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Pasada la Navidad, la Nochevieja y el Año Nuevo, las fechas festivas quedan atrás para encarar la vuelta a la normalidad. En este nuevo comienzo, todos los años desde 2005 existe un día en el calendario que pone fecha al día más triste del año: el Blue Monday.
Ese fue el nombre que el profesor Cliff Arnall de la Universidad de Cardiff dio a esta jornada gris que, según su estudio y una ecuación matemática de su invención en la que se medían diferentes parámetros que pueden afectar al individuo medio (climatología, deudas, tiempo trabajando, tiempo de y hasta las vacaciones, salud, etc.). De manera inversa, se dividía por la motivación personal, las ganas de hacer algo. El resultado obtenido es conocido por todos: el día más triste del año es el tercer lunes de enero.
Pero ¿realmente esto sucedió así? La divulgadora científica y directora de Espiciencia, Bárbara de Aymerich, explica que, con el paso del tiempo, el profesor Arnall destapó que se trataba de un bulo, una estrategia comercial para impulsar el turismo y ayudar a una empresa de viajes ya que una de las fórmulas aportadas para evitar la tristeza de ese lunes era salir y viajar.
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Tras numerosos estudios científicos posteriores, los expertos han demostrado que es prácticamente imposible determinar el día más triste para un grupo de población ya que en cada individuo intervienen muchísimos factores que no se pueden unificar. Por lo tanto, se podría decir que es casi imposible saber cuál es el día más triste del año porque cada uno podría ser una jornada distinta.
A pesar de ello y desde entonces, el Blue Monday se instaló en la sociedad tal y como lo conocemos hoy, como una variante de estrategia comercial anglosajona exportada a todo el mundo al más puro estilo 'Black Friday' (aunque esta sí tiene una tradición histórica detrás). En estas latitudes, el equivalente español podría ser la llamada -y temida- cuesta de enero. No tiene ningún tipo de evidencia científica.
La otra curiosidad respecto al conocido como día más triste del año es su nombre, Blue Monday. Este, según señala Barbara de Aymerich, está vinculado al significado que tiene el color azul en la propia cultura anglosajona, vinculado con la tristeza, la melancolía o la depresión.
Por todo ello, la divulgadora científica subraya que «no hay que tenerle ningún miedo al Blue Monday ya que no hay base científica alguna para asociar este día con la tristeza. Por otro lado, un hecho que sí tiene respaldo acerca de sus efectos positivos en la autoestima y para amenizar el regreso a la rutina es el de proponerse nuevos retos.
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