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La decisión de Carolina Blasco de abandonar, no sólo el Ayuntamiento, sino el propio partido, se erige como último capítulo de una legislatura para el olvido en el seno del PP de Burgos, en la que la formación ha encadenado una retahíla de problemas que, ... de hecho, comenzaron a fraguarse antes incluso del inicio del mandato.
Y es que, el partido tuvo durante mucho tiempo un enconado debate interno a cuenta de la elección del candidato en 2019. Javier Lacalle acumulaba ya ocho años con el bastón de mando del Ayuntamiento y finalmente fue el elegido para encabezar de nuevo la candidatura. Eso sí, el ex alcalde compatibilizó esa candidatura con la del Senado, que también encabezó.
Y a la vista de los hechos consumados, lo cierto es que la apuesta le salió rana al PP, que en los comicios de mayo de 2019 obtuvo el peor resultado de su historia en la capital provincial, con apenas 23.700 votos y 7 concejales. Hasta aquel momento, el peor resultado cosechado por los 'populares' tuvo lugar en 2015, con 28.187 votos y 10 concejales, unas cifras muy alejadas del máximo histórico de 1995, cuando consiguieron 46.133 votos y 16 concejales.
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El escenario que se abrió entonces ante el PP resultaba, cuanto menos, complejo. No en vano, cualquier posibilidad de mantener el gobierno en Burgos pasaba por un pacto a tres bandas con Ciudadanos y Vox. Un pacto que a punto estuvo de prosperar, pero sin duda no en los términos que les hubiesen gustado a los 'populares' en Burgos. Y es que, las negociaciones llevadas a cabo en Madrid y Valladolid determinaban que el acuerdo a tres bandas supondría apoyar al candidato de Ciudadanos, Vicente Marañón. En este caso, el PP cumplió con el pacto, pero Vox no, lo que derivó en la investidura del socialista Daniel de la Rosa.
Durante los meses siguientes, las posibilidades de plantar una moción de censura fabricada ex profeso para Burgos sobrevolaron de manera reiterada la Casa Consistorial, pero no terminaron de fructificar, dejando al PP como partido más importante en la oposición. Una condición que acabaría consolidándose con el pacto alcanzado en 2020 entre el PSOE y Ciudadanos.
Para entonces, José Antonio Antón, que fue en el sexto puesto de la lista, ya había abandonado el Ayuntamiento para asumir la Dirección Provincial de Educación y Carolina Álvarez había asumido su acta de concejal.
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No sería esa la última salida del grupo municipal. Y es que, en julio de 2020, el propio Lacalle, tras poco más de un año como portavoz en la oposición, renunciaba al acta para, según subrayó, centrarse en su trabajo en el Senado. Su sustituta en la Corporación fue Andrea Ballesteros, si bien, la portavocía del grupo recayó sobre Carolina Blasco, que durante los últimos años había sido su mano derecha.
Desde entonces, ha sido Blasco quien ha liderado el grupo municipal mano a mano con Jorge Berzosa, otro de los pesos pesados a principios de legislatura. Sin embargo, ese liderato ha acabado estrellándose contra el aparato del partido, que lejos de apostar por ella de cara a los comicios del próximo mes de mayo, decidió semanas atrás optar por Cristina Ayala, quien, por cierto, se mantiene en el Senado junto a Lacalle.
Ese pulso ha terminado por dinamitar el partido y poner el epílogo -de momento- a una legislatura para el olvido en el seno del PP. Una legislatura que el partido va a finalizar tras tener tres portavoces diferentes, al menos tres cambios de nombres -queda por ver el paso que dé Berzosa- y una sensación sin duda muy agria.
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