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Coger un vuelo para hacer una escapada desde Burgos no es posible. Desde el pasado 18 de diciembre, último vuelo operado en el aeropuerto de Villafría, Aena ha registrado una constante y lógica pérdida de pasajeros hasta rebajarse a las 1.708 personas en lo ... que va de año, casi un 70% menos que en 2021.
El verano, época de tradicional trasiego en los aeródromos, ha hincado aún más el dedo en la llaga estadística y en agosto, la caída ya es del 83,6% respecto al mismo mes del año anterior con 237 pasajeros que completaron su viaje desde Burgos.
Se trata de una paulatina sangría que vive el aeropuerto desde que Air Nostrum acabase con los vuelos a Barcelona a finales del pasado año, un 2021 en el que también se notificó un notable descenso del 61,1% con 9.161 viajeros, 14.378 menos que en 2020.
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Curiosamente, los datos ofrecidos por la empresa gestora de los aeropuertos españoles indican que el año de inicio de la pandemia de covid-19 fue el mejor desde la reactivación de la actividad en 2018.
Fue entonces cuando se contabilizaron 23.529 pasajeros en el balance anual, con un crecimiento del 33,1% sobre los registros de 2019, año en el que pasaron por la terminal burgalesa 17.687 personas, un aumento del 71% de las cifras de hace cuatro años (10.341 pasajeros).
Sin esos vuelos comerciales, la actividad formativa de pilotos de la empresa FlyBy y los viajes ejecutivos y empresariales son los que salvan del ostracismo las instalaciones de Villafría.
Pese a que el número de operaciones (despegues y aterrizajes) en agosto (1.700) ha disminuido con respecto al pasado año en un 10,9%, este parámetro suele ser positivo en el aeródromo burgalés.
Sin ir más lejos, en el acumulado de 2022 las cifras son positivas, con un aumento del 7,6% en comparación con 2021 y 12.974 viajes completados. De seguir así -y de forma independiente a los acuerdos para restablecer los vuelos comerciales-, se podría superar las 16.961 operaciones realizadas en 2021, que a su vez supusieron un incremento del 49,8% sobre la actividad de 2020 (11.322).
Los esfuerzos por reflotar el aeropuerto de Burgos se encontraron ayer con la publicación de un informe de la ONG ecologista Greenpeace en el que se denunciaba, junto al «obvio impacto ambiental», la «merma» de los recursos públicos y el abandono de modelos de desarrollo económico «más estables y resilientes» por la subvención de vuelos «no rentables» desde la terminal burgalesa entre otras.
Este documento se apoya en un informe del Tribunal de Cuentas de la Unión Europea titulado «Infraestructuras aeroportuarias financiadas por la UE: escasa rentabilidad», en el que se incluye la terminal de la capital burgalesa dentro de las «infraestructuras que no debieran haberse construido y que están abocadas a la no viabilidad».
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Greenpeace también cita el informe del organismo europeo para criticar que «los aeropuertos que no alcanzan la cifra de 100.000 viajeros al año sufren unas pérdidas medias de 130 euros por pasajero y mantenerlos abiertos solo se justifica ante alguna necesidad específica y difícilmente solventable con otras estrategias de movilidad, como en el caso de las islas»
Por ello, desde la organización ecologista sentencian que la construcción de este tipo de aeropuertos -entre los que se incluye el burgalés- supuso «un sumidero de dinero público, procedente en buena medida de fondos europeos» con «escasa» repercusión de estos aeropuertos en el empleo o el desarrollo económico de la región.
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