Calle Avellanos: entre San Gil y el Infierno

Siempre ha sido una calle muy concurrida y llena de bares y mesones. De los viejos establecimientos como La Riojana, Astorga, Bodega Marcos, Serranillo… y tiendas de chucherías como la Maricrís… se ha pasado a los modernos establecimientos que hoy llenan de terrazas la calle. La cocina moderna sustituye a la tasca de siempre y los viejos oficios, como la fontanería que se ubicaba aquí, desaparecieron definitivamente para dar paso a la modernidad.

Pero hoy llegamos a la calle Avellanos para hablar también de su pasado más lejano, cuando se establecieron en la calle los oficios de los curtidores en sus tenerías y los escribanos. Era lugar propicio para el comercio y para la cultura por estar al lado de la calle más noble de la ciudad, Fernán González; y la cultura de la Iglesia, a los pies de San Gil y cerca de la Catedral.

A la calle Avellanos se la conoce como tal por los huertos de San Gil que estaban repletos de esta especie arbórea. Pero si hay algo inquietante en esta calle es su nombre primitivo; al menos del tramo inicial. Hemos de imaginarla sin el centro educativo de la Escuela de Hostelería, antes Colegio Hispano Argentino. El tramo que iba hasta San Lorenzo era conocido como calle del Infierno.

¿Por qué del Infierno? ¿Quién le dio ese nombre? ¿Qué oscuras historias dieron como resultado dar este nombre a la calle? No hay respuestas. Al menos en apariencia.

Nada se sabe. Pero sí se concoe que esta zona, como otras de Burgos estaba llena de esguevas y riachuelos, hoy subterráneos. En el cruce con San Gil existió un puente sobre el arroyo que permitía salvar el paso de una calle a otra.