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Las diez noticias imprescindibles de Burgos este lunes 20 de enero
Paiporta, el municipio con más fallecidos intenta limpiar sus calles con la ayuda de voluntarios. M. Bruque / EFE

Valencia intenta ponerse en pie tras la DANA

Una tragedia histórica ·

Una semana después del estallido de un fenómeno climatológico desolador, entre el recuento de víctimas y la refriega política, la provincia tratar de retomar ya su vida: hay avances, pero muy lentos

Jorge Alacid

Valencia

Martes, 5 de noviembre 2024, 07:02

La estrofa del himno regional que llama a los valencianos a ponerse en pie es una idea muy arraigada en la conciencia colectiva de una tierra desgraciadamente acostumbrada a ser víctima de frecuentes catástrofes naturales. Ninguna sin embargo de las pavorosas dimensiones como la desatada hoy hace una semana, cuando estalló la furia del cielo en forma de diluvio de proporciones bíblicas. Un asesino silencioso, casi invisible, adoptó la forma de riada y arruinó para largo tiempo la vida corriente de la provincia. También segó el futuro de centenares de personas, fallecidas en el atroz infierno que siguió a la riada.

Los datos son elocuentes: 211 personas fallecidas solo en la provincia de Valencia y pendientes de esas decenas de desaparecidos que se presumen aún hasta que las Administraciones faciliten datos sobre ellos. Y una cifra adicional, igual de aterradora: la morgue instalada en Feria Valencia, esa inmensa catedral del duelo, tiene capacidad para acoger al menos a 400 víctimas mortales. Un terrible balance que, sin embargo, esquivó definitivamente el lunes el temor a que la inspección del aparcamiento del centro comercial Bonaire desvelara la aparición de más cadáveres.

Oxígeno en la zona cero

A ese drama principal, el de tantas vidas cruelmente segadas, se une desde aquel martes 29 de octubre otro frente también catastrófico, aunque incruento. La refriega política, que lejos de amainarse, se recrudece en cada cruce de declaraciones. Otra vertiente nacida en la estela de la tragedia también invita al pesimismo. Llega desde la zona cero de la tragedia. De las zonas cero, por expresarlo con mayor corrección, porque el paisaje de desolación que resultó de la DANA significa que ha dejado de latir la vida comercial, industrial y económica de un sinfín de municipios.

Nada menos que 69 poblaciones se vieron afectadas en mayor o menor grado por la desoladora ira climatológica que se desató hace una semana, una cifra que equivale a un panorama desolador: prácticamente una de cada cuatro localidades de la provincia se vio arrasada, con especial y mortal incidencia en varias de ellas. Utiel, Chiva y, más abajo en el curso de la crecida, los municipios del entorno de Valencia: esos núcleos de la comarca de La Horta Sur como Paiporta, Picanya, Alfafar y tantos otros donde el lunes al menos brilló por un rato el sol, también metafóricamente.

Son pueblos como Aldaia, localidad situada junto al parque comercial Bonaire y cuyos habitantes intentan, en efecto, ponerse en pie. Una vecina relata, casi al borde del llanto, la desolación que anida en su municipio pero también empieza a encontrar alguna razón para la esperanza. Dice que la contribución de algunos particulares con sus potentes vehículos todoterrenos ya van despejando de coches las zonas comunes de la población «aunque es poco a poco».

En Chiva, donde se sienten igualmente abandonados por un dispositivo de emergencia cuyo despliegue parece mejorable, también pone el vecindario el foco sobre ese elemento que alienta cierto optimismo: donde no llega el dispositivo oficial, aparece la solidaridad ciudadana. Por ejemplo, con el desinteresado esfuerzo de tantos vecinos agricultores que con sus tractores han ayudado al resto de la población para que cristalice el anhelado propósito colectivo, esa frase del himno. Ponerse en pie. Rehacer sus vidas.

Agradecimiento

Vecinos afectados señalan el impagable trabajo de tractoristas y conductores de todoterrenos para sacar a coches atrapados

La asistencia de emergencias va extendiendo sus efectos benéficos a las zonas más críticas, aunque sin satisfacer todavía las aspiraciones de quienes lo han perdido todo. Hay alguna otra noticia que sirve para recobrar la moral ciudadana, pequeños detalles pero muy significativos para recuperar las rutinas arrasadas: por ejemplo, en Paiporta se hizo realidad el deseo expresado por su alcaldesa, Maribel Albalat, y una conexión de transporte público comunica ya la localidad con la capital, Valencia.

No es un gesto irrelevante. Como la propia Albalat enfatiza, sus convecinos han perdido nada menos que el 90% del parque móvil, de modo que a las penalidades de convivir con los destrozos que causó la crecida se unen las complicaciones en la movilidad, que al menos esa lanzadera contribuye a paliar.

Tampoco es una cuestión menor en el objetivo coincidente de retomar la normalidad. Las conexiones, tanto en el interior de Valencia como en los enlaces con las zonas de su cinturón más golpeadas por la tragedia, sufrieron ayer un colapso generalizado, consecuencia de la demolición de infraestructuras estratégicas que siguió al temporal y también a la supresión de los transportes colectivos, como el metro, que obligaron a recurrir al vehículo privado a los usuarios que emplean ese servicio cada día.

Una mujer con un carro cargado de productos de primera necesidad en Paiporta. A. Beneitó

De la magnitud de cuanto representa que el metro esté paralizado da idea esta cifra: el año pasado, contó con 93 millones de pasajeros. Al día, unos 275.000. Para satisfacer sus exigencias, las autoridades anunciaron el lunes que ponía en marcha un servicio de conexión por autobús.

Apertura de aulas

No es la única novedad esperanzadora que llegó desde el ámbito de las comunicaciones. El Ministerio de Transporte anunció que las líneas C1 y C2 de ferrocarril se encontraban en mejor estado de lo previsto, de manera que su reparación y reapertura avanzarán con más agilidad, sin concretar plazos. También se retomó el lunes la conectividad desde el puerto de Valencia y también Metrobús anunció su confianza en recuperar la actividad, al menos parcialmente, un oxígeno muy necesario para nutrir la recuperación de la actividad laboral, otro de los flancos golpeados por la DANA, que será también de gran ayuda para cubrir las necesidades de otro colectivo, el educativo.

Suspendidas las clases en los campus públicos de Valencia, con buena parte de su claustro docente y alumnado embarcado en las tareas solidarias de ayuda a los municipios afectados, y a medio gas las universidades privadas, el transporte público será clave para reanudar con normalidad las clases en los centros escolares que cancelaron el regreso a las aulas. Parte de sus estudiantes preuniversitarios, procedentes de las 23 localidades situadas en el corazón del horror cuyos colegios están clausurados, podrán buscar desde este martes acomodo en la red escolar de la capital, que ya permite este martes la reapertura de las aulas.

Al recobrado tejido educativo se añade la recuperación de la actividad en el ámbito sanitario. Por ejemplo, en el caso del centro de salud de Paiporta, el municipio que salió peor parado del temporal. En medio de graves desperfectos, con algunas estancias habitadas todavía por el barro, los trabajadores se pusieron ayer definitivamente en pie. Ya atienden a los usuarios, una población en estado de 'shock' como pocas, y retoman sus agendas.

La Conselleria de Sanidad garantiza la atención sanitaria a los ciudadanos de los diez centros de salud que no han podido reabrir, mediante su derivación a otros centros de la misma zona básica. Según el Gobierno valenciano, las urgencias hospitalarias y extrahospitalarias mantienen la actividad «con normalidad en todos los departamentos de salud». El mensaje va en la misma dirección; Valencia avanza, a pasos aún frágiles, hacia la recuperación: «No hay en este momento ningún tipo de situación de colapso hospitalaria».

Mejoras

La conexión eléctrica se ha recuperado y hay alguna en el 93% de las viviendas afectadas por la riada

¿Malas noticias? También las hay. De toda índole. Por ejemplo, la catástrofe supondrá un antes y un después en el capítulo medioambiental, de donde llegan inquietantes novedades. El área de la Albufera, batida estos días ejemplarmente por pescadores y otros vecinos de la zona en búsqueda de desaparecidos, resultó muy dañada por el efecto de la crecida. Y el parque del Turia ha quedado prácticamente desaparecido en su anterior fisonomía.

Dos parajes de elevada riqueza que han estallado al paso de la crecida, cuyas consecuencias todavía están pendientes de calibrarse en el plano económico, el otro gran agujero abierto bajo nuestros pies, que se seguirá ensanchando mientras no llegue del todo la ayuda a los municipios que salieron peor parados.

Los militares no alcanzan

El apoyo del Ejército es ejemplar, pero no alcanza a socorrer tantas urgencias. Y sigue llegando la ayuda solidaria desde toda España, aunque a cuentagotas.

Mientras, el primer balance oficial del impacto económico de los daños de la DANA, todavía parcial y provisional, cifra en más de 10.000 millones de euros los daños ocasionados al sector industrial y en otros 1.873 millones en las áreas de empleo, cultura, educación y universidades, según la Generalitat.

Alguna buena noticia sí dejó el lunes. El Gobierno anunció que se ha ido recuperando la conexión eléctrica en las viviendas y «cerca del 93% también tienen agua». Débiles luces, pero alentadoras. En ellas reside el combustible para que vuelva a latir el pulso ciudadano, apagado desde hace una semana.

El relato completo de lo que acontece habla también de historia en minúscula, mezquina: la que resume la pobre respuesta gubernamental a las consecuencias de la tragedia. Desde el día después menudean los cruces de acusaciones entre administraciones de distinto color político, se endosa la responsabilidad de la mala praxis al partido rival y se tensiona el debate público a extremos insoportables, hasta alimentar una indignación ciudadana que tiene una doble justificación (el feo espectáculo de la clase dirigente y la errática gestión en la asistencia a los afectados) y que acaba por estallar, de manera violenta. Así ocurrió el domingo en Paiporta con la visita de los Reyes al frente de una comitiva donde estaban los dos principales señalados de estos días por el reproche popular: Pedro Sánchez y Carlos Mazón, salpicados de ira y barro como Felipe VI y Letizia por la ira vecinal.

Un nuevo capítulo en la disputa política que emitía en una longitud de onda radicalmente contraria a la que llegaba desde otros vértices, como la ejemplar repuesta ciudadana. Coincidiendo con la suspensión de las clases, el lunes fue de nuevo muy evidente el perfil eminentemente joven de quienes forman parte del contingente de voluntarios. Un altruista gesto donde la conciencia colectiva puede apuntalar su aspiración de que vuelva a palpitar el corazón de Valencia, cuando se evapore el discurso de la división y fructifique esa otra estrofa del himno de Valencia: 'Tots a una veu'. Todos a una voz.

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