Obras en Burgos: ¿y ahora, quién quita esos carteles?

Las obras de reforma de calles y espacios públicos son, generalmente, muy bien recibidas por parte de los vecinos del entorno. Y es que, a pesar de las habituales molestias que se generan durante la ejecución de los trabajos previstos en los diferentes proyectos, el resultado obtenido casi siempre es satisfactorio. Sin embargo, tras la salida de las máquinas, a menudo quedan vestigios de su paso. Vestigios que, en algunos casos, se eternizan, como sucede con los carteles anunciadores de las obras.

En el caso de Burgos son varios los ejemplos que actualmente se pueden observar dando un simple paseo por el casco urbano. Y no sólo de obras recién recibidas, como la de la reforma de los vestuarios de las piscinas de El Plantío, sino de proyectos culminados hace mucho más tiempo.

Por ejemplo, a día de hoy todavía permanece instalado el cartel de la obra de semipeatonalización de la plaza de Lavaderos, concluida hace más de un año, o el correspondiente a la reforma del aparcamiento disuasorio de Las Torres, también finalizada muchos meses atrás.

Otros carteles, como el correspondiente a las obras de urbanización de parte del barrio de Capiscol, culminadas en plena pandemia, aún llevan más tiempo a la espera de ser retirados, lo que deriva, en ocasiones, en el vandalismo, como sucede con el cartel correspondiente a la segunda fase de la remodelación de Fuentes Blancas. Dicha obra culminó hace ya más de dos años y el cartel continúa ahí, en mitad del paraje.

Estos no son, en todo caso, los únicos ejemplos en Burgos. De hecho, son numerosos los carteles de obra, la mayoría impulsadas por el propio Ayuntamiento, que permanecen olvidados en espacios de los diferentes barrios de la ciudad. El problema, en todo caso, no es exclusivo de la ciudad de Burgos; ni siquiera de una administración en concreto.

De hecho, el tema ya ha sido objeto de muchos quebraderos de cabeza, ya que a menudo no se tiene del todo claro quién es el responsable de la retirada del cartel y cuándo debe hacerlo. En principio, la normativa dice que todas aquellas obras ejecutadas por administraciones públicas deben ser debidamente anunciadas en una zona visible del entorno. Dichos carteles, cuyas medidas están sujetas a normativa específica, deben mostrar los datos del proyecto, incluido el nombre y logotipo de la administración impulsora y la eventual colaboración de otras en su financiación y el presupuesto de la obra. Hasta ahí, todo claro.

El problema llega cuando el proyecto termina de ejecutarse. Entonces, los trabajadores terminan la obra, recogen el material y la maquinaria y se marchan, dejando allí el cartel a la espera de que la administración competente tramite la certificación final de la obra, un proceso que se puede prolongar durante bastante tiempo en el caso de los proyectos cofinanciados por otras administraciones, que a su vez deben dar el visto bueno al final de los trabajos. Eso es lo que pasa, por ejemplo, con las obras financiadas a través de los fondos Next Generation.

Según reconoce el concejal de Urbanismo de Burgos, Juan Manuel Manso, se trata de un tema «complicado de gestionar». «Depende mucho de los detalles de la propia obra», pero en principio «son las empresas las que los tienen que quitar».

El problema, insiste, es que antes se tiene que certificar el final de la obra y «esperar» a que las administraciones superiores que han colaborado den el visto bueno. Y eso, a menudo, «lleva mucho tiempo».

Tanto que a veces los carteles «se quedan ahí olvidados» durante meses hasta que alguien se da cuenta e impulsa su retirada. De hecho, a menudo tienen que acabar haciéndolo directamente los trabajadores municipales, tal y como reconoce Manso.

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