Hace cincuenta años, la donación de sangre no existía. La sangre se compraba y se vendía. Era objeto de mercadeo, lo que suponía que ni se disponía de ella siempre que se necesitaba ni se garantizaba su calidad sanitaria. Hoy en día, sería impensable recibir ... dinero o cualquier otro tipo de contraprestación por donar sangre. Tampoco se concibe una transfusión que no haya pasado todos los controles sanitarios. Entre una realidad y otra se encuentran las hermandades de sangre, garantes de las donaciones solidarias que sustentan nuestro sistema sanitario.
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«José María García de Viedma perdió un hijo por falta de sangre», recuerda Carlos Gil, una tragedia que impulsó la creación de las hermandades. Gil estuvo en la fundación de la Hermandad de Donantes de Sangre de Burgos, que este año cumple su cincuenta aniversario. Fue uno de sus presidentes (van por el sexto), testigo privilegiado de unos primeros pasos que han llevado a Burgos a convertirse en un referente nacional en donación de sangre, con la complicidad de los burgaleses.
Gil recuerda que, tras fundar el banco de sangre de Madrid, García de Viedma empezó a recorrer toda España para implantar el nuevo modelo, buscando la autosuficiencia del sistema sanitario. Pasó también por Burgos, donde el doctor Tomás Sontoro había recalado en 1971 en el Hospital General Yagüe para montar el Servicio de Hematología y Hemoterapia. «Las autoridades de Burgos conocían perfectamente el problema», recuerda, «y en cierto modo yo había venido para resolverlo».
Y es que el doctor Santoro venía de Pamplona, donde la donación estaba ya muy desarrollada con 50 donaciones por cada 1.000 habitantes. En Burgos se compraba la sangre al Instituto Provincinal de Sanidad, «que tenía donantes pagados». Pero el hematólogo tenía muy claro que había que apostar por la donación voluntaria de sangre, y comenzó intentando convencer a los familiares de los enfermos que iban a ser intervenidos, y que podían necesitar sangre. Se trataba de convencer de la importancia de disponer de sangre para atender cualquier eventualidad, controlada y segura.
«Que la sangre espere al enfermo y no el enfermo a la sangre», recuerda Carlos Gil que era la máxima de García de Viedma y sobre la que se sustenta el trabajo de las hermandades. Alicia Ojeda lideró la primera junta rectora de una Hermandad de Donantes de Burgos que se dedicó a recorrer la provincia en busca de donaciones, dando charlas para explicar a los burgaleses en qué consistía, cuál era su importancia, rompiendo mitos.
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Como en todo, los principios fueron duros, pero el mensaje iba calando entre los burgaleses. También entre las autoridades, que se volcaron con el proyecto. El doctor Tomás Santoro recuerda que las extracciones se hacían en el General Yagüe, pero la por entonces Caja de Ahorros del Círculo Católico comprobó un autobús de donación con el que se recorrió la provincia. «Eso también tuvo mucha influencia en el progreso de las donaciones en Burgos», admite.
Tras Alicia Ojeda, que estuvo como presidenta entre 1972 y 1980, llegó Enrique de Diego Simón, que fue quien reclutó a Carlos Gil (tercer presidente entre 1993 y 2004). Gil recuerda cómo la hermandad iba creciendo, cómo llegaban los reconocimientos locales y nacionales. «Se estaba trabando bien, se hacían bien las cosas», admite, y sobre todo los burgaleses respondieron solidariamente, como lo siguen haciendo ahora.
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También desde el punto de vista técnico se iban incorporando novedades. Cuando se dejó de comprar la sangre, en Burgos se implantó el modelo de las bolsas para la recogida de las donaciones. La técnica evolucionaba, se crearon otras necesidades terapéuticas como las donaciones de plasma o plaquetas, aparecían nuevos equipamientos... Y el Yagüe no tenía ya capacidad para albergar un sistema de donación como se merecía Burgos.
Entonces, todo el prestigio que había ido cosechando la hermandad dio sus frutos, y las administraciones se volcaron para que dispusieran de una sede propia. Vicente Orden Vigara, presidente de la Diputación, les cedió un ala del Hospital Provincial Divino Valles. También hubo una donación de 35 millones de euros con la que se pagó toda la reforma. La Caja de Ahorros del Círculo Católico pagó todo el sistema de gestión informática para la gestión de los datos de los donantes. Y la Caja de Ahorros Municipal Caja de Burgos se hizo cargo del mobiliario.
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La sede de la Hermandad de Donantes de Sangre se inauguró en noviembre de 1998, lo que «desde el punto de vista técnico nos dio una gran capacidad de desarrollo», recuerda el doctor Santoro. También más prestigio y visibilidad, y el propio hematólogo desarrolló un sistema de contabilidad analítica con el que «quedaba muy claro» lo que costaba disponer de toda esa sangre donada, que iba directamente (y de manera gratuita) al sistema público de sanidad.
El doctor Santoro destaca, aun así, que el mayor trabajo que ha llevado a cabo la hermanda es el de la fidelización. No se trata solo de conseguir nuevos donantes, sino de convencerlos de que deben donar periódicamente. De este modo se garantiza disponer de sangre, y sobre todo, tener controlados médicamente a los donantes, algo muy positivo también para ellos. Al donante convencido no hace falta que se le pida ir a donar, lo lleva agendado.
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Carlos Gil estuvo como presidente hasta 2004, cuando cumplió 65 años y, según los estatutos, debía abandonar la Presidencia. Tras él llegaron José Ignacio Mijangos (2004-2011), Pablo Isidro Torres (2011-2014) y Francisco del Amo (2014-actualidad). «Los inicios fueron muy luchadores, pero con mucha ilusión», reconoce Gil. «Y el resultado está ahí», pues son más de 600.000 las donaciones cosechadas, siendo Burgos uno de las provincias con mayor ratio de donaciones por habitante. Eso sí, Gil lamenta que «el final no haya sido elegante».
Se refiere a la decisión del Centro de Hemoterapia y Hemodonación de Castilla y León el punto de donación de la hermandad al PAC del Divino Valles, a Urgencias. Decisión muy controvertida, que la hermandad ha entendido como un agravio, los donantes no han entendido, y que se ha traducido en una caía de las donaciones. Desde octubre, cuando se hizo el cambio, los registros solo muestran caídas, recuerda el actual presidente, Francisco del Amo.
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Hasta el 15 de junio se contabilizaban 9.430 donaciones, son 412 menos que en 2019, el último año que sirve para comparativas pues la pandemia ha condicionado los siguientes. Sin embargo, este 2022 todo ha vuelto a la normalidad menos la cifra de donaciones, lamentan desde la hermandad, que no esperan cambios a mejor: «algunos donantes me han dicho que hasta que no vuelvan a la hermandad no dona», asegura Del Amo. Así, 50 años después de su creación, la Hermandad de Donantes de Burgos no realiza donaciones. Sin embargo, luchan como lucharon en aquellos años.
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