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Alvar no dudó en sacar a sus abuelos de Santibáñez del Val cuando el fuego del incendio forestal de Quintanilla del Coco comenzó a amenazar sus vidas. Con 18 años puso a salvo a sus abuelos y salió del pueblo como le indicaron las ... autoridades después de intentar proteger todo lo posible sus pertenencias. Al volver el pasado martes al que era su hogar no pudo evitar emocionarse, entre las pérdidas que de momento ha podido cuantificar se encontraba la bicicleta que su padre le dejó hace dos años, antes de fallecer.
Este es solo uno de los ejemplos que se están dando en el pueblo, donde han vivido una situación «muy fuerte», como asegura su alcaldesa, Ana María García. «Hemos pasado mucho miedo, y es ahora cuando estamos empezando a conocer historias», cuenta.
Alvar había visto en las redes lo que estaba ocurriendo en su pueblo. Tras pasar momentos de tensión antes de marcharse a Caleruega, el joven volvió este martes a Santibáñez del Val y, aunque había visto por redes lo que estaba ocurriendo, llegar al pueblo ha sido impactante. «Él decía 'aquí había un frigorífico enorme y ha desaparecido'. El momento de verlo en persona... se te cae el alma a los pies».
La pérdida de la bici le ha afectado mucho y, aunque la alcaldesa le decía que no se preocupara, «que podría comprarse otra bicicleta», para Alvar no hay consuelo posible, pues ninguna bicicleta podrá remplazar la que heredó de su padre.
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«Ahora tenemos que aprender a gestionar la pérdida, soltar, y ver que lo verdaderamente importante es lo que hemos tenido, la colaboración y unión de gente trabajando junta, de valientes, de la generosidad de los pueblos de alrededor», asegura García. Porque si algo positivo sacan de todo la tragedia, además de no tener que lamentar pérdidas humanas, es precisamente la solidaridad que han recibido.
Y es que ahora «viene lo peor», la gente retorna al pueblo y lo harán también quienes han perdido las casas. «Esto va a ser muy fuerte emocionalmente. Ya han venido dos personas a ver sus casas de los que la han perdido y ha sido un momento muy emotivo».
Una de esas historias es «la casa del final del pueblo, que fue la cantina». El dueño de esta propiedad hacía mucho tiempo que no iba por el municipio, pero los planes para el inmueble eran inmediatos: «Iba a empezar a reformarla este año después de resolver la herencia con sus hermanos y ha sido un momento de mucha emoción, porque la casa de su infancia, la casa de sus abuelos, verla de esa manera es muy doloroso».
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Mas o menos todos los vecinos conocen cómo están sus viviendas, hayan llegado al pueblo ya o no. Las redes sociales han ayudado a tener imágenes casi en tiempo real, pero como Ana María explica, «no es lo mismo verlo a través de las redes que en directo».
«Todos los pueblos se han volcado con nosotros trayéndonos cosas. El Hotel Rural Princesa Kristina de Covarrubias nos han ayudado con un grupo electrógeno para poder dar electricidad a la granja de cerdos, que lo necesitan para poder alimentar a los animales. Además, nos han ayudado con el mantenimiento de las viviendas. Hay albañiles de fuera del pueblo que nos han ofrecido su medio de trabajo para que nosotros podamos funcionar hasta que todo se reestablezca en el municipio», cuenta emocionada la alcaldesa.
Ana María no quiere perder la oportunidad de agradecer a los alcaldes de Caleruega y Salas de los Infantes por el trato y preocupación con sus vecinos allí desplazados. «En la distancia se vive todo con mucha angustia», confirma la alcaldesa, que vivió las primeras horas del fuego fuera de su pueblo.
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