Saturnino Pérez en el cementerio San José de Burgos. APM
Burgaleses ante el coronavirus

«La media de entierros se ha duplicado desde marzo hasta ahora, hay días que ha crecido incluso más»

Saturnino Pérez, encargado general del cementerio San José de Burgos ·

De los 3 a 5 sepelios diarios que tenían de media han pasado a 8 o 10 | La frialdad de los 3 asistentes hace que la gente casi ni llore porque «no saben cómo gestionar las emociones» | La situación pesa en la plantilla y a Saturnino le cuesta dormir, «piensas en lo que te encontrarás al día siguiente»

Martes, 21 de abril 2020, 08:08

La llegada al cementerio San José de la capital burgalesa es una evidencia más de que algo pasa. Los tanatorios cercanos apenas presentan coches a sus puertas y lo mismo ocurre con el acceso al cementerio, cerrado a una hora en la que, habitualmente, no ... lo estaría. Pero presenciar un entierro hace real ante nuestros ojos la situación que vemos a través de la pantalla en un informativo. Y es una imagen desoladora. La mañana en la que nos acercamos a conocer la situación de los enterradores burgaleses nos topamos con la tristeza del entierro de un fallecido por COVID-19. Tres personas acompañan a los trabajadores de la funeraria, el cura y cuatro empleados del cementerio, enfundados en buzos blancos, los esperan junto al foso. Ya está, ausencia de personas, presencia insoportable de dolor.

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Los entierros están limitados a tres personas. APM

Allí, en el cementerio de San José, lleva trabajando desde el año 1979 Saturnino Pérez, encargado general de los enterradores desde el año 1982. Podría parecer que tras más de 40 años dedicado a esta profesión uno se acostumbra a lidiar con la muerte, pero no es así. Saturnino es un hombre empático y volcado en ayudar, sabe que detrás de cada fallecimiento hay un duelo y son muchos duelos cargados a sus espaldas. Habla de la muerte con naturalidad, nada más natural que la vida y la muerte, pero con sumo respeto, sensibilidad y cuidado. Tranquiliza saber que alguien así está al cargo de los últimos momentos de nuestros seres queridos.

Reconoce este enterrador burgalés que la situación actual les afecta a él y a sus trabajadores porque, «a lo que todo el mundo conoce, se suma que nosotros vemos a las familias hundidas, más serias. He notado que en los entierros a los que he asistido la gente no expresa sus sentimientos. Incluso aunque el fallecimiento no sea por COVID-19».

Tras declararse el estado de alarma para frenar la pandemia causada por el coronavirus, a los entierros solo pueden acudir tres personas. Algo que anteriormente en pocos sepelios se veía. «Los entierros que veíamos con dos o tres personas, o ninguna, solían ser los de caridad, en los que el fallecido no tenía familia y los costea el Ayuntamiento. Hay veces que se te cae el alma al suelo y ahora parece que estamos haciendo ese tipo de entierro todos los días», lamenta Saturnino.

Esa frialdad que transmite la ausencia de seres queridos también influye en la gestión de las emociones, según explica, «ahora no ves que la gente llore, parece que no se sepa cómo gestionar los sentimientos». Muchas veces un abrazo es lo que hace que rompamos a expresar nuestras emociones y es lo que ahora no se puede dar ni recibir.

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Incluso en los entierros por COVID-19 con el dolor presente la gente respeta las normas de seguridad. APM

Más medidas de seguridad

A la limitación de asistentes se han sumado otras medidas de seguridad que ahora se toman en todos los sepelios. Los enterradores visten un buzo de protección, mascarilla, gafas, guantes. Tiene que haber una distancia con el féretro de cuatro metros. «A nosotros nos dejan el ataúd en las vallas que ponemos para delimitar el hoyo en la tierra, los enterradores lo cogen y lo meten. Ni los cargadores de la funeraria ni la familia traspasan esa delimitación de las vallas», explica.

Cierre de una tumba con las vallas para limitar la distancia de seguridad. APM

Al principio tenían miedo de que pudiese llegar un momento de confrontación porque cada persona vive el duelo como puede y han visto a muchos seres queridos perder los nervios. «Algunos tenían que ver el hoyo, veíamos mucho dolor, querer tocar el féretro. En los entierros de musulmanes, por ejemplo, la familia tenía que echar la primera palada de tierra, ahora no se puede, pero no hemos tenido ningún problema con nadie. Se han explicado las medidas y la gente lo ha entendido perfectamente», asegura.

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Los entierros se han duplicado

A lo difícil de trabajar con esta situación, lidiando día a día con la muerte y con la incapacidad de compartir el dolor, se suma la carga de trabajo. Saturnino asegura que «la media de entierros se ha duplicado, o incluso ha crecido más, desde marzo para acá», asegura echando mano de las estadísticas y controles. Explica que «otros años, con gripes muy fuertes, nos hemos encontrado épocas con aumentos notables de fallecimientos, pero no a este nivel ni tan rápido. Si en situaciones normales tenemos entre tres y cinco entierros de media al día ahora estamos en ocho o diez. En épocas malas de gripe igual suben uno o dos entierros más al día, no esta cantidad», reconoce.

Saturnino comprueba los sepelios que tienen en la jornada. APM

En la situación actual desde el cementerio de Burgos se ha tomado una medida que no se tomaba desde los años ochenta, cuando fallecían muchas personas con VIH. Se ha avisado a las funerarias de que tienen que especificar en el parte de fallecimiento si la persona tenía COVID-19. «En el de hoy sí lo pone», apunta señalando la especificación marcada con rotulador fosforito, «pero no en todos los casos nos lo comunican», lamenta. Principalmente, esta petición se realiza pensando en las reducciones, «si a la vuelta de un tiempo la familia quiere enterrar a otra persona ahí, para que quede constancia».

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Aunque no en todos los casos les especifican que la muerte es con COVID-19 o por esta enfermedad «ya sabemos que muchos de los que hemos enterrado tiene que ser por ello porque este volumen de entierros no es habitual», matiza.

Anticipación

Saturnino fue precavido y preparó más sepulturas por si pasaba algo «muy fuerte». En principio, hay un patio con unas 20 sepulturas preparadas para casos de emergencia. Además, la plantilla se redujo a la mitad para que «si alguien caía no nos quedásemos con toda la plantilla enferma. Hicimos tres grupos de cuatro personas para rotar cada semana. No hemos tenido ninguna baja. Pero hay más trabajo con menos personas. Si ya la plantilla de normal está ajustada, imagina ahora. No solo es atender los entierros, hay que hacer mantenimiento, jardinería. Aquí se trabajan los 365 días y hemos ampliado el horario de enterramientos. Hay días que hemos tenido hasta diez entierros y ha habido que reforzar el servicio, aunque ahora ya no es el agobio que sufrimos al principio».

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En el cementerio de San José también hay columbario, pero Saturnino explica que están llegando pocas cenizas, «creemos que cuando se levanten las restricciones la gente empezará a pedir los entierros de cenizas. Ahora las guardan en casa o en las funerarias. Así podrán traer flores, venir más gente».

La plantilla del cementerio de Burgos está tranquila porque ve que se respetan las medidas de seguridad, que tienen protección y que se han tomado decisiones, como poner una lavadora en el trabajo para minimizar el riesgo de contagio en casa. Pero aún así, esto afecta. Saturnino reconoce que duerme peor, «descansas mal, se te viene a la mente todo lo que estás viendo. Piensas en los fallecidos, en qué nos encontraremos al día siguiente. Ves las cifras que hay, que no bajan, si un día desciende el volumen de entierros sabes que es porque al día siguiente viene una jornada con más».

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Cuesta hasta desconectar en casa, Saturnino sabe que ayuda con su actitud y compromiso a las familias, les da palabras de apoyo, respeto, pero acaba llevándose la tristeza a casa. «Es difícil desconectar», confiesa.

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