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El 2 de junio se celebra el día de la acción contra los TCA, los trastornos de la conducta alimentaria que afectan cada vez a más personas y con un rango de edad mayor. Para ayudar a pacientes y familias nació en Burgos hace 28 años ADEFAB, la Asociación de Familiares de Anorexia y Bulimia de Burgos. Marimar Herrero es la psicóloga y Noemí Vallejo su presidenta, ambas saben bien lo que es tratar con personas que sufren estos tipos de trastornos y con sus familiares.
«Esta asociación se creó por personas que tenían familiares con trastornos de la conducta alimentaria a los cuales se les atendía perfectamente en el hospital, pero de las familias se olvidaron. Necesitaban apoyo, necesitaban formación, necesitaban vencer los miedos de cómo tratar al paciente, cómo actuar con él y se juntaron y crearon una asociación», rememora la presidenta.
Este fue el germen del nacimiento, una asociación de familias que buscaron una psicóloga para que tuviesen un apoyo y con el tiempo han ido avanzando y creciendo y realizando muchas más actividades. Hasta Adefab llegan familias de Burgos y su provincia pero también de otras provincias de Castilla y León. «Tenemos socios de Soria, Palencia, Segovia, Ávila o Valladolid», cuentan.
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Marimar llegó en 2003 a la asociación, en el año 2004 comenzaron con las actividades de prevención en los centros educativos de Burgos a través de la oferta municipal 'La ciudad también enseña'. Desde entonces hemos visto mucha diferencia en el alumnado con respecto a la detección de los trastornos de la conducta alimentaria», analiza Marimar.
«En 2004 podías encontrar dos personas o tres en todo Burgos y ahora nos encontramos que vamos a una clase y cuando yo empiezo a hablar de todo esto se salen a lo mejor cuatro personas. Podemos detectar muchísimos casos que luego algunos llegan a la unidad de trastornos de conducta alimentaria. Incluso en alguna ocasión ha habido alguna madre que me ha llamado por teléfono para darme las gracias por haber detectado el caso de su hijo o de su hija», reconoce la psicóloga.
Sin embargo, llegar «a la asociación ya es otra cosa», reconocen. «Cuesta venir. Como Burgos es un pañuelo tienen miedo a si les ven, alegan que su hijo no quiere que se sepa, llegar aquí es un poco más complicado», confiesa la psicóloga. Por eso, lo que ella propone a los institutos es su presencia por si la necesitan «para tener una reunión con las familias».
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Ruth Rodero
A partir de la pandemia de la covid-19 «empezó a haber más casos» y, además, «había muchos profesores que estaban perdidos» por lo que escribieron a la Consejería de Educación de Castilla y León para decir que hacía falta un protocolo guía para que los profesores y orientadores supieran qué hay que hacer con alumnos con TCA. Este escrito sirvió para movilizarse y crear una guía de actuación para casos así. «Está hecha para Castilla y León, pero sirve para cualquier otro centro de cualquier otro punto de España», aseguran.
En la asociación tienen claro que lo más importante de su labor es la detección y la prevención. «Cada TCA es distinto, pero todos tienen dos cosas en común: que tienen un motivo desencadenante y el problema, el miedo y la desazón de las familias», explica Noemí. Porque todas las familias «cuando les das la noticia se sienten perdidas, tienen un síndrome de culpabilidad tremenda y no saben dónde acudir».
Sin embargo, la detección precoz es clave: «La detección precoz supone un 80% de posibilidades de curarse si se pone en manos de un profesional que sepa tratar los TCA». En la asociación, además, pueden ofrecer a las familias «unas pautas y unas ideas para que desde casa apoyen el trabajo de la psicóloga», que según al presidenta es «lo más importante».
«El primer ámbito de prevención son las familias. Lo difícil es llegar a ellas para realizar esas charlas de prevención», lamenta Marimar. «Es mucho más fácil ir a los alumnos, porque están en las aulas todos, pero en las últimas charlas que se hicieron con los padres no fueron más que tres o cuatro», explica.
«A la familia muchas veces le cuesta detectarlo, a veces son los profesores lo que les llaman para decirles «oye, he visto que tu hijo tu hija está tirando bocadillo» o «ha venido una amiga de tu hijo y me ha dicho que le ha pillado vomitando», a veces es en el centro educativo donde saltan las señales de alarma. A veces en el ámbito familiar, si los padres están trabajando, no comparten el momento de la comida, por eso durante la pandemia, cuando estábamos todos guardaditos, pues las familias empezaron a detectar que a su familiar le estaba pasando algo a su hijo, a su hija, su pareja…», rememora.
Detectar que una persona cercana está sufriendo un TCA no es sencillo. Pero sí existen algunas claves que pueden hacer saltar las señales de alarma. «Si empezamos a ver que empieza a comer de otra manera, rituales con la comida, quejas sobre el cuerpo, los cambios bruscos de humor es un detector también, no son los cambios de humor típicos de la adolescencia, son mucho más intensos, porque hay una intensidad emocional mucho más grande y pueden llegar al aislamiento», explica la psicóloga.
Las primeras señales son difíciles, porque cuando alguien manifiesta que se está cuidando, que está empezando una dieta, no se le da especial relevancia fruto de la cultura de dieta tan normalizada en la sociedad. Pero, «ahí tendrían que saltar las primeras alarmas». «No, todo el mundo que hace dieta termina en un TCA, pero sí todos los que tienen un TCA han hecho dieta o están en ella», incide Noemí. Marimar, además, añade que los tipos de dietas pueden ser muy variadas: «Saltarse comidas, restringir alimentos y/o restringir cantidades. Esos son los tipos de dietas que, además, algunos suman ejercicio físico para merecer la comida».
Marimar hace especial hincapié en que «el TCA no es la comida, se puede reflejar en la comida o no», pueden estar comiendo y padecerlo porque están compensando con otras cosas. Además, el TCA más visible es la anorexia, porque conlleva en la mayoría de los caso un cambio físico, pero también existen otros TCA, como el trastorno por atracón, la bulimia, etc., que no se manifiestan tanto de manera física. «El trastorno por atracón es el más frecuente y el menos conocido», asegura la psicóloga. También explica que la «anorexia atípica puede darse en personas con normopeso, sobrepeso u obesidad» y que todos los trastornos, tratados a tiempo, evitan su cronificación.
Hace años el perfil que se daba de los TCA era el de una adolescente que estaba muy delgada. Pero ese perfil no es cierto, «cada vez hay niños más pequeños que caen en una trastorno de la conducta alimentaria, pero también adultos». «No hay edad, no hay sexo, cada vez son más pequeñitos los que van entrando en este tipo de problemas. Con cinco o seis años empiezan a interiorizar su imagen corporal, se empiezan a meter con ellos con su cuerpo (tanto los amigos como las familias). Los comentarios sobre los cuerpos son un disparador de TCA», asegura la psicóloga.
«Hay niños que la primera dieta se la pone el pediatra. Creo que a nadie se le debería poner a dieta, porque la dieta puede llevar un trastorno de conducta alimentaria. Entonces es mucho mejor que se enseña a comer, hábitos saludables y que se tenga en cuenta la diversidad corporal. Que a lo mejor el niño gordo es que tiene que estar gordo. O tiene un trastorno de conducta alimentaria, como puede ser atracones que hace escondidas, porque a veces en consulta nos cuentan que con cinco años ya comían a escondidas. O una patología, como puede ser el hipotiroidismo, al igual que una persona con hipertiroidismo nunca te va a engordar, porque es que ese es el problema», finalizan.
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