Los niños se han convertido en la gran sorpresa de esta pandemia de coronavirus. A pesar de su corta edad, han demostrado un aplomo y un saber estar que para sí quisieran muchos adultos. En marzo les dijeron que nada de colegio, de ver a ... los amigos, salir a la calle o dar un beso a los abuelos. Tres meses estuvieron aguantando esta situación. Clases online, deberes con ayuda de sus padres y mucha energía que quemar entre las cuatro paredes de su casa.
Publicidad
Tras un verano atípico llegó la vuelta al cole, que tampoco se parecía en nada a todo lo que pudieran haber vivido en su corta experiencia. Les prohibieron juntarse con sus amigos de otras clases, nada de compartir materiales ni juguetes, la mascarilla puesta todo el tiempo y la fila en el patio guardando la distancia de seguridad.
Y ahí estaban ellos, pequeños de tamaño dando una lección a todo el que se paraba a observarles durante unos segundos. Sin embargo, esta situación tan diferente también les puede pasar factura, como explica Luis Ángel Romero, vocal presidente provincial del Colegio Oficial de Psicología.
«A medida que la situación persiste en el tiempo los problemas de origen psicológico y emocional van aflorando más», afirma. Todo aquello relacionado con la ansiedad y el miedo que, en palabras del experto, «se codifica en un momento y explota un poco después, eclosiona cuando te toca algo parecido a un familiar que se ha puesto malo o el padre que se ha quedado sin trabajo o que tu ciudad ha sido confinada». Es entonces cuando repuntan o explotan esos miedos a enfermar o morir también en los niños.
Y aparecen los ataques de ansiedad, los trastornos obsesivos compulsivos, los problemas de comportamiento y la irritabilidad. Trastornos que provocan pensamientos en los que, sistemáticamente, se cree que algo malo le va a pasar a él o algo malo le va a pasar a un ser querido. Y eso hace que se genere la ansiedad.
Publicidad
«Como fórmula de evitar esa ansiedad los chavales realizan una serie de rituales para eliminarla, como puede ser lavarse las manos, o cada uno el que en su momento condicione. Y a partir de ahí se incrementan los tiempos cada vez más de hacer esos rituales que tienen la función de reducir la ansiedad», explica Romero.
Además, muchas de las conductas que estos niños están usando para mitigar su ansiedad se ven reforzadas por familiares y por la sociedad en general. Un refuerzo necesario, pero que en algunos casos puede llegar a aumentar la probabilidad de que se desarrolle un trastorno obsesivo compulsivo. «En el caso de los niños está muy bien que se les diga que se laven las manos, que se quieran cambiar de ropa al llegar a casa, que quieran desinfectarse cada vez que toquen cualquier cosa. Nos puede parecer que ese niño está muy mentalizado y que eso está muy bien, pero quizás eso que se ha reforzado tantas veces, porque es sano, cuando deje de ser una necesidad habrá niños que, tras ese refuerzo social tan importante, les cueste un poquito más desengancharse y que necesiten la ayuda de un especialista», afirma.
Publicidad
Hemos comprobado que la capacidad de adaptación de los niños ha sido, en muchas ocasiones, mayor que la de los adultos. Sin embargo, ¿su miedos son similares? Luis Ángel Romero lo tiene claro: «Sí, son patrones muy similares». «Es cierto que entre los niños se suele ver menos temas depresivos, pero sí estamos viendo muchos problemas relacionados con la irritabilidad, el insomnio, la baja concentración en los estudios. Los niños han vivido un confinamiento en el que han estado una tercera parte del curso o algo más sin poder ir al cole y ahora tienen que adaptarse a un nuevo ritmo, a tener clases, tareas con normalidad y encima a protegerse y tener miedo. Además, a pasar frío por las medidas higiénicas. Y lógicamente no se concentran, están muchas veces enfadados y los niños más mayores, que son más conscientes, se niegan a ir al colegio porque la madre puede estar enferma y piensan que se lo pueden pegar a la madre o a la abuela. O niños que condicionan ese miedo y llegan al colegio y sin saber por qué les da un ataque de ansiedad y se vuelven para casa».
Los niños más pequeños se han adaptado aún mejor porque son todavía más obedientes, pero necesitan una explicación para entender la realidad y ser capaces de hacerlo por iniciativa propia. Por eso, ¿es necesario explicarles lo que está pasando? Romero tiene claro que sí, que a los niños hay que contarles la verdad. No solo con el coronavirus, sino en cualquier situación. «Hay que contarles la verdad. Una verdad adaptada a su nivel, obviamente. No les podemos hablar de las terminaciones proteínicas del virus ni qué es exactamente el Sars a nivel bioquímico, pero sí les tenemos que decir que es un virus que como la gripe produce enfermedades. Que se transmite y que hay que evitar contagiarnos de ese virus y ponernos malitos y proteger a los abuelos para que no lo cojan, porque ellos son más débiles».
Publicidad
Se trata de realizar una simplificación de la realidad a su nivel del lenguaje, a lo que ellos puedan asumir. «Habrá que hablar de forma distinta a un niño de seis años que a uno de catorce. Pero hay que decirles la verdad para que no tengan que buscarse ellos una explicación alternativa. Los niños son niños y cuando no entienden una realidad buscan, como los adultos, una explicación, por lo que muchas veces las explicaciones de los niños son un tanto mágicas y a partir de la explicación a la que lleguen pueden generar más problemas que si les dices la verdad», afirma el psicólogo.
Noticias Relacionadas
Luis Ángel Romero asegura que los niños de primaria están siguiendo las normas de una manera «estupenda». El colegio supone para ellos un factor de protección, el incremento de la resiliencia, un tema que trabajan al que se da importancia, pero sin gestionarlo a través del miedo. Es importante ofrecer normas, explicar por qué se hacen las cosas y que todos las hagan de la misma manera. «Los niños, en ese sentido, están muy bien. Quizás con los adolescentes es donde más se está dando ese problema de no cumplir las normas cuando salen con los amigos y se juntan», lamenta. Pero la adolescencia es tan solo una etapa pasajera, y pronto también acabará.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La proteína clave para la pérdida de grasa
El Comercio
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.