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AYTHAMI PÉREZ
BURGOS
Domingo, 25 de noviembre 2018, 14:19
2017 obtuvo la peor cifra de víctimas mortales de violencia de género en el ámbito rural. En torno al 60% de las víctimas de esta lacra del pasado año residían en municipios del área rural. Así se señala desde la Federación de Mujeres y ... Familias del Ámbito Rural (AMFAR). Si tenemos en cuenta que, en las zonas rurales vive el 20% de la población española, AMFAR señala que la incidencia de la violencia es hasta cuatro veces superior a la que se registra en el ámbito urbano.
La Asociación de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales y Malos Tratos de Burgos, Adavas, y la Asociación para la Defensa de la Mujer La Rueda, también de Burgos, confirman que atienden casos de víctimas de violencia del mundo rural, pero en un porcentaje mucho menor. Aproximadamente el 10% de los casos que atiende Adavas proceden de algún pueblo de la provincia burgalesa.
El mundo rural arroja un menor número de mujeres víctimas de violencia de género porque estas acuden menos a los servicios sociales y a denunciar. Es verdad que la población rural disminuye pero, aún así, Burgos sigue siendo una provincia eminentemente rural con 358.171 personas viviendo en toda la provincia, a las que hay que restar las 175.623 pertenecientes a la capital.
Laura Pérez, de La Rueda, y Almudena Román, de Adavas, confirman que desde sus asociaciones están especialmente preocupadas por la situación de las mujeres rurales víctimas de violencia de género, su estigmatización, su miedo, su dificultad para acceder a los servicios sociales, su invisibilidad, la falta de redes de apoyo.
Estas, al igual que las que viven en grandes núcleo de población, tienen la opción de denunciar ante la Guardia Civil, sí, pero como señalan tanto Almudena como Laura, hay miedo de que se conozca, de que se entere el agresor pero también el resto de vecinos. En un pueblo todos se conocen. La culpabilización de la víctima es peor en el medio rural, la estigmatización que las acompaña también. A la violencia del agresor se une la violencia social.
Por esa razón, desde Adavas y La Rueda también se presta ayuda a mujeres que no han denunciado. Desde ambas asociaciones, explican que «nos acusan de incitar a no denunciar pero no es así. Hay que entender que el proceso de denuncia es largo, complicado, puede hacer mucho más daño. La mujer se tiene que enfrentar a él empoderada. Muchas veces se acaban retirando las denuncias porque la mujer no se ve capaz de seguir y eso es porque los apoyos a la mujer para enfrentarse a ello han fallado», reflexiona Laura.
«Nunca rechazamos la asistencia, aunque no haya denuncia, aunque siga con el agresor. Es importante darle mecanismos a la mujer, como asistencia psicológica, para que se sienta empoderada. Otro de los problemas es el de reconocerse como víctima de violencia de género y no culpabilizarse», matiza Almudena. Las mujeres rurales víctimas de esta violencia pueden acudir a los Centros de Acción Social que hay en algunos municipios burgaleses.
Tanto La Rueda como Adavas llevan años impartiendo talleres y formación para prevenir las situaciones de violencia de género. Laura apunta que «desde hace años dejamos de titular los talleres con palabras como violencia de género porque comprobamos que la gente de los pueblos no acudía por si sus vecinos pensaban que tenían ese problema». Estas dos asociaciones hacen lo posible por llegar a la población rural para educar a hombres y mujeres, a jóvenes, para concienciar a las víctimas de que no son culpables y sepan diferenciar esta violencia. «Cuando tienes un vínculo con el agresor, cuesta identificarlo», añade Almudena.
La Rueda realiza actos en colaboración con la Universidad de Burgos para formar en cuestiones de género a esos futuros profesionales. Almudena, de Adavas, reconoce que, después de 15 años impartiendo estos talleres, «aún me sorprenden algunas respuestas sobre los celos, los cuentos, las películas o la música. Toda esa cultura, al final, afecta pero no se percatan».
En estos 15 años que Adavas lleva impartiendo estos talleres han conseguido intervenir en 107 casos de adolescentes que sufrían violencia de género. «Una vez se me acercó una profesora y me dijo que su hijo tenía esos comportamientos que yo había mencionado con su novia. Su hijo era el maltratador», recuerda Almudena.
No se puede dejar todo el trabajo y apoyo en manos de estas asociaciones, que vienen realizando un papel crucial en el conocimiento y prevención. Desde La Rueda se pide que se cambie la Ley para que, en el momento que hay un informe sobre un caso de violencia de género, los servicios sociales puedan empezar a funcionar para intervenir.
La residencia de estas víctimas en municipios rurales condiciona la denuncia hasta el punto de hacerla inexistente.
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