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La imagen que reflejaba la planta 7 del bloque H del Hospital Universitario de Burgos (HUBU) hace dos años se acercaba más a la de un escenario idóneo para rodar una película de terror. Pasillos vacíos, atrezzo sanitario y puertas cerradas. La ficción no aterrizó, pero la realidad, sí, y en forma de pandemia que cambió el pulso de unas habitaciones que desde finales de febrero de 2020 no han dejado de albergar pacientes covid. Hasta ese momento nadie había sido atendido allí, ahora y dependiendo de los picos de las olas, es una de las plantas más demandadas.
Las camas, algunas trasladadas desde el Divino Valles, se empezaron a ocupar por una crisis que desbordó el sistema sanitario, fijándose el epicentro en Burgos en la H7. Nunca ninguna planta del HUBU ha sido tan mencionada.
Todo empezó por los coletazos de la covid desde Vitoria en ese marzo de 2020. Los primeros casos en la capital venían con billete desde el País Vasco y la incertidumbre y la inmediatez marcaron los primeros pasos, con circuitos directos y fluidos con la Unidad de Críticos. Allí iban los que empeoraban con el paso del tiempo, el resto, tras una espera media de casi 12 días, volvían a sus hogares. Era el inicio de la pandemia y había muchas dudas sobre un virus que aportaba muchas incógnitas. Los pacientes, en esas fechas, se duplicaban cada día, el hospital se colapsaba y, en medio de todo eso, se encontraban sanitarios como el jefe de Medicina Interna, Luis Buzón, los neumólogos Juan Pablo García Muñoz y Javier Minguito, la jefa de enfermería Raquel Amo o la técnico en cuidados auxiliares de enfermería Mihaela Maris. Exhaustos todos ellos, pero satisfechos y orgullosos de su labor, aunque ya no reciban aplausos a las 20:00 horas. Ahora, por lo menos, a esas horas ya pueden estar descansando.
Javier Minguito, neumólogo
«El inicio fue duro, con mucha carga de trabajo, de estrés, incertidumbre, mucho estudio para realizar protocolos... Ahora, el cerebro se queda con las cosas buenas y vamos olvidando los malos momentos. Nos quedamos con el cómo se arrimó el hombro, jugándonos la vida. Sacamos muchos pacientes adelante», rememora Minguito después de dos años en el corazón de la H-7.
En ese inicio de la pandemia se luchó contra la covid a la par que se miraba de reojo al material restantes. Mascarillas, guantes, Epis, gafas... no escasearon en el HUBU, lo que ahora se convierte en palabras de agradecimiento de los sanitarios. «Nos ayudaron con la adquisición de los materiales. En este hospital hemos sido unos privilegiados porque nunca nos ha faltado nada y hemos podido ofrecer a la población las últimas opciones terapéuticas», continúa Minguito.
Especial dos años de pandemia en el HUBU
Álvaro Muñoz Gabriel de la Iglesia
Gabriel de la Iglesia Álvaro Muñoz
BURGOS conecta
Álvaro Muñoz Gabriel de la Iglesia
En esa primera ola había muchas preguntas. Muchas incertidumbres que obligaron a esas personas aplaudidas durante tres meses a centrarse en el día a día. Como el corredor que afronta un maratón y solo piensa en el siguiente metro, pero con la salvedad de que en esta carrera no se conoce cuántos kilómetros tiene. «Los momentos más duros fueron al principio. Veíamos muchos fallecidos y mucha gente bajando a la UCI», añade Mihaela Maris, la técnico de cuidados auxiliares que nunca pensó abandonar la planta H7 en busca de otro destino.
Durante dos años, el goteo de pacientes covid no ha cesado ni un momento. Semanas de ritmos desorbitados y otras de más ralentización, pero siempre con la patología. Por las camas del HUBU han pasado más de 4.000 pacientes con una estancia media de 11,77 días. De esos ingresados, alrededor de 510 han terminado en la Unidad de Críticos, con una estancia de casi veinte días. Y de esos pacientes, más de 600 no han conseguido superar la covid. Son las cifras que hay detrás de las vidas humanas.
Precisamente la calidad humana ha sido una de las vitaminas de los sanitarios para afrontar la crisis sanitaria desde la planta covid de Burgos. Con capacidad para 32 pacientes, las instalaciones iniciales se quedaron escasas, lo que propició que la pandemia se fuera adueñando de más plantas. Era otra medicina a la que estaban acostumbrados. Era medicina de guerra. «Eso suponía pasar por los pasillos y las plantas para tomar los datos básicos de los pacientes como la saturación de oxígeno, situación respiratoria, que era el principal problema. Pasar como pasarías en un batallón de una guerra, viendo las heridas y tomando decisiones rápidas. Eso fue así durante la primera y la segunda ola. No tenía nada que ver con la rutina de ver a un paciente y analizar una serie de cuestiones. La carga era grande y hubo que cambiar la metodología. Luego te acostumbras y lo hacías lo mejor posible», detalla el jefe de Medicina Interna, Luis Buzón.
Mihaela Maris, TCAE
«En una situación de guerra, sacó lo mejor de nosotros. Como neumólogo hemos vivido la enfermedad más relevante en los últimos 3.000 años», añade Javier Minguito.
Y en mitad de la batalla, el cansancio apareció. «Los momentos de más presión asistencial fueron los más complicados. Hemos conseguido gestionar los recursos materiales y humanos», manifiesta Raquel Amo, jefa de enfermería.
Con el paso de los meses, la H7 ha mantenido la esencia de su origen con la peculiaridad de que todos los pacientes con PCR positiva acuden a esas habitaciones, convirtiendo estas en un pequeño hospital dentro del HUBU. Hasta tal punto que en la H7, además de neumólogos y especialistas de interna, se ven pediatras, hematólogos..., pues cualquier positivo covid es atendido en ese espacio. «Hemos ventilado al 70% de los pacientes que hemos tenido ingresados», recalca Amo.
Luis Buzón, jefe de Medicina Interna del HUBU
Un protocolo de trabajo, con ligeras variaciones desde su implantación, ha sido la guía del personal de la H7. Se rompía con lo tradicional y que no ha variado cuando en esa planta tan solo había un paciente como en agosto de 2020 o en San Pedro de 2021. Esos momentos eran de cierto respiro, aunque con la incógnita de qué deparará el futuro. «Hubo mucha inmediatez porque nos teníamos que adaptar a lo que teníamos. Ahora está todo mejor programado», incide Amo, una de las encargadas de diseñar el protocolo en el HUBU.
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