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Álvarez, Gálvez, Úzquiza y Santos han cambiado drásticamente sus labores. GIT
«Notamos un apoyo social enorme»
BURGALESES ANTE EL CORONAVIRUS

«Notamos un apoyo social enorme»

Cuatro agentes de la Policía Local relatan cómo han están viviendo en sus carnes el Estado de Alarma | Aseguran que «la inmensa mayoría» de los ciudadanos cumplen las normas, pero «todavía hay irresponsables»

Lunes, 13 de abril 2020, 08:11

Son Vanesa Álvarez, Rubén Úzquiza, Jesús Gálvez y Fernando Santos. Son policías locales y jamás se habían imaginado tener que patrullar las calles de una ciudad prácticamente desierta por culpa de una pandemia. Pero es lo que les ha tocado vivir. A ellos y ... a todos los demás, claro. La diferencia estriba en que ellos siguen trabajando y tienen que estar la práctica totalidad de la jornada laboral en la calle. De hecho, su presencia en la ciudad se ha hecho mucho más evidente durante las últimas semanas, en las que se ven casi más coches patrulla que vehículos personales. Y es una situación rara.

Así al menos lo aseguran los propios agentes, acostumbrados a lidiar con mil y un situaciones diferentes -algunas incluso rocambolescas-, que hace tres semanas, y de la noche a la mañana, se vieron obligados a cambiar de tercio y convertirse en garantes del complimiento del Estado de Alarma. Y aquí llega la primera paradoja. En un momento en el que se han limitado de manera brutal las libertades individuales por un bien común, como es la lucha contra el COVID-19, lejos de convertirse en los malos de la película, los agentes de la Policía Local están siendo tratados como héroes. «La verdad es que te llena de orgullo cuando vas por la calle y te aplauden», asegura Álvarez mientras sus compañeros lo ratifican con un gesto. «Notamos un apoyo social enorme. A ver si seguimos teniéndolo cuando pase todo esto», añade Úzquiza.

De momento, apuntilla Santos, la situación, «nueva y sorpresiva», está sirviendo para que la gente se dé cuenta de que los agentes de la Policía «son personas», con sus virtudes y sus defectos, pero volcadas en su labor, que no es otra que el cumplimiento de la ley. «Ni antes éramos tan malos ni ahora somos unos héroes», subraya Santos. Es más, «con los malos seguimos siendo malos y con los buenos seguimos siendo buenos», apuntilla.

Y sigue habiendo malos, incluso ahora. «El que antes estaba trapicheando, ahora lo sigue intentando», explica Santos. La ventaja, reconocen sus compañeros, es que ahora «las calles están casi desiertas y puedes controlarlo todo mucho más». Además, se han aparcado temporalmente muchos de sus cometidos habituales, como el control del tráfico o de las zonas de carga y descarga, ya que «apenas hay movimiento».

Sin embargo, su trabajo es quizá ahora más importante que nunca. «Nos estamos centrando en hacer cumplir el decreto del Estado de Alarma». Y algunos días no es fácil. Según los últimos datos ofrecidos por el equipo de Gobierno, la Policía Local ha interpuesto desde el pasado 15 de marzo un total de 692 sanciones por incumplir el Estado de Alarma, es decir, más de 31 denuncias al día. «La inmensa mayoría lo está cumpliendo, pero todavía hay irresponsables», subraya Gálvez.

Él, como sus compañeros, ya ha visto durante estos días prácticamente de todo. «Todos te ponen excusas» para estar en la calle, insiste Úzquiza, quien reconoce que se ha visto una evolución desde los primeros días de confinamiento. «Ahora, la gente se lo toma mucho más en serio». Eso sí, «seguimos viendo a gente que se intenta saltar» las prohibiciones aprovechando las excepciones, paseando al perro a kilómetros de su casa o dando una vuelta por ahí con la barra del pan bajo el brazo.

En este sentido, explica Santos, «hay que tirar mucho de psicología» y «valorar cada situación». «Durante la primera madrugada del Estado de Alarma hubo que cerrar muchos bares que seguían abiertos y echar a la gente. Y hubo algunos que no se lo tomaron muy bien». En esas actuaciones, reconocen, hubo algún momento de tensión, y los sigue habiendo. «Claro que tenemos mucha tensión. Cuando paramos a alguien no sabes si te puedes contagiar y llevar el bicho a casa», asegura Úzquiza.

Para evitarlo, más allá del cumplimiento de los protocolos establecidos en el cuerpo desde el estallido de la pandemia (turnos extendidos, misma pareja siempre, desinfección permanente de vehículos y equipos, limitación de entradas a la comisaría, desinfección de manos a la puerta, uso de mascarillas y guantes, etc.), cada uno procura incrementar al máximo las medidas de higiene en el ámbito personal. «En cuanto llego a casa, me quito todo el uniforme, lo meto sin tocar nada en la lavadora y me ducho bien», explica Úzquiza. Allí espera la familia. «La alegría llega cuando llegas a casa», ratifica Álvarez. Eso si se puede, claro. «Yo llevo más de un mes sin poder estar físicamente con mi pareja ni ver a mis hijos» por culpa de la pandemia, lamenta Gálvez.

A este respecto, todos coinciden en que, a pesar de la vocación y el apoyo recibido, preferirían «estar en casa» durante esta situación, cuidando de los suyos. Sin embargo, les toca seguir en la calle. Por eso, «cuando las obligaciones del servicio lo permiten», muchos agentes buscan pequeños momentos de catarsis.

Así, en durante las últimas semanas, en los ratos libres de servicio, muchos agentes se están dedicando a animar el confinamiento, felicitando cumpleaños de niños de entre tres y ocho años. «Es algo voluntario que hacemos unos cuantos para desconectar. Ya se han hecho unos 350 cumpleaños», explica Santos con una sonrisa. Es evidente que les encanta hacerlo. «Ves la sonrisa de los niños y ya te alegra el día», añade.

Pero esa labor, más cercana a lo social que a lo policial, no se ciñe exclusivamente a los más pequeños. Y es que, durante estos días se han realizado otras actuaciones que, en muchos casos «tocan la fibra», como le pasó días atrás a Úzquiza. «Una mujer de Bilbao se puso en contacto con nosotros para intentar hablar con su madre, que estaba sola en Burgos. Lo organizamos todo y, con las medidas de seguridad oportunas, pusimos uno de nuestros móviles a su disposición para que pudieran hacer una viodeollamada». Alguna lágrima se escapó.

Con todo, los agentes coinciden en que esto no ha hecho sino empezar. Y que lo más complicado quizá llegue cuando comience la desescalada. «Quizá sea más difícil controlar el cumplimiento de las restricciones», reconocen, pero «hay que hacerlo». «Estamos aquí para hacer cumplir la ley» en coordinación con el resto de cuerpos de seguridad y el ejército, recuerda Gálvez, que destaca la estrecha colaboración con la que se está actuando. «Siempre la ha habido», añade. Habrá que ver, en todo caso, cómo se van desarrollando los acontecimientos. Y es que, ellos, como todos los demás, están deseando que esta situación acabe cuanto antes.

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