La entrada en servicio hace diez años del Hospital Universitario de Burgos (HUBU) cambió radicalmente la forma de trabajar en el ámbito sanitario, mejorando de manera significativa la inmensa mayoría de los procesos y dotando a la ciudad de una instalación que hiciera valer el ... gran desempeño de los profesionales sanitarios.
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Así lo aseguran quienes vivieron el cambio en primera persona. Uno de ellos es el neumólogo Adolfo Simón, quien fuera máximo responsable del servicio de Urgencias en aquel 2012 en el que se fraguó definitivamente el traslado.
Según afirma, las diferencias entre el antiguo hospital General Yagüe y el actual HUBU son enormes, empezando por lo más evidente, la propia infraestructura. Y es que, el concepto de ambos hospitales es radicalmente diferente. El primero seguía un diseño vertical, muy «incómodo», en el que los servicios, las consultas, las habitaciones, los pacientes y los profesionales se iban apiñando como podían; el segundo tiene un diseño horizontal y modular, mucho más actual y con capacidad para cubrir las necesidades futuras de la ciudad.
Ese diseño, de hecho, ha permitido que el complejo hospitalario burgalés haya superado en mejores condiciones que otros la pandemia de la covid-19. «Una de las grandes ventajas» que tiene el diseño modular es que permite mantener 'zonas limpias' separadas de 'zonas contaminadas', algo «imposible» en un hospital como el Yagüe, explica Simón. Eso, concluye, «es lo que nos ha salvado» y ha permitido «mantener actividad no covid».
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Eso sí, Simón, que conoce a la perfección la infraestructura sanitaria burgalesa, lamenta dos cosas. La primera es que «se contó poco con los profesionales a la hora del diseño» del nuevo hospital; la segunda fue el cierre del Divino Valles, que «fue un tremendo error».
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Sea como fuere, el HUBU cuenta con una tecnología totalmente impensable en el antiguo Yagüe y adaptada a las actuales necesidades. De hecho, las primeras impresiones que causa el hospital en este sentido son excepcionales, tal y como reconoce Romina Ferlini, quien acaba de llegar al HUBU para llevar a cabo su residencia en la especialidad de Cirugía Pediátrica.
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Gabriel de la Iglesia
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«Me perdí durante los primeros días», reconoce con una sonrisa al tiempo que pone en valor el acceso a equipos como el robot da Vinci o el nuevo PET-TAC. «En los quirófanos hay de todo y, la verdad, no me imaginaba que el da Vinci se utilizara tanto. Tener todo disponible las 24 horas es muy difícil», y en el HUBU lo está, señala la residente, que acaba de llegar desde su Argentina natal para completar su formación.
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A este respecto, añade, eligió Burgos por varios factores, empezando por la escasa oferta que tiene su especialidad, que en toda España sólo contaba con 23 plazas. A mayores, reconoce, le llegaron muy buenas referencias del HUBU. «Este servicio es muy amigable con el residente y hay muchas oportunidades de entrar en el quirófano porque los adjuntos se preocupan mucho por la formación», explica.
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Esa, a juicio de Simón, es una de las grandes señas de identidad del complejo hospitalario burgalés. «El hospital tiene prestigio. Es nuevo y tiene tecnología», afirma. Sin embargo, reconoce, retener talento en Burgos sigue siendo complicado. Y no tanto por el HUBU, sino por «varios factores», empezando por las diferencias de condiciones laborales con otras comunidades autónomas y continuando con el propio atractivo de la ciudad. «Es una ciudad muy amable», pero otros lugares, como Madrid, resultan más atractivos.
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Con todo, tanto Simón como Ferlini coinciden en insistir en que, más allá de la evidente mejora de las instalaciones, lo más importante sigue siendo la profesionalidad de los más de 3.500 trabajadores del hospital, sobre todo de las últimas incorporaciones. El continente es importante, pero el contenido lo es más.
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