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Bomberos voluntarios de Santa María del Campo Imágenes cedidas
Bomberos voluntarios

«En Silos, estábamos tres dotaciones esperando al fuego y pasó por encima de nosotros»

Los bomberos voluntarios de Roa, Santa María del Campo y Salas de los Infantes nos cuentan su experiencia en el incendio de Arlanza

Miércoles, 27 de julio 2022, 19:56

El incendio de Quintanilla del Coco es uno de los más devastadores que ha sufrido la provincia de Burgos. Se han quemado alrededor de 3.000 hectáreas, con un gran impacto medioambiental pues se ha dañado el Parque Natural de los Sabinares del Alranza. Además, ... las llamas han devorado Santibáñez del Val y han causado daños también en Santo Domingo de Silos y Quintanilla del Coco.

Y los bomberos voluntarios de la Diputación de Burgos han estado al pie del cañón, demostrando su profesionalidad como parte imprescindible del operativo de extinción de incendios. La Institución Provincial movilizó a todos los parques de la zona sur (solo quedó sin salir el de Aranda de Duero, por falta de medios), que estuvieron trabajando desde que se declaró el fuego, a mediodía del domingo.

A Santa María del Campo les avisaron de manera inmediata, «sobre las dos de la tarde», recuerda Rodrigo González, el coordinador del parque provincial. Su destino era Quintanilla del Coco, donde se encontraron una granja de porcino ya quemada pero pudieron salvar una nave de maquinaria. Y por el camino, apagar algunos focos porque «la carretera estaba ardiendo».

De Quintanilla tenían que ir a Silos, pero tardaron en llegar porque hicieron parada en Santibáñez del Val al ver cómo estaban ardiendo las casa. La dotación de Santa María del Campo se quedó en el barrio de arriba, junto a la carretera, y consiguieron evitar la propagación de las llamas entre las viviendas gracias a un gran cortafuegos que hicieron al levantar todo un tejado. Su última parada fue Silos, y regresaron a base a las dos de la madrugada, doce horas después.

«Llegamos a casa agotados», explica González, pero a lo que tuvieron que hacer frente no es solo a un cansando físico. «Después de doce horas, llegas a casa destrozado, te metes en la cama y no eres capaz de domir. Ves luces, humo, te pican los ojos...» El impacto emocional es importante, sobre todo en un incendio tan devastador como el de la comarca del Arlanza.

Rodrigo González, con 15 años de experiencia como bombero voluntario, admite que fue «como un infierno. Lo pasamos mal. Llega un momento en que sientes angustia, miedo», asevera, pues el fuego llevaba una fuerza «brutal». Tanto es así que las llamas se comieron en media hora la distancia de 7 kilómetros que separa Santibáñez del Val de Silos.

«En mi vida he visto avanzar el fuego a tanta velocidad y he estado en muchos incendios», reconocer Fildel Ballesteros, el responsable del parque de bomberos de Salas de los Infantes, que tiene más de tres décadas de experiencia a sus espaldas. Y es que el fuego corría más que los bomberos de Salas, que se pusieron en cabeza de frente con los de Santa María del Campo.

A ellos les activaron sobre las tres de la tarde, después de extinguir otro fuego en Cubillo del Campo. Unos y otros intentaron evitar que las llamas llegaran a Santibáñez, pero no fue posible, así que les mandaron ir a Silos. Y allí, junto al convento de San Francisco, estuvieron trabajando con los Bomberos de Burgos. Y pudieron ver cómo las chispas les pasaban por encima y extendían el fuego.

«Hay que verlo para creerlo», insiste Fidel Ballesteros. Los bomberos de Salas de los Infantes estuvieron hasta las dos de la madrugada y, luego, el lunes les enviaron a Santibáñez, ya para labores de refresco, hasta las ocho de la tarde. Un esfuerzo ímprobo que, como indica Rodrigo González, hay que compatibilizar con el trabajo: algunos compañeros llegaron del incendio y, tras dormir dos horas, a las seis de la mañana ya estaban en sus puestos de trabajo.

Un infierno

Son bomberos voluntarios, no profesionales, aunque tienen profesionalidad de sobra. Y algunos están preparándose también para ser profesionales. Es el caso de Alejandro Martín, responsable del parque de bomberos de Roa, que ha estado trabajando en Santibáñez del Val, domingo y lunes, y Martín reconoce que no se puede comparar un día con el otro.

Los bomberos de Roa llegaron a las once de la noche y Santibáñez «parecía el infierno, con las casas ardiendo». Su prioridad era intentar frenar la propagación de las llamas entre viviendas, pero esa casi imposible en el barrio de abajo, el más afectado. «Tiramos mangueras por el pueblo e intentamos apagar las viviendas por dentro y por fuera», pero el panorama era desolador.

Alejandro Martín afirma que, en nueve años de experiencia como bombero voluntario, no había visto nada así. Y un vecino del pueblo le explicó cómo veían venir dos frentes hacia el pueblo, un por cada lado, y que al llegar a Santibáñez se creó una llamarada que pasó por mitad del municipio. De ahí el gran daño que ha dejado, con casas quemadas y otras afectadas. «Lo arrasó todo».

«Es increíble. Un incendio tan voraz, que ha quemado todo, árboles y campos. Y llegamos al pueblo y vemos las casas ardiendo, y el fuego saliendo por las ventanas y las puertas, pero no por uno ni por dos....» Así que los bomberos quedan sobrecogidos. «En Santibáñez lo que se pudo salvar se salvó. Las casas devoradas era imposible salvarlas», explica.

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