2 de la ciudad.

El Estanco del Espolón ha visto, a lo largo de 71 años de vida, a decenas de generaciones de burgaleses pasar y contemplar el privilegiado lugar en el que se encuentra. Su dueña, Angelines Miguel, ha decidido echar el cierre y jubilarse después de atender el estanco durante casi 40 años.

El mítico estanco no es un espacio comercial al uso. Su ubicación, al final del portal 30 del Espolón, el palacio de la marquesa de Vilueña, es un pasaje de confidencias, de secretos, de misterio por la propia casa que alberga. Un lugar donde forjar amistad a través de la conversación en los días lluviosos o en los más calurosos del año.

Y es que ese portal crea un microclima donde aplacar el frío y los rigores del verano. Ha sido una ventana abierta a la charla amigable y a conocer «a mucha gente que ahora considero como amigos», aseguraba Angelines Miguel, desde el mismo corazón de la ciudad.

Dice adiós el próximo día 8 de julio. Desde el recoleto recinto comercial miles de burgaleses han pasado a comprar diferentes productos, no solo los derivados del tabaco, sino todo aquello que desde siempre se ha vendido en un estanco como sobres para cartas, folios, sellos, papel timbrado…

Han sido tres generaciones de mujeres de las familias Fernández, García y Miguel, las que han regentado el estanco del Espolón. Ubicado en ese noble edificio burgalés, las historias se agolpan en torno a la vida de la gente.

María Ángeles lleva casi 40 años al frente del negocio, en alguna etapa con su hermana Mamen, ha sido testigo de la vida social de la ciudades durante este tiempo. Y aquí ha forjado algunas amistades con clientes y amigos, que han compartido con ella y con otros clientes retazos de vida.

«Mi abuela se llamaba Carmen Fernández y al ser viuda de guerra le concedieron la licencia de tabaco», recuerda Ángeles. Se abrió en 1953 y desde entonces por el establecimiento ha pasado mi abuela, mi madre… y mi hermana Mamen y yo», apunta. También estuvo unas temporadas «una sobrina de mi abuela, Elvira, con ella».

«Mi madre, Ángeles, estuvo pocos años, desde los 17 años porque después se casó y volvió otra vez a trabajar ya con 40 años». Angelines cumple la tercera generación que a la postre es la última que va a regentar el estanco.

Miles de burgaleses y turistas han pasado por este lugar «y aun así, tengo clientes que han sido clientes de mi madre, personas que la recuerdan siempre con muchísimo cariño», dice con nostalgia. Y otros que se acuerdan de su abuela, lo que supone una «satisfacción y te diga «que maja era tu madre o tu abuela»»

Y es que la abuela de Ángeles «ha sido súper feliz aquí trabajando, muy contenta». Ángeles está muy agradecida a la gente, a los clientes, a los muchos amigos que ha hecho en estos 37 años de trabajo, «gente que no esperaba conocer y ahora son de esas que las relaciones personales fuertes». Al final, explica, «esto es como una cafetería» un lugar donde charlas con la gente, algunos clientes diarios». Ha sido un lugar donde Ángeles ha sido «feliz».

Con el cierre del estanco, toma el relevo un establecimiento de este tipo en el Hondillo, al lado del bar Acuarium. Otro lugar que, a buen seguro, David va a convertir en un espacio de convivencia y donde forjar buenas amistades.

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